ALCMEON
Revista Argentina de Clínica Neuropsiquiátrica
ISSN 0327-3954 / ISSN 1514-9862 (Internet) www.alcmeon.com.ar
Volver a Inicio Responsables Índice por volúmenes Contacto
Alcmeon número 52 Año XVI, vol. 13, Nº 4, marzo de 2007

Conmemoración de los ciento cincuenta años del nacimiento de Segismundo Freud (1)
Freud y la psicoterapia
Humberto Mesones Arroyo

Alcmeon, Revista Argentina de Clínica Neuropsiquiátrica, Año 16, Vol. 13, Nº4, Marzo de 2007, págs. 13 a 19.

Introducción

Esta conmemoración en la Academia de Ciencias nos hace reflexionar sobre la importancia del pensamiento, y de la ciencia, para la vida y las costumbres, especialmente en esta época descreída de valores y crédula para lo técnico.

Se ha dicho que la ciencia moderna comienza en el siglo XVII con Galileo, que descubre el funcionamiento del sistema planetario, y con William Harvey, que descubre el funcionamiento del sistema circulatorio. Ambos trabajando en la Universidad de Padua.

Francis Bacon expone entonces su visión del método científico, proponiendo una observación imparcial de la naturaleza, sin preconceptos, que podríamos llamar fenomenológica, y que ya había sido explicitada por Aristóteles.

La exigencia de Aristóteles, Bacon y Husserl es fundamental para el método científico pero, cómo todo ideal es, por definición, inalcanzable. Ya Unamuno apostrofaba a esta pretensión de observar sin prejuicios, como la postura del asno. Todo lo que se hace en ciencia, desde el lenguaje, los instrumentos, los métodos y las hipótesis de trabajo, se apoya en presupuestos firmes, basados en lo ya observado y conocido.

Las doctrinas filosóficas antinómicas, como la oposición entre idealismo y realismo, han generado algunas tensiones y discrepancias en epistemología. Para hacer ciencia debemos partir de la realidad. Comprender una cosa significa "conocerla tanto como ella misma es conocible en sí" (Sto. Tomás, In Evan. Johannes 1,II).

El idealismo degenera en ideologías cuando pretende que el intelecto es el que crea el objeto. Estos juegos especulativos resultan agradables a algunos filósofos y, como dice Etienne Gilson "las cuestiones que los filósofos se plantean son solidarias con las respuestas que les dan".

Karl Popper afirma que toda ciencia empieza con un prejuicio -juicio previo, como quería Unamuno- o hipótesis. A partir del planteo la ciencia debe someter la teoría a la validación experimental. La hipótesis surge de los hechos observados, pero tendrá que ser confirmada por experiencias que cuestionen sus debilidades. Este procedimiento ha recibido el nombre de falsación. Dice Popper que el criterio científico para evaluar una teoría es su falsabilidad, refutabilidad o experimentabilidad. (Karl Popper, "Conjectures and Refutations. The Growth of Scientific Knowledge). Criterio que el psicoanálisis no cumple.

Thomas Kuhn (The Structure of Scientific Revolution, 1962) considera que los científicos trabajan en un marco de referencias al que llama paradigma. Es un consenso que incluye lenguaje, métodos y suposiciones, con los que se van realizando progresos constantes para construir la "ciencia normal".

Este conjunto suele ser un sistema bastante cerrado a todo dato, método o suposición heterodoxa. Según Kuhn las dificultades, contradicciones o hallazgos que no concuerdan con la verdad académica u oficial pueden acumularse, como ante un dique, hasta producir una revolución científica que sustituye el paradigma vigente por uno nuevo. De Revolutionibus Orbium Caelestium, de Nicolás Copérnico, en 1543, es el ejemplo propuesto por Kuhn, quién señala como segunda revolución el triunfo de la física cuántica y la relatividad de Einstein sobre el paradigma de Newton.

Vale la pena considerar que los paradigmas superados por la nueva comprensión científica no dejan de seguir vigentes a los fines prácticos en la vida cotidiana. La manzana madura cae de acuerdo con la ley de la gravedad, y seguimos contemplando las tonalidades del atardecer cuando el sol se pone.

"En el caso de que una teoría realice predicciones nuevas e inesperadas, y esas predicciones sean verificadas por experimentos nuevos y útiles o interesantes, entonces las probabilidades de que la teoría sea correcta se agigantan. Y, aunque no sea correcta, resulta provechosa, en el sentido en que ha conducido al descubrimiento de fenómenos previamente desconocidos que podrían resultar útiles en sí mismos, y que tendrán que ser explicados por la siguiente teoría que salga al ruedo" (David Goodstein, Cómo Funciona la Ciencia, en el Reference Manual on Scientific Evidence, Federal Judicial Center, 2000).

Dicho esto acerca de la ciencia en general, podemos aplicarlo al caso de la medicina en particular, y de la psicoterapia en este día de recuerdos.

Los historiadores de la medicina demuestran que nunca ha sido posible entender ni practicar el arte de curar sin recurrir a la palabra (P. Laín Entralgo, La curación por la palabra en la Antigüedad Clásica). Su acción se entendía como conjuro, ensalmo o sugestión.

La psicoterapia y Freud

Sin negar la realidad de la psicoterapia, en sus muy diversas formas, antes, durante y después de Freud, debemos comprender su figura dentro de la teoría de Kuhn sobre el cambio revolucionario de paradigmas. Dice Laín (La Historia Clínica, p.VI) que "El cumplimiento cabal del oficio de curar exige resolver una serie de cuestiones antropológicas, terapéuticas y sociales, conexas todas entre sí".

La medicina del siglo XIX estaba dominada por el paradigma "anátomo-clínico" y todo lo que no tuviera un fundamento físico, o fisiopatológico demostrable, era ignorado. La soberbia ilustrada rechazaba como fábulas o puerilidad todo lo acaecido antes del "saber científico". Felizmente al finalizar el siglo se reconquistan conceptos etiológicos ya definidos por la medicina galénica. Laennec, en 1826, "percibe la importancia del saber etiológico, pero se considera impotente para lograr en él la necesaria certidumbre"(P.Laín, o.cit., p. 373). El señalamiento galénico de las causas "proegúmenas", o debidas a la constitución individual, se introduce nuevamente en la mentalidad médica. Se mantuvo y fortaleció la idea de que el ser humano no podía reducirse a la mecánica. Curiosamente es en la neuropatología donde se hace evidente que la precisión del diagnóstico no puede explicar la totalidad funcional del sistema nervioso, y menos del humano, y se explicita en los trabajos de John H Jackson, von Monakow y Kurt Goldstein. Este último ha dejado, en el subtítulo de uno de sus trabajos: "Introducción a la Biología, considerando especialmente la experiencia en el hombre enfermo", la huella de esta preocupación recuperada.

Según Laín es Goldstein quien destaca la capacidad del hombre de "descentrarse biológicamente" al enfermar y al enfrentarse con el mundo, pero existe también una osadía personal del hombre, que intenta una realización transbiológica de su ser. "Cuando hablaba Hegel de los que están condenados a ser filósofos, y cuando Goethe sostenía la conveniencia de una discrasia melancólica al genio del poeta", no hacían sino declarar la existencia, y hasta la necesidad, de este peculiar descentramiento biológico del ser humano" (o.cit. p. 496).

Cuando Freud, siendo alumno de Charcot, le expone algunas ideas sobre el mecanismo psicológico de la histeria, el maestro no las toma en consideración. Cuarenta años más tarde muere Charcot y Freud comenta "Ciertamente, procedía de la anatomía patológica". La revolución paradigmática que debe imponer Freud es la que devuelve al plano de la conciencia médica la realidad más estrictamente humana del enfermo: su vida afectiva, el significado personal de sus sentimientos y la influencia de estas realidades sobre el enfermar. Lamentablemente toda la afectividad termina simplificándola en instinto sexual, libido, "... cualquiera que sea el síntoma que tomemos como punto de partida llegamos indefectiblemente al terreno de la vida sexual..." (S. Freud, Obras Completas, I, 21-30). Esta interpretación teórica de la etiología fue motivo de escándalo y de éxito al mismo tiempo a nivel científico y popular.

Las críticas serias significaron el apartamiento rápido de Adler, Jung, y otros de los primeros que se acercaron a Freud. Dice Ramón Sarró que "la acogida del Psicoanálisis por los ambientes médicos y psicológicos e incluso por los propios pacientes, es que la obra de Freud, más que falsa, es insuficiente". "La psicoterapia española se está constituyendo por la convergencia de dos corrientes de pensamiento: la psicoanalítica de una parte y la antropológica hispanogermánica de otra" (Weizsaecker en España, prólogo al Hombre Enfermo, p.VIII). Estos comentarios son de 1956, y ha pasado mucha agua bajo el puente, pero es interesante el concepto que se formaron aquellos contemporáneos. Viktor von Weizsaecker en una autobiografía titulada "Naturaleza y Espíritu" transcribe una carta de Freud (fechada el 16-X-1932) en la que le dice: "Por motivos educativos he procurado mantener a los psicoanalistas apartados de estas investigaciones (las somáticas). El estudio de las inervaciones, de los cambios vasomotores, de las vías nerviosas, habrían constituído tentaciones demasiado peligrosas cuando lo que debían aprender era a limitarse a pensar psicológicamente". Tanto Freud como Weizsaecker sabían que la especialización requiere una poda de ramas del conocimiento que permita estudiar mejor el campo elegido, pero el primero estaba más preocupado por el prestigio de la ciencia objetiva que podía asfixiar su especulación. Hoy, frente a la dispersión de la medicina en subespecialidades necesitamos un esfuerzo conceptual de síntesis y poder conjugar los avances de las neurociencias con el pensar antropológico. No se enferma el órgano sino el hombre, pero si no conocemos y corregimos las alteraciones funcionales del metabolismo no podremos ayudar al ser sufriente.

Está claro que Freud defendió al psicoanálisis de diluirse en el amplísimo campo de la realidad patológica, y debió exagerar, concientemente, la vertiente psicológica que estaba, en su época, casi dejada de lado ante los datos del conocimiento objetivo. Mi propia experiencia, en un ámbito mucho más reducido, me hace comprender su actitud. Mi formación fue europea, duró una década, la del sesenta, y me permitió conocer y tratar a varios de los grandes psiquiatras contemporáneos de Freud. En aquel momento el psicoanálisis había ya variado sensiblemente a terapias breves, grupales, simbólicas, no directivas, más o menos psicosomáticas, y más o menos basadas en los sueños, en el pasado, en lo social, en lo económico, etcétera. Ya se había extendido la psicología individual, la antropológica, y la logoterapia. Al volver a la Argentina pedí un puesto que me permitiera demostrar la eficacia de la aplicación a las instituciones de la Comunidad Terapéutica aprendida junto a Maxwell Jones en Escocia. Lo que me dieron fue toda una región, el NEA, en la que no había ni instituciones ni especialistas en psiquiatría. Mi primera consideración fue que no podía atender a discusiones doctrinales cuando los enfermos estaban atados, en corrales o calabozos. La segunda, que si la única respuesta terapéutica era la psicoanalítica deberíamos descubrir una nueva. Hubo que fundar hospitales, reclutar psiquiatras y psicólogos pioneros, y comenzar con la formación de todo el personal necesario para la región. La realidad en la Argentina de aquel momento era una hegemonía casi exclusiva y excluyente del psicoanálisis ortodoxo. Por lo tanto debí adoptar una postura exagerada a favor de los tratamientos farmacológicos y biológicos. Cuarenta años después el equilibrio alcanzado me ha permitido dedicar parte de mi trabajo a las psicoterapias.

Freud enfrentó una realidad más dura y lo hizo con una estrategia de escuela cerrada. No podía aceptar cuestionamientos ni divergencias que hubieran debilitado su acción. Los disensos eran excluídos y combatidos como herejías, con lo que se fortalecía el espíritu de cuerpo y la conducta fundamentalista. En especial si se entiende que Freud planteó todos los temas esenciales de la Psicología Médica y explicó la totalidad del hombre desde su sistema de pensamiento. Para Paul Johnson, en Tiempos Modernos, Freud era gnóstico y creía en la existencia de una estructura oculta del conocimiento que, mediante la aplicación de las técnicas que él estaba ideando, podía ser revelada bajo la superficie de las cosas. "El gnosticismo siempre atrajo a los intelectuales y Freud ofreció una variedad sobremanera suculenta". Percibió el atractivo del mito y le agregó el condimento del sexo. Su estilo literario mereció el Premio Goethe, considerado el más importante de Alemania. Coincidiendo con el apartamiento de la religión en su época, la calificó como una defensa psicológica del hombre frente a la realidad. "Las religiones humanas tienen que ser clasificadas en el grupo de las ilusiones masivas de este tipo". La élite de artistas e intelectuales quedó fascinada. Sarró dice que Weizsaecker fue aprobado por Freud, pero que siguió su camino superando el psicoanálisis "como una estación de tránsito". Pero el tema del espíritu no pudo pasarlo de largo, cuando los estudiantes nazis de Heidelberg quemaron los escritos de los autores que más detestaban en la plaza de la universidad, le solicitaron su opinión y Weizsaecker contestó que si resucitaban ese uso medieval sólo le parecía que había que quemar "El porvenir de una ilusión", aunque aclaró que el mismo Freud había dicho que era su peor libro. Agregó que tal vez el ateísmo de Freud, si existía, podría interpretarse como una forma de religiosidad subconciente. La postura de Weizsaecker es terminante: "ningún ser humano puede negar la divinidad ni pública ni privadamente".

El mismo Sarró hizo su análisis en Viena y le oí reflexionar que se sentía por eso con derecho a haber dejado de ser psicoanalista.

Los filósofos desconfían de un Kierkegaard o de un Scheler que admiten no poder explicar toda la compleja realidad. A los legos también les convence una afirmación apodíctica y rehuyen lo que les exija meditar y decidir responsablemente. Toda una escuela filosófica pretende explicar hasta la moral por la angustia de vivir. Es preferible poder creer que todo es justificable, especialmente si el mecanismo que genera las conductas está predeterminado y sus causas están fuera de las decisiones que requerirían responsabilidad y, por lo tanto, culpa.

La fe en el psicoanálisis tiene en parte su origen en lo creencial. Es interesante ver cómo, en nuestra época y en todas, el progreso de la técnica que deslumbra casi a diario con sus hallazgos, coexiste con un incomprensible recelo social y un auge de la esperanza en terapias alternativas, espiritualistas, o mágicas sin ningún aval de resultados comprobables más allá de la curación espontánea.

En un libro de 1936, La Psique y sus Problemas Actuales, Carl G. Jung afirma que "Psicoterapia o, lo que es lo mismo, tratamiento del alma y tratamiento psíquico, se identifica, según la opinión vulgar de nuestros días, con el Psicoanálisis". Y que "... todo el mundo hace uso de la palabra como si, efectivamente, supiera lo que significa". "... designa -por voluntad de su creador, y con excesiva propiedad- únicamente aquel método instaurado por Freud para reducir complejos sintomáticos psíquicos a ciertas manifestaciones instintivas reprimidas, y, como este procedimiento no es posible sin una concepción correspondiente, resulta que el concepto de psicoanálisis implica ciertos supuestos teóricos, a saber: la teoría sexual freudiana, como lo ha declarado expresamente el autor". Debido al posible error de identidad, Adler designa su Psicología como Individual, y Jung dice que "yo escojo para mi concepción la expresión: Psicología Analítica". En el libro Jung enfatiza el problema de la psicoterapia y las costumbres: "El mundo actual no ha abandonado, si se le compara con el antiguo, una sola superstición. El propio Freud se ha consagrado con abnegado esfuerzo a sacar a la luz más clara cuanto hay de sucio, obscuro y malo en el último fondo del alma e interpretarlo en forma que todo el mundo abandone el gusto de buscar tras ello algo que no sea porquería y heces. Su intento no se ha logrado; incluso ha ocurrido que su intimidación ha producido el efecto contrario: la admiración de la porquería, un fenómeno de perversión que sería en sí y por sí inexplicable, si tras él no hubiera, en estas gentes, la fascinación secreta del alma".

Freud y su lucha (Historia del movimiento psicoanalítico)

"... el silencio que se mantenía al terminar mis conferencias, el vacío que se formó en torno de mi persona y varias indicaciones que a mí fueron llegando, me hicieron comprender poco a poco, que las afirmaciones sobre el papel de la sexualidad en la etiología de la neurosis no podían contar con ser tratadas como las demás aportaciones. Me di, así, cuenta de pertenecer en adelante a aquellos que han turbado el sueño del mundo, según la expresión de Hebbel, no pudiendo ya esperar objetividad ni consideración algunas. Mas como mi convicción de la exactitud general de mis observaciones y conclusiones iba siendo mayor cada día, y no carecía tampoco, precisamente, de valor moral ni de confianza en mi propio juicio, no podía ser dudosa mi resolución. Me decidí, pues, a creer, que había tenido la fortuna de descubrir algo de singularísima importancia, y me dispuse a aceptar el destino enlazado a tales descubrimientos". Entre otras dificultades: "... la importancia de la actitud adoptada por los representantes oficiales de la ciencia, los directores de los establecimientos médicos y sus respectivos estados mayores. Es comprensible que nuestros adversarios eleven la voz guardando, en cambio, nuestros partidarios, un tímido silencio. Algunos de estos últimos, cuyas primeras aportaciones parecían muy prometedoras, se han visto obligados a ceder a la presión de las circunstancias, retirándose de la lucha".

"A mi juicio, la centralización del movimiento en Viena, constituía una rémora. Un lugar como Zurich, situado en el corazón de Europa, y en el cual existía un profesor académico que había abierto su clínica a la psicoanálisis, me parecía mucho más conveniente. Veía, además, un segundo obstáculo en mi propia persona, difícil de situar justamente entre el favor de mis partidarios y el odio de mis enemigos. Tan pronto se me comparaba con Colón, Darwin o Képler, como se veía en mí un caso de demencia".

Al ocuparse de "dos primeras defecciones en el movimiento psicoanalítico", Freud inicia la actitud de interpretar las renuncias o apartamientos como resistencias patológicas que confirman su teoría: "Aún cuando después de una penosa labor hayamos llegado a conseguir que uno de estos enfermos comprenda ya partes del saber analítico y las maneje como conocimientos propios, hemos de estar siempre preparados a verlo despreciar, bajo la presión de la resistencia, todo lo aprendido y comenzar a defenderse de nuevo, como en los peores días iniciales. Me quedaba todavía por aprender que los analistas podían conducirse también exactamente como los enfermos sometidos al análisis".

"Otra sensible circunstancia, que viene a hacer más penosa mi labor defensiva, es la de serme imposible eludir por completo un esclarecimiento analítico de los dos movimientos adversos. Ahora bien, el análisis no se presta a usos polémicos. Presupone la aquiescencia total del analizado y la existencia de un superior y un subordinado. De este modo, quien emprenda un análisis con fines polémicos habrá de esperar que el analizado vuelva a su vez contra él el análisis, tomando así la discusión un cariz que excluye toda posibilidad de convencer a una tercera persona imparcial". "No tengo que habérmelas con el eventual contenido de verdad de las teorías que de rechazar se trata, ni me propongo rebatirlas".

Freud y la psicoterapia

Desde la ciclópea tarea del médico vienés la psicoterapia ha recorrido un largo camino, desarrollándose y diversificándose según las diferentes concepciones antropológicas y las exigencias de la realidad. Los datos que van modificando el conocimiento psicopatológico enriquecen y cambian la teoría y la praxis psicoterapéutica. "Así -dice Dörr Zegers- la idea freudiana del hombre como pura naturaleza, que surge oponiéndose a la imagen cristiana imperante del hombre como hijo de Dios, como ser trascendente, se encuentra en una relación esencial con su visión de las perturbaciones mentales -con su psicopatología- como producto aberrante o fracasado del juego mecánico de fuerzas instintivas, y da origen a una psicoterapia cuya finalidad es socavar resistencias, levantar represiones, y conseguir un nuevo equilibrio de fuerzas que permita un mejor manejo de la realidad".

El enorme aporte de la investigación neurobiológica abre serios interrogantes a los paradigmas científicos vigentes. Erik Kandel observa que su Premio Nobel, otorgado por los estudios del sistema nervioso de la Aplysia Califórnica, se debe en gran parte al hecho de que es un esquema simple de sistema nervioso. "Lo he estudiado bien y creo merecer el premio. Pero son solo 28.000 neuronas, sin cerebro, solo cuatro ganglios y un sistema defensivo controlado por siete motoneuronas grandes. En resumen, un sistema nervioso comprensible. ... El que no lo entiende es el caracol".La consecuencia de esta reflexión, aplicada a nuestro sistema nervioso humano hace pensar que nunca llegaremos a abarcarlo en su totalidad. Pero también cuestiona la teoría darwiniana de que esta complejísima estructura y funcionamiento se deban a la casualidad. Dijo Scheler que la biodiversidad contradice a Darwin ya que el Creador se guía más "por lo estético y lo lúdico que por las matemáticas".

Las limitaciones del ser humano no impiden su libertad, y su responsabilidad, como ha demostrado otro vienés, Viktor Frankl. Y no es posible reducir el hombre a mecanismos. En un discurso pronunciado en la sede de las Pontificias Academias de las Ciencias y las Ciencias Sociales el 21 de noviembre del año pasado, decía Benedicto XVI que "Los seres humanos forman parte de la naturaleza y, sin embargo, como sujetos libres que poseen valores morales y espirituales, trascienden la naturaleza. Esta realidad antropológica es una parte esencial del pensamiento cristiano, y responde directamente a los intentos de abolir la frontera entre las ciencias humanas y las naturales, que a menudo se plantean en la sociedad contemporánea". El 6 de noviembre de este año, en el mismo lugar ha dicho que "... la ciencia no puede sustituir a la filosofía y a la revelación".

Y esto nos enfrenta con la dimensión ética y lo espiritual, pero nos alejamos de la figura pionera que hoy se recuerda. Hay un antes y un después de Freud, y aunque cambie nuevamente el paradigma, él ha quedado en la historia como "Colón, Darwin o Kepler".

Bibliografía

Dörr Zegers, Otto, Psiquiatría Antropológica, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1995

Frankl, Viktor E., Psicoanálisis y existencialismo, Fondo de Cultura Económica, Cuarta edición en español, (Primera en alemán, 1946) México, 1963

Freud, Sigmund, Historia del movimiento psicoanalítico. Obras básicas sobre la teoría psicoanalítica. Tomo III, Santiago Rueda Editor, Buenos Aires, 1970

Johnson, Paul, Tiempos modernos. Javier Vergara Editor, Buenos Aires, 1983

Jung, Carl Gustav, La Psique y sus problemas actuales. Editorial Zig-Zag, Santiago de Chile, 1936

López Ibor, Juan J., La agonía del psicoanálisis. Espasa Calpe, Madrid, 1951

Laín Entralgo, Pedro, La historia clínica. Salvat Editores, Barcelona, 1950

Rof Carballo, Juan, Medicina y actividad creadora. Revista de Occidente, Madrid, 1964

Von Weizsaecker, Víctor, El hombre enfermo. Luis Miracle, Editor Barcelona, 1956

 

(1) Conferencia pronunciada en la Academia Nacional de Ciencias. Buenos Aires, noviembre de 2006. Publicada en Anales de la Academia, Tomo XL, nov. 2006, Reproducido con la autorización de la Academia.

 

 

 

 

Contáctenos.