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Año XV, vol 12, N°1, Marzo de 2005
Sobre la organización del cerebro y la significación del tiempo1
Juan Carlos Goldar
11º Congreso Internacional de Psiquiatría, 2004
El tema que he elegido para esta conferencia es un tema de prueba, en el siguiente sentido. Cuando yo era joven iba mucho a los conciertos de música sinfónica y en el ambiente de los muchachos que escuchaban eso se decía esto: “si usted quiere saber cómo funciona una orquesta sinfónica exíjales que toquen la Obertura de Los Maestros Cantores de Nüremberg”. Con el tiempo pasa una cosa parecida: “si usted quiere saber cuánto sabe alguien de lo psíquico pregúntele cuáles son los mecanismos por los cuales sentimos el tiempo”.
Han pasado siglos de investigación del tiempo y han pasado dos siglos de investigación sistemática de la organización del cerebro. Ni en un terreno ni en el otro se ha llegado a ninguna conclusión. Juntarlos es atrevido, pero quizá pueda abrir algún camino y arrojar alguna luz. No digo que yo vengo a arrojar luz, sino que alguien de los jóvenes aquí presentes algún día recuerde lo que yo dije y pueda de ahí arrancar -conveniente sea que arranque para otro lado.
El estudio del tiempo siempre ha sido vinculado al estudio del espacio, nunca han podido ser separados, y mucho más en el problema de la psicología del tiempo.
En el año 1856 se publicó un tratado de psicología que fue utilizado en toda Europa durante muchos años, hasta que llegó la fuerza de la escuela de Wundt. En 1856 se publicó, como les digo, el llamado ‘Manual de Psicología’ cuyo autor era Volkmann, un hombre de las dos tradiciones más importantes de la psicología alemana. Dice Volkmann ahí algo que puso una piedra inicial en el estudio de la sensación del tiempo y del conocimiento del tiempo, y de ahí en adelante del conocimiento de todo el aparato psíquico. Dice Volkmann esto: si yo tengo que pensar que ‘b’ está después de ‘a’, no puedo pensar sólo en ‘b’, tengo que pensar en ‘b’ y en ‘a’, en ‘b’ que está después y en ‘a’ que está antes; si tengo que pensar que ‘a’ está antes que ‘b’ no tengo que pensar sólo en ‘a’, tengo que pensar en ‘a’ y en ‘b’, en ‘a’ que es la que está antes y en ‘b’ que es la que está después, es decir, dice Volkmann, si tengo que pensar una sucesión ‘a - b’ necesariamente tengo que poner a los elementos de la sucesión en simultaneidad, los tengo que pensar a la vez, al mismo tiempo. Y el término “al mismo tiempo” significa fuera del tiempo. Todos ustedes están aquí al mismo tiempo, es decir todos ustedes están aquí simultáneamente. Lo que acabo de decir es que todos ustedes están ocupando una posición en el espacio. Ahora, yo puedo fijarme primero en uno, luego en otro, y ahí comienza la sucesión, que es el tiempo. Curiosamente, dice Volkmann, la característica esencial del espacio, que es lo simultáneo, todo a la vez, es el fundamento por el cual yo puedo pensar la característica esencial del tiempo, la sucesión. Esto decía Volkmann en 1856.
Se publican treinta años más tarde los famosos ‘Principios de Psicología’ de James. James cita explícitamente a Volkmann y lo pone como el ejemplo más grande del estudio del pensamiento del tiempo.
Pero el hombre que sigue a Volkmann en el estudio de esta cuestión es Henri Bergson, el famoso filósofo francés. Uno de los primeros trabajos de Bergson se llama ‘Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia’, es de 1889, o sea treinta y tres años después del tratado de Volkmann. Dice Bergson: si yo observo la aguja de un reloj, la aguja pasa de 1 a 2 a 3, de 3 a 4, de 4 a 5, pero cuando está en 5, 4 - 3 - 2 y 1 ya se fueron, desaparecieron. Ahí afuera, donde está el reloj, la posición en 4, la posición en 3, la posición en 2, la posición en 1, cuando la posición es 5, ya no existen más. Pero yo, dice Bergson, yo tengo duración, por eso que siento todo junto, vale decir, me represento las posiciones anteriores al mismo tiempo que percibo la posición actual. Para darme cuenta que he llegado a 5 a través de un paso del tiempo tengo que percibir 5, pero tengo que representarme 4 - 3 - 2 y 1. De vuelta el argumento de Volkmann. Tienen que tener simultáneamente 1 - 2 - 3 - 4 y 5 para que 1 - 2 - 3 - 4 y 5 sean una sucesión. Es decir, ellos exigen la simultaneidad, que es una característica del espacio, para percibir o sentir o vivenciar una sucesión.
Esta cuestión, quiero decirles, no está resuelta ni mucho menos, pero nos muestra algo que yo les dije inicialmente, el estudio del tiempo siempre fue ligado al estudio del espacio, todo análisis del tiempo está vinculado al análisis del espacio.
Mi tarea hoy será probar, si puedo, lo siguiente: “el tiempo es una sucesión, es una heterogeneidad de momentos, es una sucesión que traduce, en mi opinión, una simultaneidad de posiciones en el cerebro”. Eso es lo que les trataré de demostrar hoy. Les he dicho que el espacio y el tiempo son dos heterogeneidades, vale decir, el espacio es una heterogeneidad de posiciones -no hay una igual a la otra- y el tiempo es una heterogeneidad de momentos -no hay un momento igual a otro-.
Sin embargo, en la historia de la filosofía y de la física, el tiempo y el espacio fueron tratados más bien como homogeneidades y, a mi entender, esto ha frenado el estudio de los fundamentos neurobiológicos de la sensación de tiempo. El tiempo y el espacio fueron inicialmente considerados hermanos casi mellizos.
Les quiero leer lo que Kant dice en la ‘Estética Trascendental’. Dice Kant: “no podemos nunca representarnos que no haya espacio aunque podemos muy bien pensar que no se encuentren en él objetos algunos”. La típica idea del recipiente vacío, el espacio es un recipiente y no puedo representarme que no exista el recipiente, pero puede estar vacío, puede no haber nada. “Por lo que se refiere a los fenómenos en general no se puede sacar el tiempo aunque se pueden muy bien sacar del tiempo los fenómenos”, o sea, yo puedo imaginar que corre el tiempo pero que en el tiempo no sucede nada. El espacio y el tiempo tratados como recipientes que pueden estar llenos o vacíos.
Kant escribe esto hacia la segunda mitad del siglo XVIII y responde enteramente a la filosofía de la ciencia del siglo XVII, de la ciencia de Newton. Ustedes saben que Newton pensaba que el espacio y en cierta medida el tiempo eran lo que él llamaba “Sensorium Dei”, la sensibilidad de Dios. Nosotros estamos sumergidos en el espacio y el espacio es, por así decirlo, los terminales sensibles de la Divinidad. Esto proviene de las influencias de los teólogos que estaban en torno a la Royal Society en ese momento, la Sociedad Real. Les quiero leer, fíjense de dónde saca Kant su término (“ganz wohl”: “muy bien”). A él le parece “muy bien” pensar así, que haya una cosa vacía. De dónde viene esto, viene de la idea de creer, como creían los hombres que estaban en torno a Newton, que ese gran recipiente vacío, sea el espacio o sea el tiempo, es una especie de Ser Supremo. El espacio y el tiempo han sido divinizados por los ingleses incluyendo a Newton, y por toda Europa, en ese momento.
Les quiero leer un fragmento de un libro que se llama “Enchiridium Metaphysicum”, es de 1671. El autor es Henry More, filósofo, teólogo, mentor de Newton. Dice More: “los atributos de Dios son los atributos del espacio, tanto el espacio como Dios son uno, simple, inmóvil, eterno, perfecto, independiente, incorruptible, increado, ilimitado, omnipresente”. El espacio había sido divinizado.
Permítanme en un segundo trazar una diferencia entre el pensamiento de esta gente y el pensamiento cristiano inicial. Me refiero en este caso a San Agustín. Fíjense que More, que es el teólogo asesor de Newton, por el cual Newton funda el concepto de espacio absoluto -del cual hablaremos ya porque tiene que ver con el concepto de tiempo absoluto-, dice al comparar al espacio con Dios, “eterno e increado”, es decir, siempre hubo espacio y sobre el espacio vacío Dios crea el mundo. Fíjense la diferencia con San Agustín. San Agustín decía: “no en el tiempo sino con el tiempo hizo Dios el mundo”. San Agustín refleja el mundo arábigo del norte de Africa, el universo es una cueva cerrada. En cambio el occidental tiende al pensamiento del universo infinito. De ahí la diferencia entre un teólogo y otro, entre San Agustín y More.
Lo mismo con respecto al tiempo. El tiempo en Grecia era lo mismo que el movimiento. Aristóteles decía “el tiempo es el número del movimiento”. Los Pitagóricos decían que las estrellas que giran en torno a la tierra, que la esfera celeste que gira, es el tiempo. En el Timeo de Platón, si ustedes van a su casa y leen el Timeo con calma (generalmente uno lo deja porque es el diálogo ‘Sobre la Naturaleza’ y lee otros que tienen más fama), en ese diálogo del Timeo dice Platón “el tiempo fue creado con el cielo”.
En contra de esta noción, antigua, apolínea, nace Isaac Barrow, otro teólogo que ha influido en Newton, en toda la ciencia del siglo XVII y en la filosofía kantiana. Fíjense como los griegos unían el tiempo al movimiento. Claro, solamente una cosa que se mueve comienza a estar en el tiempo, como si una cosa quieta no estuviese, estuviese en el espacio sí, pero en el tiempo no sé si ingresa, pensaban los antiguos. Dice Barrow estas palabras: “pero el tiempo ¿no implica movimiento, cambio?, respondo que no, si las cosas se mueven o están quietas, el tiempo fluye igual”. Cómo estaba en oposición con el mundo antiguo tanto como More se opone al mundo de San Agustín. Ustedes me dirán, bueno, San Agustín también era un antiguo, y bueno, yo no sé si exactamente era un antiguo, si pertenecía al mundo greco - romano, podría ser muy amigo de la gente de Milán pero él era africano, Africa nunca perteneció al mundo antiguo, habrá sido una colonia del mundo antiguo por supuesto, pero no perteneció al mundo antiguo.
Hasta aquí el problema del vacío y de la divinización tanto del espacio como del tiempo. Lo central en esto es lo siguiente, si me permiten. Nosotros decimos la materia está en el espacio, gran recipiente vacío se llena de materia. Es el concepto de materia, materia es lo que llena el espacio -en la clásica concepción antigua y también en la concepción de la física de Newton-, lo que llena el espacio. Todo acontecimiento llena el tiempo, todo suceso llena el tiempo. Parece pues que hay un antagonismo entre el continente vacío y lo que llena al continente.
Se preguntaban ¿cuál es el ser, el continente vacío o lo que llena el continente? Uno diría bueno, el continente vacío es la nada y lo que llena el continente vacío es el ser, el espacio no es nada, el tiempo no es nada, lo que vale es lo que está en el espacio, lo que está en el tiempo, el contenido no el continente. Hay un poema de Paul Valery, el poema ‘La Serpiente’ que dice esto, fíjense si no pone luz este pensamiento, dice Valery: “el universo -lo que existe- es una falla en la pureza del no ser”. Esta el espacio, está el tiempo, que no son nada, de repente pierden la pureza y aparece el universo, el contenido, aparece la materia, aparece el suceso, aparece lo que acaece. Sin embargo, tanto en Kant como en Newton el asunto fue invertido. El ser no era lo que aparecía, el ser era el continente vacío, vale decir, el espacio y el tiempo fueron elevados a la categoría del ser, a la categoría del primer principio ontológico. Esto es lo que vemos en Kant y por eso dice esto, vuelvo a leer las palabras - discúlpenme esto es un poco tedioso pero no podríamos llegar al final sin pasar por esto -: “no podemos nunca representarnos que no haya espacio pero podemos muy bien pensar que no se encuentren en él objetos algunos”. Claro, si lo que importa es el espacio, es el Ser Supremo, lo que está en el espacio es la materia. Con respecto al tiempo: “por lo que se refiere a los fenómenos en general no se puede sacar el tiempo” -no se puede sacar el ser, Supremo- aunque se pueden muy bien sacar del tiempo los fenómenos. Que esté vacío el tiempo, qué problema hay, lo que vale es el ser, el Ser Supremo. Cuánto tiene el espacio y el tiempo del ser de Parménides, del ser de los eleáticos: uno, indivisible, incorruptible, infinito, inmóvil. Curiosamente en el poema de Parménides casi no se habla ni del espacio ni del tiempo pero se habla del pensar. Y Kant acá está hablando de los fundamentos del pensar, él no dice que el tiempo y el espacio están afuera sino que están en el pensamiento.
La segunda cuestión en la cual corren parejos, como hermanos mellizos, el tiempo y el espacio, es la cuestión de la continuidad, ahí también hay una carrera pareja entre el tiempo y el espacio. Y esto para mí ha impedido sistemáticamente el estudio del tiempo y mucho más el estudio de los fundamentos neurobiológicos del tiempo, y ha cerrado de manera gravísima toda profundización acerca del estudio de la percepción, de la sensación y del pensamiento.
Pensaban, el espacio puede ser dividido infinitamente. Si yo imagino un cuchillo mental con el cual corto el espacio, lo corto en porciones cada vez más chiquitas y lo que queda chiquito lo vuelvo a cortar, y lo que queda más chiquito lo vuelvo a cortar, la divisibilidad es infinita. El tiempo lo mismo, el tiempo más corto, más corto, más corto más corto, lo sigo cortando, infinitamente divisible. Vuelvo otra vez a las palabras de Kant -ustedes me dirán este hombre es un kantiano, respondo no soy un kantiano pero no es posible hablar de filosofía sin referirse a Kant, es como hablar de política argentina sin referirse a Perón y no hay que ser peronista para hacerlo-. Dice Kant: “la propiedad que tienen las magnitudes de que ninguna parte de ellas es la más pequeña posible, se llama continuidad”. Claro, yo corto pero nunca llego a lo más chico, eso es continuidad, seguiré cortando continuamente. Y agrega: “el tiempo y el espacio son quanta continua”. No crean ustedes que Kant era en esto tan tonto como parece a primera vista. Si ustedes le preguntan a Kant: si usted corta el espacio ¿no termina más de cortarlo?, y si, es infinitamente divisible; ¿y el tiempo?, y si, es infinitamente divisible; ¿y la materia que está dentro del espacio?, ah, eso es otro cantar, eso es otra cosa. Kant trata el problema de la divisibilidad del tiempo cuando trata un tópico pero cuando se aleja de la analítica, de la lógica, y entra en la dialéctica muestra cuantas antinomias se producen con el tema de cortar o no cortar infinitamente la materia -que es uno de los temas más difíciles de la filosofía y no vamos a tratar aquí-.
Lo que quiero destacar es que durante mucho tiempo estos dos hermanos, el espacio y el tiempo, fueron tratados no sólo como vacío sino también como infinitamente divisibles, como continuos. Sin embargo hubo una especie de revolución contra esta tendencia a que se corta infinitamente el tiempo y se corta infinitamente el espacio, que es posible hacer intervalos cada vez más chiquitos y segmentos cada vez más pequeños. Hubo una reacción contra esto recién en este siglo. Por ejemplo cuando apareció la Teoría Cuántica de Max Planck se demostró que no sólo la materia es discontinua, que está hecha por átomos, átomos... ya no se puede cortar más porque ya no hay más continuidad, hay discontinuidad, el átomo, sino que la energía también tiene átomos, tiene cuantos. La teoría de Max Planck estimuló a muchos a pensar que el tiempo mismo y el espacio mismo debían tener átomos porque se preguntaban ¿no debe haber un tiempo pequeño, muy pequeño, más chico que ese ya no hay? En contra de lo que dice Kant, Kant dice podés seguir cortando, se han preguntado ¿no habrá un límite, un átomo de tiempo? Fue creado, hasta se creó un nombre, y se usó en física teórica mucho tiempo, se le llamó cronón, -en el cálculo del Levi el cronón es diez a la menos veinticuatro segundos. Diez a la menos seis es una millonésima de segundo, diez a la menos doce es una billonésima de segundo, diez a la menos dieciocho una trillonésima de segundo, diez a la menos veinticuatro una cuatrillonésima de segundo-, quizá el cronón se quedó un poco lento porque recientemente se aislaron partículas que -duran diez a la menos veintitrés- están casi al lado del cronón, se llaman “resonancias” estas partículas.
Es decir estos hermanos mellizos no sólo compartían el vacío y la continuidad sino también la discontinuidad, porque así como se fundó el cronón se hizo la idea de que debía existir también un espacio límite, un átomo de espacio, el hodón.
Es muy cómico leer todo esto porque los físicos se lo tomaban muy en serio, hoy en día pasó de moda, como pasan de moda tantas cosas, pero fíjense, siempre que se produce una revolución en un lado se produce en otro, continuo uno, continuo el otro, discontinuo el uno, discontinuo el otro.
Mucho más que el vacío y la continuidad muestra qué estrechamente hermanados están el espacio y el tiempo en la fusión de ambos, el problema de la distancia. El término distancia es un término espacial. De acá a Mar del Plata hay 400 kilómetros, es espacial. Sin embargo los físicos dicen no, el término distancia no es espacial, es espacial pero también es sucesivo. ¿Cómo sucesivo? Si, de la tierra al sol hay 150 millones de kilómetros pero el sol que veo es el sol de hace ocho minutos, es decir, hay una distancia espacial y una distancia temporal, 150 millones de kilómetros y ocho minutos. La distancia no es más instantánea, no estamos al mismo instante yo y el sol, el sol está ocho minutos antes, la distancia es sucesiva. Han fusionado el tiempo con el espacio, por supuesto esto admitiendo que la velocidad de la luz sea finita, como nadie ha probado una velocidad superior a la de la luz ahí está la fusión, ahí ha quedado.
Sin embargo, si ustedes me permiten hacer un repaso filosófico más antes de entrar en la cuestión seria, en el núcleo de la cuestión, el máximo paralelismo entre el espacio y el tiempo es que el espacio y el tiempo pueden cambiar. El tiempo puede dilatarse, fluir de manera más lenta y el espacio puede contraerse. Ustedes saben, porque todos han leído más o menos lo que hemos leído todos, que todo esto proviene de los experimentos que ha hecho Michelson y de las ecuaciones de Lorentz. Lo notable aquí es que no hay un acuerdo general acerca de lo que significa un tiempo enlentecido. Una cosa es cuando uno mira la ecuación de Lorentz, que es la ecuación que usó luego Einstein para desarrollar su Teoría de la Relatividad, por supuesto. En el sentido típico de Lorentz volvemos a Newton. Lorentz y FitzGerald lo que les están diciendo es esto: si hay un espacio absoluto y yo estoy en reposo con respecto a ese espacio, mi reposo es absoluto, si me muevo mi movimiento es absoluto porque yo estaba en reposo absoluto, pero si me muevo no sólo me acorto sino que me enlentezco, el que me ve cuando me muevo me ve más lento. Pero ojo, en el sentido de Lorentz ese que se está moviendo está más lento en serio, está realmente más lento porque el observador está en reposo newtoniano, está en reposo absoluto, es un observador privilegiado, ve la lentitud del que se aleja.
En cambio en la teoría de Einstein no hay espacio newtoniano, no hay espacio absoluto. No sabemos bien qué es el espacio en la teoría de Einstein. Comparado con el recipiente vacío y Divino de Newton, él se mueve con respecto a mí y lo veo lento -él da un paso cada diez segundos- pero él también me ve a mí lento, es decir, no es real que estemos lentos, nos vemos lentos, son apariencias recíprocas, es un efecto de perspectiva, -al doctor que está allá en la puerta lo veo más chiquito y él me ve más chiquito a mí-. Como decía Bergson, es una perspectiva de la velocidad la dilatación del tiempo y también la contracción del espacio. Sin embargo en la última teoría de Einstein, en la Teoría General, volvemos otra vez a la realidad. La Teoría General se refiere a campos de aceleración, campos gravitatorios: si alguien estuviese en un campo gravitatorio muy intenso yo lo vería enlentecido pero él no me vería enlentecido a mí. Pero hay una diferencia con Lorentz. Para Lorentz lo enlentecido era lo que estaba en el tiempo de Newton, el reloj se enlentece, el corazón se enlentece, mis pasos se enlentecen, pero no el tiempo, el tiempo sigue su paso Divino, eterno e inconmovible. En Eisntein, en cambio, es el tiempo el que se enlentece.
Había una fábula, que todos ustedes deben conocer, que es ‘El viajante’ de Langevin. Paul Langevin era un físico que en el año 11 publicó un trabajo que se llama ‘La evolución del espacio y el tiempo’ y dice lo siguiente (todos ustedes lo conocen pero lo voy a repetir para sacar las consecuencias para entrar en el tema que a mí más me preocupa), dice: “si alguien sale de la tierra en un proyectil a gran velocidad, casi a la velocidad de la luz, y se acerca a una estrella, y vuelve a la tierra, y tarda un año en ir y un año en volver, cuando vuelve tiene dos años más, pero los que están en la tierra tienen doscientos años más y ya han muerto todos”. Yo creo que nuestro amigo Langevin no ha entendido la Teoría de la Relatividad porque él hace que el de la tierra envejezca doscientos y el de la nave dos, pero no hay reciprocidad, o sea, de vuelta ha puesto a la tierra en el centro del espacio de Newton. Por qué no el viajero está quieto y la que se aleja es la tierra y la que se acerca es la estrella, y de vuelta, la estrella se aleja y la tierra se acerca, si en la Teoría de la Relatividad no hay observadores privilegiados, no hay nadie que haya comprado el boleto para sentarse en el lugar desde donde se ve la dilatación del tiempo.
Sin embargo el experimento mental de Langevin nos conduce al tema que nosotros queremos. Supongamos que este hombre tiene un hermano y el viaje no dura dos años o dura dos años pero el otro envejece menos, envejece pónganle cuarenta años. Hay un momento en que se separan y un momento en que se juntan de vuelta, hay una fiesta de despedida y hay una fiesta de regreso, en un lado mide dos años y en otro lado es un viejo de doscientos o en un lado mide dos y en otro cuarenta, pero los dos tiempos son contemporáneos, son métricamente distintos pero son contemporáneos. Vale decir, ni aún la teoría de Einstein consiguió destruir el tiempo universal. Fíjense, ya no es la opinión mía, yo no soy más que un psiquiatra, fíjense la opinión de Russell, por ejemplo. Russell tiene un libro que se llama ‘Nuestro conocimiento del mundo externo’, dice Russell: “la relatividad no destruye la posibilidad de correlacionar los diferentes tiempos, debajo de las dificultades de medición subyace el único tiempo omnímodo”. Hay un tiempo, único, se modifica según el sistema de referencia. Escuchemos a Bergson en su famoso trabajo ‘La duración y la simultaneidad’, que es una crítica a la teoría de Einstein, dice Henri Bergson: “los múltiples tiempos de la relatividad no destruyen la unidad del tiempo real, el tiempo común sigue, porque es el tiempo común a todos los otros tiempos, que son tiempos matemáticos”.
Ahora ingresamos a lo que nos interesa. ¿Se puede seguir poniendo en paralelo el tiempo con el espacio? ¿Podemos seguir con esta unión de tiempo y espacio, con este paralelismo? ¿Nos va a permitir entender de qué manera sentimos el tiempo y de qué manera funciona el cerebro cuando sentimos el tiempo? Creo que no.
Damos vuelta la página y entramos en un tema mucho más apasionante que el que pasó, porque el que pasó es un tema de filosofía de la física, que a mí singularmente me atrae. Les aseguro que... -discútanme, alguno puede estar herido por esto, por ahí si hay algún físico presente- ...yo no les creo mucho a los físicos, me pasé toda mi vida estudiando Física, por supuesto, pero no les creo mucho. Poincaré decía “un físico puede decir lo que quiere, un matemático no”.
Segunda parte. 1623, época de Descartes, época de la Guerra de los Treinta Años, época en que los ingleses le cortaron la cabeza al rey en nombre de Dios, Cromwell. Dice Galileo en un trabajo titulado ‘El ensayista’ -acá comienza realmente la milonga, acá comienza la milonga-: “me siento obligado a pensar que la materia o sustancia corpórea tiene forma, tamaño, posición, movimiento o reposo, pero mi espíritu no se ve forzado a reconocer que esa misma materia sea blanca o roja, amarga o dulce, sonora o muda, agradable o desagradable, por eso pienso que los sabores, los olores, los colores, no son otra cosa que puros nombres”. Esto ya había sido señalado por Demócrito en Grecia, por supuesto. Demócrito decía: decimos dulce, decimos amargo, decimos caliente, decimos frío pero lo único que hay es átomos y vacío. Poco después de ‘El ensayista’, veinte años después, Descartes publica sus ‘Principios de la Filosofía’- todos los que estudian a Descartes leen el ‘Discurso del Método’ y las ‘Meditaciones Metafísicas’ pero no leen los Principios que es por donde hay que comenzar para meterse en la cabeza de este gigante-, dice René Descartes, 1644: “ quien dice que ve un color o dice que siente un dolor no sabe lo que ve ni sabe lo que siente, pero conoce de modo muy distinto el tamaño, la forma, el movimiento, la situación y el número que son claramente perceptibles en los cuerpos”. Esto, cuando ustedes agarran un libro de historia de la filosofía o un libro de teoría del conocimiento, van a ver que el creador de esto es John Locke con sus cualidades primarias y secundarias. Todo lo que está en el mundo es primario, y lo que crea mi mente secundario. El antecedente está en Descartes y en Demócrito. Quiero aclararles que (siempre me gusta hablar mal de los ingleses) John Locke publicó su ensayo en 1690, hacia fin de siglo, y estos muchachos dijeron esto en 1620 y 1640; lo que hizo Locke en realidad es difundir por Europa esta idea. Esta idea, señores, esta idea es cartesiana. Descartes es un filósofo que ha sido muy criticado. Cuando yo era joven, que había más marxistas que ahora y odiaban a Descartes y a Kant y a Berkeley, se reían del “cogito ergo sum”, pienso luego existo, decían que era un masturbador mental, un sin vergüenza, un loco que no servía para nada. Yo decía si este hombre tiene tanta fama, generalmente el que tiene buena fama y tiene prestigio algo hizo -hay tipos que me dicen que la música de Beethoven es una porquería, y bueno por ahí no es tan maravilloso pero vamos a escucharlo, es Beethoven, no cuesta nada poner el oído, cuando uno pone el oído un día, dos, tres, cuatro se da cuenta que es casi insuperable-, y Descartes es casi insuperable. Descartes lo que nos dice es esto -discúlpen que yo asuma el papel de profesor de filosofía pero lo que quiero es decir mi tema y quiero atravesar el mundo cartesiano-, Descartes dice: lo que está fuera, lo que es físico, es algo matemático, son magnitudes, fuerza, número, proporción -él fue el fundador de la geometría analítica-, funciones -ese círculo significa una función, esta parábola es esta función-, afuera lo que hay, fuera de la psiquis, dice Descartes, hay números, es un mundo matemático, un mundo de medidas. Si algo se puede medir es extenso, esto debe tener una medida, es extenso, es una sustancia extensa dice, la res extensa. En cambio lo que está adentro, en la psique, no tiene medida, si tiene medida es la que copia de las medidas que están afuera, internamente no produce ninguna medida, piensa. Y ¿en qué piensa? En colores, en sabores, en sentimientos, en recuerdos. Y sobre todo pinta colores, pinta sabores, dolores, olores, calor, frío. Eso es cogitar, pensar, crear, crea color. Todos los físicos saben que es así, ahí no hay vuelta que darle; el tema es sistemáticamente evitado porque es el tema más complejo, por eso se escapan de Descartes, porque Descartes lo que les dice es esto: usted si ve un incendio piensa que el incendio está caliente, se equivoca, el incendio no está caliente, usted siente caliente; piensa que el incendio es rojo, está equivocado, usted siente rojo; piensa que el incendio hace ruido, está equivocado, el incendio no hace ruido, usted siente ruido. Todos los físicos saben que es cierto. Newton decía “los rayos de luz no tiene color”. Ustedes le preguntan a un físico por qué los tomates son rojos, y el físico contesta bueno son rojos porque reflejan la luz de seiscientos veinte nanómetros, que es la que se ve rojo, responde el físico, y pregúntenle al físico por qué veo rojo la luz de seiscientos veinte nanómetros y se terminó el físico. Este es el tema de Galileo, por eso Galileo decía “el mundo está escrito en lenguaje matemático”. Esto es lo que quería decir, es una res extensa, es una res medible, es una res de números, es una res de magnitudes, afuera lo que hay es magnitud, el incendio es un fantasma. Quiero ser lo más claro posible, sobre todo para los jóvenes que están ingresando a estudiar el mundo psíquico. Yo veo esa mesa, su longitud la veo, su ancho lo veo, su altura la veo, es decir, magnitudes, percibo magnitudes, se cuanto mide, se que está lejos, se que puedo alcanzarla caminando, se en qué dirección está, todo Galileo, movimiento, forma, número, eso es lo que está en las cosas, todo lo matemático está, todo lo que se puede medir, todo lo que es magnitud -la forma que tiene de cuatro metros así y uno de alto lo percibo-. Ahora, para percibirlo, tengo que pintar lo que percibo, tengo que ponerle un color y el color no viene de afuera, de afuera vienen ondas electromagnéticas. Como decía Flamarion ¿qué llega del sol a la tierra? Movimiento. No llega ni calor ni luz, nosotros sentimos calor del sol, vemos la luz del sol. Lo que nos llega del sol es movimiento, ondas electromagnéticas Y es que las ondas tienen longitud de onda, extensión, magnitud, siempre Galileo. Es decir, percibo, tengo la percepción, pero sólo con la sensación de color puedo pintar adentro de la cabeza. Esta es la diferencia entre percepción y sensación. Esto es lo que hace Descartes, cuando yo percibo lo numérico eso es la percepción. Ahora, cuando yo siento color o escucho ruido o siento olor o siento gusto eso no responde a nada que esté afuera, eso lo hago yo para pintar lo que percibo de afuera, para darle un contenido material. Ese es el término. Si yo toco esto tengo la sensación de impenetrabilidad -los antiguos decían la solidez-. La impenetrabilidad, no lo puedo penetrar, ¿qué es?, ¿una percepción o una sensación?. ¿Realmente hay fuera de mi una cosa impenetrable o yo la siento impenetrable? Contesta el filósofo: el dedo con que usted aprieta es un vector en este sentido con una magnitud x, la mesa es un vector en el sentido contrario con otra magnitud, lo que hay afuera son nada más que magnitudes, pero la impenetrabilidad es una sensación, eso sólo le pasa a usted, afuera no hay impenetrabilidad, sensación de solidez, de fijeza, es duro. El físico dice “es duro”, lo que quiere decir “es duro” desde el punto de vista físico, desde el punto de vista del mundo externo, que el vector que usted aplica tiene la misma magnitud que el vector de la mesa. Entonces son antagónicos y parejos y lo siente duro, pero duro no hay nada afuera, como no hay color.
Esto ha dado origen a la idea de que finalmente la materia es una cosa que hacemos nosotros. Qué es la materia? Lo que tiene color, lo que tiene olor, lo que tiene sabor, lo que tiene solidez, eso es la materia. Todos los filósofos y los físicos dicen: ojo, el color, el sabor, la solidez son creaciones psíquicas. Yo siempre digo, en la soledad, tirado en la cama pienso me gustaría ser materialista, yo quiero ser materialista. Pero la materia que tiene color, que tiene sabor, dolor, es una creación de la mente. Todos lo dicen y yo lo pienso, y realmente es así.
Esto nos conduce al problema de la diferencia entre la sensación y la percepción en el problema del tiempo. Les dije a ustedes que la sensación es la materia que pinta las magnitudes de las sustancias exteriores. Esto es Descartes, esto es Galileo, esto es la física contemporánea.
En el último libro que compré sobre la psicología de la percepción - todos los años compro un libro nuevo, desde hace cuarenta años, y los voy tirando año tras año para que no se acumulen -, en el último libro dice el autor, ya un poco más valiente: yo no sé si cuando un tipo me dice que ve verde, ve verde. Es correcto. Si vos me decís “veo verde” ¿Ves verde? Si, lo veo... ¿Ve él lo que yo veo? Capaz que ve rojo y me dice que ve verde... Es imposible de solucionar. Es rico esto que es dulce. Pregunto, él sentirá dulce o lo siente amargo y me está diciendo que es dulce. Misterio impenetrable. Toda fenomenología es autofenomenología. No es heterofenomenología. Yo no puedo penetrar en la sensación del otro, podré penetrar en la percepción del otro -si me dice eso mide cuatro metros, le digo no flaco, mide tres metros-, en la percepción podemos discutir, pero que yo crea que él ve el color que yo veo eso es una ilusión más grande que la ilusión de color. Es extraordinario, en los libros se van olvidando cada vez más de que todo este asunto de Galileo y Descartes ha sido desperdiciado, ha sido desperdiciado para el análisis del tiempo. Voy al tiempo y al cerebro.
Cuál es mi tesis, la siguiente. Volvemos a Bergson y a Volkmann. Tomemos un ejemplo de tiempo, un fragmento de una melodía. Una melodía es una sucesión, vamos a estudiar el tiempo con una melodía. Tomemos por ejemplo la melodía inicial, que todos conocemos, de la 5ta. Sinfonía de Beethoven, Allegro con brio: sol, sol, sol, mi, tres corcheas y una blanca. Sol sol sol miiiiiiiiiiii, melodía conocida por todos. Pom pom pom pommmmmm. Cuando yo siento el mi, pom pom pom, los tres soles han pasado a la memoria, pero para que yo sienta que el sistema es pom pom pom pommmmmm -que no es solamente pommmmmm, que es la que estoy percibiendo- tengo que tenerlos todos simultáneamente. Para sentir la sucesión tengo que tener, al mismo tiempo que el mi presente, los tres soles que pasaron, los tengo que tener a la vez.
Qué es lo que yo vine a descubrir dentro de mi microcefalia? Que cuando voy por el mi, el mi es una sensación, miiiiiiiiiiii. Pero los tres soles ya no son sensación, ya no son sonido, son percepción, son una magnitud pero no son sonido. Si yo escucho un acorde sol mi tengo el sol y el mi, entonces si tengo dos sensaciones -como tengo una sola garganta no puedo decir cómo es un acorde, no me sale un acorde, si hubiese un piano acá mucho mejor me podría explicar-.
El hecho es el siguiente. En el cerebro los mensajes entran a la corteza cerebral por las áreas que primero maduran, que son las áreas sensoriales, lo que Flechsig llamaba los campos primordiales, son muy pocos. Alrededor de esos campos la corteza es muy extensa y se mieliniza muy lentamente, son los campos terminales. Primordiales y terminales. En un chico recién nacido miran el cerebro y tiene mielina nada más que en los campos primordiales, en los terminales no hay ni una gota de mielina, al año ya hay mielina en casi todo el cerebro pero falta muchísimo todavía, esto lo he dicho yo mil veces. Bueno, el estímulo entra al área primordial, que será la sensorial, y sigue una ruta transcortical hacia los campos terminales. Mientras el estímulo que se recibe en el analizador periférico está en el campo primordial es sensación, cuando los tres soles van pasando por el área primordial se escuchan los soles, pom pom pom. Hasta que el mi pasa por el campo, pommmmmm, los otros soles están en el campo terminal, ya se fueron del campo primordial. Pero como el campo primordial y el campo terminal están en el espacio y el espacio se caracteriza por la simultaneidad, las cuatro notas están en simultáneo, las tengo en el cerebro a las cuatro notas, una está sonando ahora pommmmmm y los otros son los soles que habían sonado antes pom pom pom. Cuando escucho el mi, los otros tres soles están perdidos en los campos terminales, ya no son sensación, pero son percepción, los tengo, los tengo a mano, no los tengo como sensación pero los tengo como percepción, se cuanto valen musicalmente, son tres soles, si soy un músico me represento el pentagrama -yo no soy un gran músico más bien soy un mal músico, pero soy músico, muchas veces escucho una sinfonía y me resulta inevitable ver el pentagrama, me resulta inevitable ver las manos en el piano, se donde están, se que tengo tres soles al mismo tiempo que tengo el mi-.
Mi tesis es la siguiente, sensación en el área primordial, tres percepciones perdidas en el pasado. Si está al lado del campo primordial, donde está la sensación, es el pasado reciente. Si está lejos es el pasado remoto, eso es percepción. Cómo pinto esa percepción, porque en sí la percepción es inconsciente, si no la pinto de un color, si no le pongo un sonido, un olor, un sabor no lo siento. Es absolutamente inconsciente la percepción sin sensación. Fíjense la cantidad de tonterías que se escriben sobre sensación y percepción sin tener en cuenta la tradición cartesiana, galileana, kantiana. Me molesta porque los que escriben libros sobre psiquiatría jamás han leído a Descartes y lo han leído más o menos para aprobar algún curso -hay que pasarse veinte o treinta años estudiando a Descartes, más o menos para ir entrando-.
Mi tesis es pues la siguiente. Lo que tengo en el cerebro, simultáneamente, es una heterogeneidad espacial. Tengo que pintarlo con alguna materia... la materia del tiempo. Cuando la psique pinta eso lo hace con una heterogeneidad de sucesión. Ahora sol sol sol mi no es sólo la sensación de mi sino la sensación de una sucesión. Esto es lo que quiero decirles. Kant decía “hay un sentido externo y un sentido interno”. Yo quiero usar el mismo término. El sentido externo es el mi que está pasando por el área primordial, pommmmmm. Pero que yo tome a la vez los tres soles y el mi, eso es sentido interno. Fíjense que Kant decía -que cosa seria, Kant decía, es tan difícil de entender esto, se han muerto muchos tipos sin entenderlo, esta parte que les voy a decir..., se han ido a la tumba como atorrantes sin entender nada- dice el gigante de Königsberg: “el sentido interno tiene como forma el tiempo”, digamos que le pega en el poste a lo que yo quiero decir. Porque para mí el sentido interno lo que tiene de tiempo no es la forma sino la materia, el tiempo es la materia del sentido interno. Ustedes me dirán “doctor déjese de embromar, el tiempo está ahí afuera y lo percibimos, por qué pasa toda esta hora enloqueciéndonos con estas cosas”. Entonces yo les pregunto a ustedes, muy bien, si ustedes dicen eso contéstenme lo siguiente: yo puedo percibir color porque hay una energía que entra al ojo, que es la energía electromagnética de la luz, puedo percibir sonido porque hay una energía de aire comprimido con una longitud de onda determinada que entra aquí, puedo percibir olor porque hay una configuración molecular que actúa sobre los receptores de la mucosa, es decir, hay algo afuera que es energía... La pregunta es, el tiempo ¿qué clase de energía es? El tiempo no es energía. La energía está en el tiempo si ustedes quieren. Nadie ha dicho que el tiempo sea energía. Einstein, que es el más audaz de los pensadores del siglo, dijo que la energía es igual a la materia -lo cual implica un brillo mental inigualable- pero nunca dijo que era igual al tiempo. En un fragmento dice Einstein: “todos tenemos el tiempo, adentro, sentimos que una cosa está antes y otra después, pero si lo queremos medir ponemos un reloj, el reloj objetiva el sentido del tiempo”. Fíjense que no arranca del reloj, arranca de adentro. Cuando leía dije qué viejo zorro, que prolijo en su pensamiento. Einstein no era un hombre al que le gustara la filosofía occidental, era muy rebelde, odiaba a esos profesores alemanes, y como cayeron los alemanes cayeron todos, estaba podrido de todos ellos, así que ni los cita, pero cuando escribe, escribe con una honestidad sorprendente.
El resumen de lo que les quiero decir es esto. Yo creo que sentimos el tiempo porque pasamos de una heterogeneidad espacial, que es sustancial, que es una sustancia, que tiene métrica, que tiene medida, cuando a esa heterogeneidad la diferenciamos en una heterogeneidad sucesiva. Creo que el gran trabajo que hace la psique, la creación de la psique constantemente repetida por todos -los colores son creaciones de la psique, los olores son creaciones de la psique, el dolor es una creación de la psique, todo eso constantemente repetido-, la creación de la psique es transformar una heterogeneidad en otra heterogeneidad. La heterogeneidad de posición en la heterogeneidad de sucesión. Lo que son en el cerebro posiciones, en la psique son momentos. La melodía de Beethoven sol sol sol mi adentro es una sucesión, acá en el cerebro son posiciones, lo sentimos como sucesión. Puedo decir esto, puedo decir que el tiempo es una sensación porque el tiempo sistemáticamente pinta la percepción, pinta la magnitud. Y esto es una magnitud extensiva, hay que pintarla, hay que sentirla. Ustedes me dirán, entonces para usted el tiempo es como el color. Efectivamente eso es lo que quiero decir, que el tiempo es como el color, que el tiempo es como el olor, que el tiempo es como el amargo, como el dulce, etcétera. Sé que el noventa por ciento de los que están presentes no están de acuerdo, lo cual me pone muy contento, índice de que voy bien.
Yo quiero concluir esto, si me permiten cinco minutos, porque esta cuestión del tiempo nos conduce inexorablemente a la diferencia entre el mundo físico de la magnitud y el mundo psíquico de la sensación, es la diferencia entre el cuerpo y el alma, entre lo físico y lo psíquico... Yo estoy escribiendo un libro, que quizá nunca termine, sobre la naturaleza de lo psíquico. Las conclusiones del primer capítulo las traje, es una sola página, la quiero leer y después nos vamos:
“La diferencia entre los mundos psíquico y físico es en lo más profundo la diferencia entre materia y sustancia. Materia y sustancia, los dos términos más problemáticos de la filosofía y de la ciencia. El mundo psíquico es material, pues materia es todo ente que manifiesta o revela formas, esencias, magnitudes, prototipos. El mundo físico en cambio es sustancial, pues sustancia es todo ente increado e indestructible, porque ser creado o ser destruido implica primero ser tiempo y el mundo físico sólo es extensión, magnitud extensiva, espacio, medida, número, proporción, función matemática, escala, vector. Pero el mundo físico siendo increado e indestructible no es un mundo fijo, no es un mundo de Parménides, no es un mundo inmóvil, no es un mundo eleático, pues las magnitudes se alteran y se alteran porque permanecen, permanecen increadas e indestructibles. Kant (en la primera analogía de la analítica de los principios) escribe una frase tan curiosa como profunda, en la que parecen fundirse las tradiciones antagónicas de Parménides y de Heráclito, dice Kant: “en una expresión que parece algo paradójica podemos decir sólo se altera lo permanente, la sustancia”. Hasta aquí la frase de Kant. En el polo opuesto a esta física permanencia espacial, que no puede crearse ni destruirse, está el tiempo, el tiempo que nace como sensación en el alma y que muere con el alma. Acá están los grandes pares de la filosofía, magnitud y sensación, verdad e ilusión, sustancia y materia, cuerpo y alma, cantidad y cualidad. El cuerpo, el cuerpo puro, formal, matemático, esencial, incluyendo el cerebro, es un sistema espacial de magnitudes, que no es creado ni destruido, que sólo se transforma, se altera. En el alma en cambio habita el tiempo, tiempo que nosotros creamos como vida e historia, como anhelo entre el nacer y el morir. Esta interioridad creadora lucha contra el destino de lo transitorio proyectando su contraimagen en el enigma del escenario cósmico y desocultando la única ilusión que no está en el tiempo, la eternidad”. Muchas gracias.
Notas al Pie:
11º Congreso Internacional de Psiquiatría, 2004. Conferencia inaugural