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ALCMEON 47 Año XV - Vol.12 Nro. 3- octubre de 2005  pag. 300 a 310

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ISSN 0327-3954                            ISSN 1514-9862 (Internet)

 

 

 

Tipos de relación del psicópata

Hugo Marietán

Introducción

El psicópata es primero un ser humano. Ninguna de sus acciones escapa al espectro conductual posible de cualquier humano. El hecho se ser calificadas de aberrantes, estrafalarias o anormales radica no en la acción en si sino en las circunstancias, la intensidad y el modo en que son llevadas a cabo tales acciones.

Un ejemplo: la antropofagia es un hábito superado en la mayoría de los pueblos del mundo. Ocasionalmente aparecen casos de antropofagia en situaciones de extrema necesidad como fue el accidente aéreo de los jóvenes uruguayos en Los Andes. Estos eran en su mayoría estudiantes universitarios practicantes catolicismo. En el año 2003 un alemán se comió a otro, nadie dudó en calificar esta acción de psicopática o psicótica, sin embargo estas dos acciones en esencia tienen el mismo contenido: personas que ingieren carne humana. Son dos acciones realizadas por humanos y, si en esencia estas dos acciones son semejantes, ¿qué es lo que hace que tipifiquemos como psicópata al caníbal alemán y no a los jóvenes uruguayos? El motivo. El caníbal alemán respondía a una necesidad especial, individual, intransferible y no derivada de carencia de sustitutos alimenticios. Los jóvenes uruguayos respondían a la consigna ’antropofagia o muerte’. También podemos distinguir con este ejemplo el modo en que llevada a cabo la acción: la manera burda, improvisada, en los jóvenes uruguayos, y el ornato de ceremonia en el caníbal alemán. Podemos encontrar otra diferencia, la resonancia afectiva de la acción, el displacer, el traspasar la repulsión en los sobrevivientes de Los Andes en contraste con el placer del caníbal alemán. La intensidad de la acción es otra diferencial, el largo proceso de madurar una idea que resultaba atroz hasta que la necesidad de seguir con vida la hizo posible versus la preparación lúdica del acto del caníbal alemán. La repetición es otro rasgo que debe anotarse aquí, es muy improbable que alguno de los participantes de la odisea de Los Andes repita la antropofagia, para el alemán la repetición era un hábito. Encontramos en la empatía otro elemento distintivo, podemos decir que puestos en la situación de los rugbiers uruguayos cualquiera hubiera hecho lo mismo pero un porcentaje ínfimo de la población puede imaginarse en la situación del caníbal alemán. También hay que destacar la posición de la persona respecto de tan particular alimento, sobre Los Andes, en los nevados picos, una persona comía a otra persona, en un pueblito de Alemania, una persona comía una cosa. Desde lo psicológico esta es una postura definitoria en el concepto de psicopatía. La cosificación, quitarle al otro los atributos de persona para valorarlo como cosa es uno de los pilares de estructura psicopática. Esta concepción del otro como cosa le permite al psicópata disponer de él según el arbitrio de su voluntad y sin ese displacer interno que llamamos culpa.

Con esta comparación se han planteado las principales características que determinan la tipificación del psicópata. La psicopatía es una manera de ser, no es circunstancial ni adquirida, no corresponde a una etapa en la evolución del individuo, ni a una fase ni a un aprendizaje. No se está psicópata, se es psicópata. Los rasgos de esta personalidad se manifiestan aun en la infancia, se acentúan en la adolescencia y se despliegan plenamente en la adultez y permanecen hasta que el individuo perece. El psicópata tiene necesidades especiales y formas atípicas de satisfacerlas. Es esta necesidad especial, como en el ejemplo del caníbal alemán, lo que impele al acto psicopático. Y es la clase de necesidad especial lo que va a dar los distintos tipos de psicopatía. La necesidad de comer carne humana al antropófago, la necesidad de matar al homicida recurrente, la necesidad de violar, de quemar, de poder. La necesidad en sí no puede ser satisfecha de cualquier manera, hay un como, un modo que es casi tan importante como la necesidad misma, la acción debe tener una forma para configurar el acto psicopático, aquí cada psicópata tiene su estilo, su sello, su perfil. Un ejemplo: una joven camina por una calle solitaria en Quilmes. Un auto frena a su lado y un hombre amenazándola con un revolver la obliga a subir al coche y la lleva a un descampado. Allí le dice que la va a violar a lo que la joven le responde que no es necesario, que a ella le gusta, y que le va a encantar hacer lo que él le pida. El violador le coloca el revolver sobre la cabeza y le dice ‘es probable que te mate después’ a lo que ella contesta ‘todos tenemos que morir un día y si ésta va a ser mi hora hagamos el amor’. Esto determinó que el psicópata no pueda tener una erección ni llevar a cabo el acto. El necesitaba de la descarga adrenérgica del terror en la violada, sin esas manifestaciones del miedo, sin ese efecto de poder sobre el otro la acción no tenía el ornato que configura el acto psicopático, entonces perdió el sentido a pesar de que la acción pura en si le fue dada, la penetración de la mujer. El acto perdió la gracia y la condición psicopática, de modo que el psicópata abandonó a su presa. Aclaremos que este es un hecho inusual por el manejo de la situación de la frustrada víctima, que tal vez respondía a características personales que no se analizarán aquí y que hicieron que el psicópata se sintiera una cosa. Los otros rasgos devienen de estos dos pilares: la necesidad especial y la cosificación. Alguien que tiene una necesidad especial debe poseer la amplitud mental, la libertad mental, para diseñar la satisfacción de la misma y darle el marco de justificación a esas acciones, es lo que se conoce en la literatura como la creación de códigos propios. Ya que los códigos comunes lo acotan y estrechan sus posibilidades de satisfacer ‘legítimamente’ tales necesidades. Es esta libertad la que genera las leyes propias que van a justificar su accionar psicopático, y mientras el psicópata se maneje dentro de esta ley ninguna de las consecuencias de sus actos le generara lo que llamamos culpa. Esta mente tiene la posibilidad de ubicarse en dos planos, el plano de lo cotidiano, lo común, y el plano de lo psicopático. Es así que pueden desempeñar tareas y ejercer conductas que no resultan desfasadas de las conductas comunes a una comunidad. Eso le permite insertarse sin estridencias en cualquier ámbito del corte social y en el otro plano, con otras personas u otras circunstancias desarrollar sus actos psicopáticos. Esto se resume diciendo que el psicópata no tiene el ciento por ciento de acciones psicopáticas sino sería fácilmente detectable, señalado y marginado. Establecidas las principales características de la psicopatía para el marco de este trabajo, vamos a abocarnos a los tipos de relación del psicópata.

Tipos de relación del psicópata

El psicópata tiene, al menos, tres modos de relacionarse psicopáticamente con el otro.

El asociativo: es cuando un psicópata entra en relación con otro psicópata. Este tipo de asociación se da cuando el proyecto que debe realizar lo supera ampliamente como individuo. La relación es tensa y el equilibrio se mantiene mientras persista el objetivo. Hay que recordar que estamos hablando de personas altamente narcisistas, egocéntricas; en consecuencia, el apego que puedan tener sólo lo justifica el objetivo.

El segundo modo de relacionarse con el otro es el tangencial, es decir, cuando el psicópata se encuentra con la víctima ocasional; cuando ejerce su psicopatía en función de una acción de tipo delictiva, una violación, una estafa, por ejemplo. Es un encuentro ‘puntual’.

Otro modo de relacionarse es el complementario: cuando el psicópata encuentra su complementario, o el complementario encuentra su psicópata. La relación es de doble vía y está lejos del preconcepto víctima-victimario; ambos participan activamente para mantener el vínculo. Considero que la persona que logra permanecer junto a un psicópata, no es otro psicópata, como habitualmente se entiende. Yo creo que el que más chance tiene de relacionarse y permanecer con un psicópata, es un neurótico. Estas relaciones son metaestables, se mantienen, pero con explosiones y desequilibrios a lo largo de todo su desarrollo.

 

El modo asociativo

En esta forma de relación se expresan intereses comunes. Ambos psicópatas se necesitan por poseer “talentos” distintos y necesarios para conseguir ciertos fines. Aquí se negocian las áreas de poder y el eje tensional pasa por el objetivo a cumplir. Es por esto que este tipo de personalidades pueden mantenerse en relación. Como dijimos más arriba tratándose de narcisistas sólo el hecho de perseguir un objetivo hace tolerar la presencia de otro narcisista. Es una relación objetivamente utilitaria por ambas partes y ambos conocen esta situación claramente. Cundo se concluye el proyecto se acaba la relación.  Veamos un ejemplo de asociación extraído del diario Clarín:

Los Puccio

En los diccionarios, «clan» se define como «un grupo restringido de personas unidas por vínculos e intereses comunes». También, como «una extensión de la familia». En la historia del delito en la Argentina, si se le agrega el adjetivo «siniestro», la palabra «clan» es sinónimo de un apellido: Puccio.

Todo empezó en 1982, cuando se pasaba de la inconsciente euforia al doloroso llanto: la llaga de la guerra de Malvinas era el principio del fin para la peor dictadura soportada por los argentinos.

En ese contexto, Arquímedes Puccio -un contador público y ex diplomático- tuvo una «idea» para juntar dinero: secuestrar a empresarios que él conocía, cobrar rescate y, después, matarlos.

Para su «empresa» convocó a varios amigos: Guillermo Fernández Laborda (se conocían desde la década del 70 cuando iban a la Escuela Superior de Conducción Política del Partido Justicialista); Roberto Oscar Díaz (encargado de una concesionaria de autos importados); el coronel retirado Rodolfo Franco y Herculiano Vilca, un albañil que, dicen, se encargó de acondicionar el sótano de la casa de Puccio para ocultar allí a las víctimas.

Debutaron el 22 de julio de 1982, secuestrando al empresario Ricardo Manoukian. Su familia pagó 500.000 dólares de rescate, pero no volvieron a verlo vivo. Según se probó después, el entregador fue Alejandro Puccio, hijo de Arquímedes y amigo de Manoukian. Cuando encontraron su cuerpo tenía tres tiros en la nuca.

Para secuestrar al ingeniero Eduardo Aulet (desapareció el 5 de mayo de 1983) contaron con otro entregador: Gustavo Contepomi. Aulet también era conocido de Alejandro por haber jugado al rugby.

Es que el hijo de Arquímedes era famoso como deportista: no sólo jugaba en el Club Atlético San Isidro (potencia en el rugby) sino que había integrado el equipo de Los Pumas, el seleccionado nacional.

El cadáver de Aulet fue desenterrado recién en 1987, en un campo de General Rodríguez. De nada había servido que su familia pagara cien mil dólares de rescate.

Para el empresario Emilio Naum las cosas no fueron diferentes. Conocido de Arquímedes, el 22 de junio de 1984 paró su auto cuando vio que Puccio le hacía señas. El encuentro no era amistoso: el clan lo había elegido como blanco. Se resistió y lo mataron de un balazo en el pecho.

Pero la impunidad del clan no era para siempre: se terminó un año después. El 23 de agosto de 1985 la Policía liberó a Nélida Bollini de Prado, una mujer por la que el grupo pedía 500.000 dólares. Llevaba 32 días en el sótano de la residencia de los Puccio, en San Isidro. Había perdido varios kilos y se la veía muy desmejorada, pero estaba viva. Fue la clave para descubrir los anteriores asesinatos.

El lugar pasó a conocerse como «la casa del terror»: el sótano era un cajón de hormigón armado de donde no salían los ruidos y en el piso había ganchos de acero. Y el clan fue detenido. En el grupo estaban incluidos también Daniel y Silvia Puccio (otros dos hijos de Arquímedes) y Epifania Calvo (su esposa). Después, ellos tres fueron liberados.

En abril de 1997, tras pasar 11 años en la cárcel, Alejandro salió bajo fianza. Su padre, condenado a reclusión perpetua, sigue preso. Igual que la dictadura, el mal recuerdo del «negocio» de los secuestros y los asesinatos quedó como símbolo de un terrible pasado.

 

En este ejemplo se muestra con claridad la asociación en la que distintas personas juegan roles diferentes para conseguir un objetivo y mantener un tipo de tarea. Los secuestros fueron varios y la metodología era la misma: terminaban con la muerte del secuestrado. Es decir, los integrantes del “clan” eran plenamente concientes del resultado de su tarea, no era un echo aislado, o accidental, duró al menos 3 años.

 

El modo tangencial

El encuentro con el psicópata es fortuito, inesperado, puntual. No es previsto por el otro. Es el claro ejemplo de victima –victimario. Por lo general se ejerce la coerción. Para dar un claro ejemplo narraremos el siguiente caso. (Una lectura sobre la distinción entre persona, mujer y hembra puede encontrarse en: Esquema relacional de pareja:                         

 

El día en que Dios falló

Mara de 38 años, morocha, pelo largo, iba a su trabajo a las seis de la mañana por la zona sur del conurbano bonaerense. Veredas estrechas bordeadas de casas de maderas y chapas. De costado, detrás de un árbol, alguien la abraza, le muestra un arma y la empuja a una casilla inmediata de la Villa. No tiene tiempo de reaccionar. Recuerda encontrarse adentro, empujada y abrazada. Hay otro hombre que le dice al que la tiene: “Che, dejala ir”. Muy cerca de su oído la voz dice “ya estoy en el bondi y no me bajo más”. El otro se va y casi en la puerta tira: “no la arruines, usa forro”. La eleva, casi no toca el piso, hasta el dormitorio, o lo que hace de dormitorio. Ahí empieza a reaccionar y le ofrece dinero. “No quiero dinero”, dice la voz, “quiero una mujer, recién salgo de la cárcel”. Pide que no le haga nada, que tiene hijos, que por favor. Llora. “No me llores”. Ella siente su respiración fuerte y discontinua. Su instinto de hembra sabe que no tiene chances, pero su voz suplica, hay una luz en lo inevitable: tal vez el que se fue busque ayuda. “¿Cómo querés que te la ponga, con forro o sin forro?” Ella no contesta, no entra en la trampa. En una mesita hay varias armas. Tiene un tatuaje en la mano. Una cicatriz en la cara. Toma un revolver y se lo pasa suave por el cuerpo, se detiene en los pezones, sube al cuello, baja a las piernas, siente el caño penetrar suave en su sexo. Él se ríe. “te gusta, te gusta…” le murmura, y más cosas, más palabras. Se pone el forro. La penetra con urgencia, con la violencia de la espera. El forro no resiste y él: “¡Uy!, se rompió, ¿viste?” y se ríe. La radio, a propósito, está muy fuerte, pero ella escucha la respiración y esa humedad en su cuello y siente su olor. Acaba. Se aparta un poco y toma el revolver, saca las balas y deja una. Hace girar el tambor y apoya el caño debajo de su mandíbula. Y le explica: “si sale el tiro entra por acá, pero te sale por este lado de la cabeza y te hace un agujero así” y hace girar su dedo en la cabeza de ella. No contesta. Sabe que nadie vendrá, y le ruega a Dios, que la salve. Siente cómo gira el tambor y el ruido seco del percutor sobre la nada. “Che, qué suerte que tenés, probemos con otro”. Y toma otra arma, carga otra bala. Y le explica: “si sale la bala entra por esta sien y sale por la otra y te hace un buraco así”. Todo su cuerpo es una cuerda tensa, no respira y el tambor gira y el golpe seco, y él se ríe y se calienta y la penetra de nuevo. Otra vez el jadeo y la baba en el cuello, las palabras y el olor y Dios que no viene. Después la sigue acariciando y se pone a un costado. Al rato se levanta, va al baño: “si te movés te mato”. Deja la puerta del baño entreabierta. Ella salta de la cama y corre hacía la otra puerta de chapa que no tiene picaporte, y sus uñas se prenden a la pestaña metálica y tira. Y se abre, y aparece el pasillo, ya es de día, y sale corriendo por ese pasillo casi infinito. Lo siente atrás, corriendo también, escucha sus pasos, su voz que la insulta “¡vení hija de puta, te voy a matar, vení!”. Ella corre y golpea contra las paredes del pasillo que de pronto se termina y aparece en la calle, donde hay gente que la mira, donde se cae, donde la ayudan. “¡Me violaron!”, dice, “me violaron”. La llevan a la comisaría y cuenta; viene la médica y cuenta; viene la de la obra social y cuenta. Dice lo que le hizo el tipo, lo del revolver, lo que le decía, pero no que la violaron. No se lo dice a su esposo, ni a sus hijos. Sólo a una amiga. Ni a la psicóloga que la ve días después. Otra vez lo del revolver… “¿te violó?”. Ella llora, que no se acuerda bien, que se dio cuenta porque tenía semen entre las piernas. Y habla y llora y tiene suspiros, temblor, palpitaciones. Cuenta que no quiere estar sola, que mira por la ventana y se oculta porque lo ve pasar y él la mira. Que se baña y se refriega pero ese olor en el cuello no sale. Que escucha la voz que le dice aquellas palabras. Y se vuelve a bañar, y llora. Que está sucia. Que se mira al espejo y no es ella, que ya no es ella, la de antes. Cuenta que de pronto sale corriendo a la calle, rumbo a la casa de él. “¿Para qué?” pregunta la psicóloga. “Para que me mate a mí y no a mis hijos, sé que vendrá”. Corre y siente los pasos de él y la voz de él que la sigue. Controla la calle por la mirilla de la puerta. Camina por la calle y la gente la mira y sabe, saben todo lo que pasó. Estoy sucia, repite, y llora. Sus hijos la abrazan, su marido la abraza, pero es el abrazo de él y el olor de él y los rechaza. No se peina, no se arregla. No deja que el marido la penetre, cree estar contagiada: “Ya me arruinó la vida a mí, no quiero que arruine la de mi esposo”. La psicóloga pregunta: “¿Qué es lo que más te afectó?”. “Jugó con mi vida”, responde. No la violación. “Jugó con mi vida”. Ya no seré la misma de antes, dice. Otro día la llaman de la comisaría para que reconozca en rueda de sospechosos. Lo vio. Tenía el pelo más corto y teñido: “Es ese, el de la cara cortada y el tatuaje en la mano”. Está preso. Pero ella aún no puede mirarse al espejo, le da bronca, está sucia. “Antes me arreglaba, me sentía fuerte, ahora no”. Duerme mucho, está cansada, con la mente agotada. Encontró un rincón en el living donde se siente mejor, y allí se refugia a veces. Le dicen que debe luchar, salir de ésta por sus hijos y ella pregunta: “¿Y yo qué?”. Ellos no entienden, no estuvieron allí para entender esto. “Veo lo que me pasó como una película con pedazos que todavía no se juntan, ¿viste?; fotos de la vida”. Se ensimisma y hay que traerla. La psicóloga y el test: “¿qué es lo que nunca serías?”. Y ella: “psicópata”.

 

Comentario a modo de análisis:

Si bien este es un hecho reciente y la persona no puede aún recordar todo lo que pasó, sino por fragmentos, podemos realizar algunas especulaciones a sabiendas de que el lector le dará ese rudimentario valor.

Ella camina a su trabajo y sorpresivamente se encuentra con el psicópata. Este hecho, la sorpresa, y la rápida acción del psicópata que la abraza y la arrastra a la vivienda inmediata por el pasillo hasta la habitación, hace que ella no pueda reaccionar en un primer momento. Es muy distinto cuando uno se siente seguido y el cerebro y todo el cuerpo se preparan para la posibilidad del ataque. Aquí no hubo tiempo para eso. La perplejidad no se despeja hasta casi terminada la segunda penetración. El pensamiento mágico acude en su alivio en dos momentos cuando piensa que el otro, el que se fue, va a pedir ayuda. Esta esperanza se desvanece rápidamente, y sólo le queda lo trascendente, la ayuda de Dios. Luego la realidad le corta estos atajos y cae en la indefensión. Está a merced de un psicópata. Alguien que se apoderó de su cuerpo y dispone de su vida. Y se entrega. Deja hacer. No tiene chance. Cuando el psicópata le deja un resquicio, salta de la cama y se juega a todo o nada y salva lo que puede.

El psicópata tiene una necesidad y sale a cazar una hembra. Se oculta detrás de un árbol y ataca a su presa. Así de sencillo. Su compañero le advierte el peligro, pero él está hambriento y jugado. Hará lo que tiene que hacer. Después se verá. La tiene en sus manos y, como un gato, juega al terror. A ver el terror en esa mujer. A recorrer ese cuerpo con la prolongación de su pene hecho revolver. Juega a la ruleta rusa, a sabiendas que no saldrá el disparo (conoce de armas y la ubicación de la bala). Pero ella no lo sabe. Y disfruta. Tal vez porque alguna vez se lo hicieron a él y sabe qué se siente. Qué siente esa mujer cuando golpea el gatillo: esa mezcla de terror y alivio. Y se excita, y esta connotación sexual hace a este acto sádico. De no existir lo sexual, sería un acto cruel. Juega al poder. El psicópata es lúdico, apuesta. ¿Por qué se fue al baño y descuidó a su presa? Porque pensó que esa hembra estaba satisfecha, que le había gustado lo que pasó; apostó a que no se iría. Tal vez en algún momento del acto haya sentido o imaginado que la hembra le respondía. Y se frustra cuando ella escapa, y no la mata; puede hacerlo, tiene un revolver en la mano. Pero hace otra apuesta, que no va a pasar nada. Y no se va del barrio, donde lo conocen. Apenas se tiñe el pelo. Está en los psicópatas esa sobrevaloración de sí mismos, ese confiarse en que la víctima no hará nada, ese optimismo ingenuo, sin bases. Los policías saben de este hecho, los violadores creen que sus víctimas disfrutan y que los van a proteger. A veces pasa. Recientemente una chica violada pidió al juez casarse con su violador preso. Pero éste no es el caso.

Ella, una víctima neta, se mira al espejo y tiene bronca, se ve sucia, se culpa. Ya no será la misma. En una primera línea es fácil interpretar esto: este trauma puede dejar esa secuela. Y esa carrera automática hacia la casa de él…Entendemos a la mujer y su asco. Pero de su hembra no podemos aventurar nada; como ella dice: no estuvimos allí. Sí sabemos que el psicópata nada en oscuras profundidades, y a veces no va solo.

   

El modo complementario

Nos concentraremos en esta forma de relación del psicópata con el otro donde encuentra su molde, donde encastra ajustadamente para ejercer su acción psicopática y para ser “contenido” en tanto psicópata. Al igual que la metáfora enzima- sustrato, llave-cerradura, el psicópata encuentra en este tipo de individuos su par, aquel que lo complementa, le llena sus huecos, lo satisface. Y a su vez, el así llamado complementario, pasa por el mismo proceso: encuentra el ser especial que le llena sus vacíos y trae a la superficie sus insatisfacciones más profundas, más ocultas, más oscuras, más (pido licencia para este término) animal. Encuentra alguien que le acaricia su “animalito” y donde puede manifestarse en tanto animalito. Con esta palabra quiero expresar nuestro fuerte componente irracional, el que subyace debajo de todas las capas de la educación, de “civilización”, el que permanece en aparente silencio, domado por tanta carga inhibitoria del “deber ser” y es, al decir de Nietzsche en Genealogía de la moral, “un animal enjaulado que golpea sus barrotes”.  Agradeceré al lector que evite la analogía con el concepto freudiano de “ello”, no por desconocer la riqueza de esta postura, sino que, para nuestro tema, lo llevará a una vía desviada y muerta. Bien, entonces el psicópata abre esta jaula y le da permiso al animalito del complementario a manifestarse. El psicópata ilumina estas zonas oscuras del complementario y las pone en acción. Esto es un efecto secundario del accionar psicopático y no tiene nada de solidario, docente o pensado para beneficiar al complementario. Repetimos y lo haremos muchas veces más, el psicópata trabaja para sí mismo.

Este poner en marcha estas zonas oscuras deslumbran por un lado al complementario y por otro lo dejan perplejo primero y, muchas veces, avergonzado después: “¿cómo pude hacer eso?”. Para un tratamiento más completo sobre el complementario léase “El complementario y su psicópata” en http://www.marietan.com.

Veamos esta comunicación que me llega vía Internet, las trascribo porque me parece un modelo de los tantos casos que he asistido. Prácticamente se dan todos los pasos de este tipo de relación que es, al análisis de una persona común, increíble, hasta inverosímil. Sin embargo, la repetición de casos similares, me ha llevado a la conclusión que estamos frente a un estilo de relación no antes develada, que está muy lejos de las relaciones de tipo neuróticas y también de las psicóticas y aún de las perversas clásicas. Hay un juego de poder ejercido por el psicópata sobre la complementaria que es semejante a la fascinación, tan cercana a la sofrología. A medida que lean el relato, que es textual, les resultará cada vez más, desde la empatía, incomprensible: cómo una persona puede llegar a soportar tanto, cómo es que no se salió antes de ese sistema, cómo es que puede pasar algo así. Hasta pueden creer que se trata de la manifestación de una mitómana. Sin embargo no es así, he seguido el caso por meses, me he comunicado con familiares que constataron los hechos. Bien, va el relato:

 

Contra viento y marea

“Lo conocí hace 6 años y realmente al principio no me lo tome demasiado en serio, yo llevaba un año de separada y para mi era un chico divertido con el cual salía una vez por semana o cada 15 días, muy extraño, pero que desde el principio me genero una ternura y un sentimiento intenso de intentar ayudarlo. La imagen que yo tenia (y aún a veces tengo) era la de un perrito abandonado al que podía recoger y consolar. Desde el principio él fue extraño y poco claro al contar su historia, yo no tenia claro ni dónde vivía ni qué hacia, y me contó una historia sobre su empresa con una supuesta oficina con 11 empleados y supuestos socios que nunca terminaban de tomar forma ni nombre ni nada. Pero yo en realidad lo tenia más como compañía sexual que otra cosa (ahí un anclaje fuerte con él).

Al cabo del tiempo ya me fui centrando más en él poco a poco, y él empezó con un hobbi de alquilar habitaciones a inmigrantes ilegales y reformar pisos, etc. Yo hasta ese momento tenía la idea de que era un adicto al trabajo, cuyo celular sonaba a todas horas por que eran los abonados de su empresa (supuestamente más de 200) que lo llamaban para pedirle cosas. Con respecto al dinero o bien estaba sin un duro o llevaba varias decenas de miles de dólares en el bolsillo de la camisa como si nada (hasta 60 000 llego a contarme un día delante mío)

Luego apareció en un programa de la tele de esos que se hacen con cámara oculta en donde fue el protagonista del año por un problema con inmigrantes ilegales. En ese programa ya se vio claramente que era completamente insensible al dolor y la desgracia ajena pero él no se cómo consiguió convencerme que eran trucos de la edición del programa y yo «por las dudas» no quise volver a ver el video. Supongo que en esa época ya empezaba en mí el no querer ver lo que él era realmente.

Consiguió que siga con el, pese a que a mi me daba horror salir a la calle con él por las miradas de la gente y los comentarios, él estaba encantado de la vida de su notoriedad y yo quería que me tragase la tierra.

Y así poco a poco se fue apropiando de mí, empezó a pedirme dinero, cada día se iba quedando más a dormir en mi casa sin poner un duro jamás; me pedía el coche los fines de semana para ir a "trabajar" mientras yo me quedaba encerrada en casa con mis hijos. Siempre llegaba tarde, nunca cumplía una palabra dada; desaparecía, hablaba horas y horas con el celular desde la terraza, y yo no le conocía ni amigos ni familia ni nada, cada tanto me cabreaba y lo dejaba diciéndole que no quería seguir con un fantasma pero luego volvía una y otra vez con él.

Un día me puse a revisar sus papeles y ahí me entere que tenia juicios de todo tipo, embargos, deshaucios, juicios verbales uno por lesiones a una camarera que tuvo que pagar una multa para no ir a la cárcel 15 días (según él la pago por mi, ya que a él le hubiese interesado la experiencia de estar preso y no le importaba). avisos de sexshop y cabarets, tarjetas de pensiones, ticket de viajes a S., azúcar en sobres de pueblos que ni idea para que podría haber ido, etc.

Hace un año descubrí que me era infiel, luego me confesó que su empresa no existía, que los pisos no eran suyos, que nunca trabajo en realidad sino que usaba mi coche para salir con la madre de su hijo de la cual nunca se había separado realmente (fue bígamo 5 años con ella y conmigo). Que estuvo viviendo con otra además de conmigo engañándola que era guardia jurado y trabajaba de noche y con ella estaba durante el día para que ella le limpiase los pisos. Y ahí empezó la espiral infernal, yo lo dejaba por sus mentiras y sus infidelidades, el me juraba que cambiaria y yo volvía. Con él era un infierno pues parecía gozar de mi histeria y mi desesperación hablando por teléfono con las otras y mandándose mensajes en mis narices, y sin él la angustia me volvía loca.

Hace un año y medio monto una empresa de estas de tipo piramidal y yo sabía en ese momento que lo que ofrecía no era nada limpio, me mintió al principio diciendo que era empleado, luego que era el dueño al 100% y al final resulta que aparentemente es al 50 con otro personaje siniestro. Yo sabia de sus estafas, de sus deudas, un amigo me hizo averiguaciones en el banco y tenia 17 apuntaciones en el listado de deudas y sin embargo hasta que no me enteré que además era un mujeriego todo lo demás no terminaba de importarme como para dejarlo, y es precisamente eso lo que realmente me preocupa de mi misma, como pude tragar por estar al lado de un estafador, un timador, alguien sin ningún sentido moral y que solo haya reaccionado cuando me lastimo el orgullo (mi narcisismo herido al saber que estaba siendo traicionada ) pero aun así haya estado 8 meses metida en el infierno.

Lo vi llorar y gritar de dolor y jurarme, después de confesarme sus pecados con dos mujeres ya que hasta ese momento pese a las evidencias negaba de forma cínica y rotunda sus supuestas infidelidades que cambiaria, que seria un hombre nuevo que nunca más me mentiría y que me seria fiel, y que se casaría conmigo y etc. Y a los dos días ya estaba con otra.

El quería que me involucre en su negocio y yo pedí un datafono (lo que se usa para cobrar con tarjeta de crédito) con mi nombre en mi banco (a él con su antecedentes no se lo daban) abrí una cuenta y lo puse a él de apoderado para que pudiese manejarse con un banco. Él le prestó mi datafono al dueño de un puttig (quibombo) y me entró en mi cuenta corriente 8000 euros de pagos a las putas de parte de los clientes y él jamás entendió que eso me ofendiese y me diese vergüenza.

En definitiva una espiral del horror día a día, y yo cada vez con la autoestima más en el suelo. Sus humillaciones ya no eran veladas como al principio sino notorias y graves; no llegó a pegarme pero me amenazo varias veces. A la madre de su hijo le rompió un brazo en una pelea, a uno que supuestamente lo agredió lo mando a terapia intensiva. Era de modales suaves y encantadores pero algunas veces era aterrador, yo al final le tenia pánico. Hizo saltar el cerrojo de la puerta del baño de una patada una vez que me había encerrado ahí, yo estaba completamente enloquecida, llegue a dudar de mi salud mental. Él me hacia sentir una desequilibrada que veía visiones cuando le demostraba hechos irrefutables de sus mentiras y engaños. Lo negaba todo, le daba la vuelta y me dejaba con la duda. Cómo lo conseguía para mi es un misterio: juro que si él me hubiese dicho que las vacas volaban hubiese estado mirando por la ventana horas para ver pasar alguna.

Mi familia estaba desesperada al ver como toda mi vida se transformaba en una histeria y ansiedad permanente, viviendo pendiente de él y sus andanzas las 24 horas del día, casi sin dormir, persiguiéndolo, acosándolo para demostrar lo que ya estaba claro, el me llamaba su cornudita y yo seguía a por más.

Aun en ese estado de locura, el me fue dando lo que yo necesitaba para creerle un poco más; me presentó a su familia, su madre, su hermana, su padre, sus tíos… Fuimos a la iglesia para averiguar como casarnos. Ninguno en realidad lo quiere tener cerca y yo me creí que eran todos, todos unos cretinos, y él la víctima. El cuenta como anécdota que cuando tenia 5 años mando a un compañero de colegio al hospital de una patada que le dio en los testículos, el chico cayo en coma. y que otra vez se tiro por la ventanilla de un autobús en marcha por que el conductor no quiso pararle donde le pidió cuando tenia también unos 5 o 6 años.

Lo trataron por hiperactividad, y el agradece que el padre lo «corrigió» a cinturonzazos contándolo con una frialdad que espeluzna. Yo creía que estaba enfermo de dolor por esa infancia y tal vez su patología tenga que ver con ella, pero la realidad es que no le importaba de verdad. Lo tuvieron interno desde los 9 años y ni siquiera lo iban a visitar los fines de semana.

Yo estoy desesperada, llena de odio y de rencor, de dolor y sobre todo de preocupación acerca de por que pude caer tan bajo. Soy una persona con sólidas convicciones morales y legales, honesta de los pies a la cabeza, incapaz de comprar hasta un video pirata para dar un ejemplo y sin embargo compartí «alegremente» mi vida bordeando la delincuencia con una persona completamente amoral, que se salta las normas por saltarlas (se coló en Eurodisney trabando el molinete cuando teníamos las entradas del día pagadas y si no se usan se pierden, solo por el placer de salirse con la suya ), que usa a toda la gente que lo rodea como a cosas para su uso y disfrute, que me estafo en todos los sentidos ( me debe 37000 mil euros que jamás volveré a ver); y aún así pienso en él a veces con pena y «lo extraño» cuando en realidad no puedo recordar ni un solo momento juntos que no haya arruinado por una llamada extraña, o por su llegar tarde o su ponerse a hablar con otra delante mío, o una mentira del calibre que sea.

Mis amigas se ríen y me dicen que me va la marcha y yo estoy asustada por que siento que es así, que ahora, sin él, me siento completamente vacía sin esa adrenalina de terror que sentía estando a su lado. Me hice adicta a sus mentiras pero sobre todo a sus falsas muestras de amor y de cariño, a sus halagos huecos.

También me preocupa otro anclaje que tenía con él, y era que satisfacía mi estúpida vanidad de entrar en un sitio con mujeres solas y que todas lo mirasen y yo me sentía una reina por tener a un tipo tan guapo y tan bien plantado a mi lado aunque fuese una mierda, y eso es horroroso por que no me gusta ser tan vana y tan hueca y que me satisfaga una tontería semejante.

Y a medida que voy escribiendo voy clarificando el beneficio que obtenía con él y no me gusta nada de nada lo que veo de mi misma.

Satisfacía mi vanidad, mi deseo de vivir intensamente aunque sea mal, mi deseo de tener una pareja aunque el no fuese nada de eso, me daba una falsa sensación de seguridad por que yo lo veía capaz de todo. Y ahora todo es gris a mi alrededor, estoy tomando antidepresivos, pero tengo una angustia que no me quito de encima salvo a ratos cuando estoy muy concentrada en mi trabajo, que por suerte para mi es una bendición.

Mis hijos son maravillosos (11 y 14 años) y han sufrido un montón con toda esta historia pero no consigo volver a conectarme con ellos pese a sus intentos desesperados por acercarse a mi ya que yo estoy como retraída y me siento contaminada. Y me siento horriblemente culpable por ellos, por mi egoísmo de haber permitido que mi relación de pareja fuese más importante que ellos, y no haber pensado en ellos y en su futuro económico prestándole dinero alegremente a este cretino, es como si se los hubiese robado a ellos.

Y por haberlos dejado solos día tras día y noche tras noche para estar con él, en su empresa y poder controlarlo, era todo tan absurdo, por que aun estando con él, me la estaba pegando delante de mis narices. Con la última llegó a encerrarse en su despacho mientras yo estaba en la sala de la oficina y salio arreglándose los pantalones y yo no le monte el numero porque había mas gente y me humille por que sabia que todos sabían lo que había pasado y me miraban con lastima y yo tragaba.

Y todo es como usted dice en su artículo del complementario, con él estaba mal, pero sin él estoy peor. Ya no sé qué hacer.”

 

Nota al pie:

1 Médico Psiquiatra, Docente de la Facultad de Medicina, UBA,  marietanweb@gmail.com, www.marietan.com

 

 

 

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