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Nº4 - 1996

ALCMEON 19

La enfermedad psíquica de Vincent van Gogh

Werner Konrad Strik


Sumario

La enfermedad de Vincent van Gogh ha sido objeto de numerosas especulaciones. Se propusieron explicaciones tan diversas como porfiria aguda intermitente, epilepsia y esquizofrenia. Sin embargo, muchas de las hipótesis diagnósticas se basan en una consideración parcial o incompleta de la biografía y de las indicaciones sobre las vivencias subjetivas tomadas de las cartas de van Gogh a su hermano. Karl Leonhard mostró en un análisis de la biografía que tanto el curso como la sintomatología aguda tenían relación con el diagnóstico de la psicosis de angustia-felicidad descripta por él. En el presente trabajo presentamos la valoración diagnóstica de Leonhard y la discutimos en base a investigaciones propias. Para ese fin examinamos las cartas, la obra y la biografía de van Gogh en busca de datos complementarios, pero también en busca de informaciones que negarían una psicosis cicloide. Presentamos el curso y la sintomatología de la enfermedad de una manera en lo posible comprensiva y sistemática y apuntada por los textos correspondientes. Los diagnósticos más importantes propuestos en la bibliografía son discutidos críticamente. En base a las investigaciones se demuestra demostrado que la historia de la vida y de la enfermedad que se nos ha transmitido no sólo se relaciona con la propuesta de Leonhard de una psicosis cicloide, sino que sólo con ese diagnóstico se logra comprender todos los síntomas y características del curso en un síndrome típico de esa enfermedad.


Introducción

La biografía de Vincent van Gogh es extraordinaria y humanamente conmovedora en muchos aspectos. Además del hecho notable de que a pesar de la falta de reconocimiento profesional de parte de sus contemporáneos desarrolló una idea artística propia hasta alcanzar una grandiosa obra vital, su enfermedad y la influencia de ésta en su obra fue objeto de numerosas investigaciones y especulaciones. Hasta hoy no hay acuerdo en cuanto a la naturaleza de su enfermedad: las propuestas parten desde las enfermedades puramente somáticas hasta las psicosis endógenas, pasando por causas psicoorgánicas y tóxicas. Posiblemente sea ésta también la razón de que en muchas publicaciones recientes no se tome una posición inequívoca en cuanto al diagnóstico de la enfermedad.(18) En un trabajo de 1988(20) al que hasta ahora se le prestó poca atención, Karl Leonhard examina en un análisis detallado la biografía y las cartas de van Gogh con los ojos de su Introducción a las Psicosis Endógenas.(19) Leonhard logra unificar los síntomas agudos y el curso de la enfermedad, pero también las características premórbidas, bajo su concepto de “psicosis de angustia-felicidad”. Al contrario de otros intentos de ordenamiento, este diagnóstico nos seduce por su explicación conclusiva de todas las características de la enfermedad y también porque los síntomas conocidos no sólo son posibles, sino también típicos. En el presente trabajo presentaremos la evaluación diagnóstica de Leonhard ampliada con investigaciones propias y la confrontaremos críticamente con la bibliografía. Los indicios psicopatológicos relevantes serán documentados con las correspondientes citas tomadas de las cartas de van Gogh y en parte con bibliografía secundaria confiable.
Puesto que todo sistema diagnóstico plantea sus propios interrogantes al curso y a los síntomas de la enfermedad, hemos revisado, en búsqueda de informaciones relevantes, las fuentes históricas accesibles, sobre todo las cartas de van Gogh y la biografía de su cuñada, Johanna Bonger, desde el punto de vista de la evaluación diagnóstica de Karl Leonhard, pero teniendo en cuenta también los criterios diagnósticos modernos del ICD-10(3) y del DSM-IV.(1) Sobre todo hemos tratado de evitar una selección parcializada de los pasajes relevantes desde el punto de vista psicopatológico. Más bien los indicios de los síntomas de la enfermedad y de su curso debían comprenderse en lo posible como algo completo y sistemático, para permitir una interpretación diagnóstica no sólo ejemplar de la enfermedad.
Si no lo señalamos expresamente, las informaciones acerca de la biografía y las correspondientes citas de terceros provienen de la pluma de la cuñada de Vincent, Johanna Bonger;(6) hemos transcripto las citas de las cartas con la fecha, el número de la carta de la traducción alemana utilizada(29) y el número correspondiente de la traducción de Eva Schuhmann,(28) a la que se refieren numerosos catálogos.

La biografía desde un punto de vista psicopatológico

Vincent van Gogh nació el 30 de marzo de 1853 como primogénito del pastor protestante Theodorus y su mujer Anna Cornelia en la aldea de Zundert, al sur de Holanda. Desde 1861 a 1864 asistió a la escuela de la aldea. Sabemos de su niñez que Vincent amenazó con embrutecerse en contacto con los chicos de la aldea y que no fue particularmente dotado en dibujo. Desde 1864 hasta 1866 asistió al internado privado Zevenbergen, donde aprendió francés, inglés y alemán y realizó sus primeros intentos como dibujante. Desde 1866 hasta 1868 asistió al internado estatal en Tilburg.
En agosto de 1869, a la edad de 16 años, comenzó, gracias a la mediación de su tío Vincent, un aprendizaje de comerciante de objetos de arte en la filial Goupil & Co de La Haya, donde trabajó con éxito apenas 4 años. A partir de 1872 comenzó allí un intercambio epistolar con su hermano Theo que continuó hasta el final de su vida y que hoy es la fuente más rica en informaciones respecto de su biografía. En enero de 1873 Vincent fue trasladado a la filial de Bruselas, y ya en mayo a la filial de Londres. Aquí, hasta 1874, transcurrió una época feliz y profesionalmente exitosa. Se enamoró secretamente de la hija de la dueña de la casa en la que se alojaba, Ursula Loyer. Cuando en el verano de 1874 fue rechazado, cayó en un estado depresivo. Johanna Bonger escribió sobre el verano de 1874: “Cuando volvió a su casa, estaba escuálido, silencioso y derrotado: un hombre completamente diferente”, y sobre septiembre: “El estado depresivo sigue”, y sobre diciembre de 1874: “Por primera vez se convierte en una persona rara y solitaria; su gusto por el dibujo se ha apagado”. Vincent comenzó a descuidar su profesión. Su estado tampoco mejoró después de un traslado a París: era caprichoso y descuidado en su profesión y se dedicó apasionadamente al estudio de la Biblia.
En abril de 1876 renunció a su trabajo en Goupil, siguiendo el deseo de su superior. Regresó a Inglaterra y trabajó desde abril hasta junio de 1876 como maestro auxiliar sin sueldo en una escuela privada en Ramsgate, cerca de Londres. En esa época estaba angustiado, sensible; escribió a sus padres: “Es como si me amenazara algo”. Johanna Bonger observó: “Se abraza a la religión con una vehemencia casi demencial. En las cartas de esa época domina una sensibilidad en un grado casi patológico”. Van Gogh quiso dedicarse ahora a la evangelización de los pobres. Desde julio a diciembre de 1876 trabajó como maestro y auxiliar de predicador en Isleworth, cerca de Londres, y desde enero hasta abril de 1877 trabajó, por mediación de su padre, en la librería Blussé & van Baam, de Drodrecht. El padre, preocupado por el futuro de Vincent, lo convenció para que realizara un curso regular de teología en Amsterdam. Sin embargo, Vincent interrumpió el estudio pocos meses después para comenzar en Bruselas una formación como predicador laico. Johanna Bonger escribió que Vincent estaba débil y escuálido, no dormía y se encontraba en un estado nervioso y tenso.
Por encargo de la escuela evangélica, impulsado por una patética conciencia de misionero, viajó en enero de 1879 a Wasmes, en la zona carbonera belga de Borinage, para leer a los mineros pasajes de la Biblia. Vivió bajo condiciones de extrema pobreza: Johanna Bonger escribió: “Vuelve a caer en su vieja forma de exageración; se esfuerza por poner en práctica la enseñanza de Cristo; de desprende de todo: de su dinero, de su ropa, de su cama, de su buena casa, y se va a vivir a una casa pobre donde le falta hasta lo más indispensable”. En esa época surgieron bocetos y dibujos de mineros. Sin embargo, por su fanático exceso de celo irritó a sus colegas y la escuela evangélica no renovó su contrato en julio de 1879. En agosto viajó como predicador laico sin sueldo a la zona carbonera de Cuesmes. En esa época se apagó el celo religioso de Vincent y ocupó su lugar una torturante angustia respecto del futuro. Los textos bíblicos y las consideraciones piadosas que desde hacía algún tiempo eran menos frecuentes en sus cartas, ahora desaparecieron por completo. Vincent fue sostenido en adelante con el dinero de su hermano Theo; esa ayuda se mantuvo hasta el día de la muerte del artista.
En agosto de 1880 Vincent se decidió definitivamente por la profesión de pintor y comenzó en octubre un estudio en la Academia de Artes de Bruselas. Siguió un período de tiempo de tranquilidad interior en Bruselas, y a partir de abril de 1881, en la casa de sus padres, en Etten. En el verano la prima viuda de Vincent, Kee, con su hijo, visitó la familia. Vincent se enamoró de Kee, pero fue rechazado. En el otoño de 1881 Vincent la visitó en Amsterdam y solicitó su mano, otra vez sin éxito. Después de ese episodio se volvió una vez más insufrible y pendenciero, y comenzó a sostener posiciones religiosas extremas, pero siguió enamorado de Kee. En la Navidad de 1881, a los 28 años, después de una violenta discusión con su padre, abandonó la casa familiar, descontento.
Viajó entonces a La Haya, donde tomó lecciones de dibujo con Anton Mauve. Aquí conoció a la prostituta embarazada Sien con su hijo; a pesar de que en junio de 1883 se enfermó de gonorrea y debió internarse tres semanas en un hospital, mantuvo la relación con Sien. La mujer era alcohólica, caprichosa y nada confiable; a pesar de eso Vincent vivió con ella a partir del verano de 1883 y quiso casarse con ella contra la voluntad de la familia y de sus amigos. En esa época surgieron los primeros óleos, preponderantemente paisajes. Sin embargo, en septiembre de 1883 Vincent comprendió que la vida con esa mujer y su existencia como pintor eran incompatibles; escribió a su madre: “No podemos marchar hacia el futuro juntos: es imposible, a pesar de que dependemos tanto uno del otro” (9/83, 309, 321). Vincent se separó de Sien y al principio se dirigió a Drenthe, al norte de Holanda. Allí volvió a caer en un estado de ánimo sombrío: “Ayer dibujé raíces de roble podridas. El pantano con las raíces en descomposición era totalmente melancólico y dramático, como Ruysdael o Jules Dupré. Creo que he encontrado mi lugar. Coming events cast their shadows before, dice un proverbio inglés” (11/83, 321, 332).
A principios de 1884 regresó a la casa de sus padres, que ahora vivían en Nuenen. Allí pasó apenas dos años, protegido por sus padres, y trabajó mucho. Vivió como un outsider retirado, raramente vestido y con un trato difícil. Su padre lo caracterizó así: “Nos proponemos darle completa libertad, en sus rarezas, en la ropa, etcétera. La gente lo ha visto ahora, y aunque es lamentable que no sea más tratable, no se puede cambiar el hecho de que es un hombre extraño”. Y su madre escribió: “Vincent trabaja entusiastamente, pero no es agradable”. En esa época aparecieron sus cuadros de campesinos, entre ellos sus famosos “Comedores de papas”. En enero de 1885 reapareció un estado de ánimo deprimido: “Apenas ha comenzado para mí un año de humor sombrío y problemático” (1/85, 380, 388). En mayo falleció el padre, víctima de un ataque cardíaco. Después de este episodio el estado de ánimo en la aldea cambió, y Vincent chocó con la creciente oposición de sus parientes y de los habitantes del pueblo. En septiembre el párroco católico incluso prohibió a sus feligreses servir de modelo a Vincent.
En noviembre de 1885 Vincent, a los 32 años, abandonó la aldea. Se inscribió en una escuela de arte de Antwerpen y pasó tres meses en un estado de trabajo febril. Sin embargo, era obstinado, pendenciero y no permitía que le aconsejaran nada; su trabajo de ingreso a la clase de alumnos avanzados fue rechazado. Sin avisar, viajó a principios de 1886 a París, donde estaba su hermano Theo, que lo acogió. Theo era en esa época gerente de la filial de Goupil y presentó a Vincent los impresionistas; Vincent conoció a Seurat, Signac, Toulouse-Lautrec y otros, y trabó amistad con Pisarro y Gauguin. Bajo esa influencia el color de sus cuadros se hizo más claro y vivaz. Estaba como transformado, y Theo escribió: “No reconocerías a Vincent, hasta tal punto se ha transformado. También es más abierto que antes y lo quieren mucho”. Sin embargo, Johanna Bonger informó que en el invierno de 1886 volvió a la vieja irritabilidad y le hizo difícil la vida a Theo.
En febrero de 1888 Vincent partió a Arles, en el sur de Francia, para dejarse inspirar por la luz clara y la calidez de los colores del sur. Al llegar encontró el frío y la nieve y pasó una primavera extraordinariamente feliz y de un trabajo intenso. “Estoy en medio de un verdadero furor por el trabajo. Los árboles están en flor y quisiera terminar un jardín frutal provenzal con su irresistible alegría. Me resulta casi imposible escribirte con la mente serena” (3/88, 457, 473). Hasta principios del verano sus cuadros y sus cartas irradiaban alegría y satisfacción. Surgieron los jardines frutales en flor y los trigales amarillos, los botes de los pescadores de Saintes-Maries y los puentes de Arles, testimonios de su estado de ánimo despreocupado. Vincent comenzó a fantasear acerca de una comunidad de artistas e invitó a Gauguin a que viviera y trabajara con él. Gauguin sin embargo se hizo esperar. En el verano Vincent estaba irascible y tenso; comenzó a descuidarse, comía demasiado poco, bebía y fumaba demasiado y trabajaba durante horas frenéticamente, a pleno sol. Escribió retrospectivamente sobre esa época: “El señor Rey dice que en vez de comer lo suficiente y en forma regular, me mantengo con café y bebidas alcohólicas. Lo reconozco. Pero para lograr la nota amarilla y penetrante este verano, tuve que exagerar un poco las cosas” (24/3/89, 567, 581).
A fines del verano y en otoño de 1888 sus cartas y sus cuadros volvieron a ensombrecerse y recibieron una nota angustiosa: surgieron los cuadros nocturnos. Vincent apenas si dormía por la noche y fijó velas en el ala de su sombrero y en el caballete. No estaremos muy equivocados si suponemos que se refería a su propio estado de ánimo cuando escribió: “En mi cuadro del Café he tratado de expresar que es un lugar donde uno se puede volver loco y puede cometer un crimen. Todo esto expresa una atmósfera de un bajo mundo ardiente, un sufrimiento pálido en una oscuridad que se ha apoderado de un hombre que ya no está más despierto” (9/88, 518, 534). Vincent informó sobre estados de excitación que se producían mientras pintaba y en los cuales se creía cerca de la locura: “No estoy enfermo, pero me enfermaré sin duda alguna si no me alimento mejor y dejo de pintar por algunos días. Casi he caído en la locura de Hugo van der Goes, en el cuadro de Emile Wauters [se refiere a un cuadro donde el pintor holandés del gótico tardío van der Goes fue fijado en uno de sus ataques de éxtasis]. De todos modos no creo que mi locura sea un delirio de persecución, pues mis sensaciones durante el estado de excitación se dirigen siempre a una ocupación con la eternidad y con la vida eterna” (10/88, 541, 556).
En octubre de 1888 llegó por fin Gauguin, con quien Vincent habitó el ala derecha de la casa amarilla en Arles y vivió y trabajó durante tres meses. El trabajo junto con su amigo pareció al principio ejercer una influencia tranquilizadora en el artista: “Te escribí que no estaba seriamente enfermo, pero estuve a punto de estarlo” (22/10/88, 543, 558). En noviembre escribió todavía: “Pasamos los días trabajando, trabajamos siempre. A la noche tenemos un cansancio mortal y vamos al Café y luego temprano a la cama. Ésa es nuestra vida” (11/88, 545, 560). En diciembre las discusiones de los dos pintores se volvieron sobreexcitadas: “Nuestras conversaciones son vivificadas a veces por un fluido eléctrico extraordinario” (12/88, 549, 564).
El 23 de diciembre de 1888 Vincent, sumamente excitado, después de una violenta discusión con Gauguin se cortó una oreja y se la llevó a una prostituta. Después de ese acontecimiento fue internado en el hospital de Arles. De su hermano Theo, que se apresuró en llegar, provienen valiosos informes sobre los síntomas agudos de ese momento (véase más abajo). En principio esbozaremos desde un punto de vista puramente biográfico la época después de esta primera manifestación de la enfermedad.
En el hospital de Arles, Vincent se recuperó rápidamente después de su automutilación y fue dado de alta a los 14 días. A principios de febrero sufrió una recaída y fue internado otra vez en el hospital; allí se produjo de nuevo una rápida remisión y fue dado de alta. El extraño pintor se volvió inquietante para los vecinos. Por medio de una petición firmada por más de 80 ciudadanos y dirigida al burgomaestre (véase 19/3/89, 565, 579) los vecinos lograron una internación forzada, que se realizó el 26 de febrero y duró unas 4 semanas, a pesar de que Vincent estaba sano en ese momento. Después de ese episodio extraordinariamente desagradable (“Te escribo en plena posesión de mis fuerzas espirituales. Si no hubiera contenido mi indignación, hubiera sido declarado de inmediato loco peligroso” [19/3/89, 565, 579]), Vincent se volvió angustioso y aceptó la idea de una situación que estructurara su vida diaria. Tomó en consideración un servicio militar o un hospicio para enfermos mentales. Por último se decidió por el hospicio y se dejó internar en el convento de San Pablo, en Saint Remy, situado a unos 30 kilómetros de Arles, donde pasó un año. A pesar de que sufrió recaídas en el verano de 1889 y en el invierno de 1889/1890, su producción artística fue enorme; su estilo siguió desarrollándose. Muchas de sus obras más significativas surgieron en esa época.
En febrero de 1890 vendió probablemente por primera y única vez un cuadro. En esa época obtuvo también los primeros reconocimientos de los críticos y colegas pintores, entre ellos Toulouse-Lautrec y Monet.
En mayo de 1890 Vincent fue dado de alta en San Pablo y emprendió un viaje a París, hacia su hermano Theo, donde su cuñada se sorprendió por la constitución fuerte y los colores sanos del rostro. Por último viajó a Anvers, para ponerse al cuidado del Dr. Gachet. A este médico le gustaba también pintar y era amigo de algunos impresionistas. Los dos hombres trabaron amistad rápidamente y sintieron el parentesco de las almas: “El Dr. Gachet me parece tan enfermo y nervioso como tú y yo y además es mucho mayor. Ya somos muy buenos amigos” (4/6/90, 619, 638).
Después de una fase despreocupada y equilibrada en la que siguió siendo muy productivo artísticamente (pintó cerca de 80 cuadros en dos meses y medio), a principios del verano el estado de ánimo volvió a ser depresivo. Vincent interrumpió precipitadamente una visita a París en casa de su hermano en razón de preocupaciones y dificultades. El 27 de julio, durante una escapada, se disparó un tiro y murió el 29 de julio en presencia de su hermano Theo.
La biografía que hemos resumido en la Tabla 1 bajo el punto de vista psicológico, muestra antes de la enfermedad un carácter obstinado con afectos profundos fácilmente irritables tanto en lo positivo como en lo negativo. Esas características culminaban en entusiasmos que por un lado podían elevarse hasta lo patético, y por otro culminaban en depresiones de larga duración con retirada social y actitudes extravagantes, pero también en una profunda tristeza. Esos estados de ánimo ejercieron una influencia profunda en su vida, sobre todo en los años 1874-1879. A decir verdad, su padre describió a Vincent en Nuenen como solitario y extraño. Sin embargo, es notable el hecho de que en otros ambientes que estimulaban su talento (por ejemplo París al principios de 1886) era sociable y muy querido. Por esa razón es improbable que los rasgos esquizoides hayan sido un indicio duradero de su carácter. Tampoco se logra proyectar los estados depresivos de diversos niveles (por ejemplo el exagerado celo patético religioso con un autocastigo ascético o los tiempos de retiro solitario y consciente de sí mismo) sobre el sencillo eje hipertímico superficial/depresivo angustioso de una perturbación ciclotímica de la personalidad (ciclotimia).
Las depresiones no llevaron en 1888 a un daño de su fuerza creadora. Más bien no sólo las épocas alegres y excitadas (por ejemplo en París en 1886), sino también las fases de retiro (por ejemplo los cuadros de campesinos en Nuenen, en 1884) y de melancolía (por ejemplo Drenthe, otoño de 1883) parecen coincidir con un desarrollo ulterior de su talento artístico. Por eso su biografía permite excluir con gran verosimilitud una enfermedad psiquiátrica manifiesta antes del 23 de diciembre de 1888; más bien es posible relacionar las propiedades de su carácter, sin forzar las cosas, con la propuesta de Leonhard de un temperamento excesivo.(19) En otros sistemas nosológicos se supuso una acentuación de la personalidad lábil.(12)
Las características psicopatológicas de la enfermedad de van Gogh
La patografía de van Gogh se ve facilitada por el hecho de que se han conservado sus cartas finas y autocríticas, cuidadosamente ordenadas por su cuñada. Una interpretación totalmente libre de teoría de la historia de la enfermedad resultó imposible, pues los informes subjetivos debieron ser “traducidos” a la terminología psicopatológica, y en forma amplia sólo se pudo lograr sobre la base de una hipótesis diagnóstica. Puesto que aquí apoyaremos un diagnóstico inequívoco y plausible, presentamos la patografía detallada desde ese punto de vista. Sin embargo, hemos otorgado un particular valor al hecho de no realizar una selección tendenciosa de la bibliografía y tomar en cuenta todas las características psicopatológicas relevantes del material biográfico, en forma tan completa como fuera posible. Para lograr una perspectiva mejor, mostramos el curso y la sintomatología por separado.
Para realizar una comparación, hemos reunido las características psicopatológicas de la psicosis de angustia-felicidad de Leonhard(19) en la Tabla 2, los criterios diagnósticos del ICD-10(32) en la Tabla 3. Consideramos otras interpretaciones alternativas posibles de la biografía en el capítulo siguiente bajo la forma de una recorrida crítica de la bibliografía.
El curso de la enfermedad
El episodio psicótico agudo de van Gogh comenzó abruptamente el 23 de diciembre de 1888. Ya a fines del verano de 1888 había un estado de ánimo tenso; Vincent mismo manifestó varias veces el temor a enloquecer. Los informes parecen lo suficientemente confiables como para excluir una enfermedad psiquiátrica y un estado de depresión más allá de lo determinado por el carácter, hasta diciembre de 1888. La llegada de Gauguin en octubre de 1888 pareció incluso estabilizarlo anímicamente. Sin embargo, Gauguin mencionó nuevamente en sus informes de las semanas anteriores a la irrupción de la psicosis una elevada irritabilidad y perturbaciones del sueño, que el amigo del artista en ese momento evidentemente no veía todavía como patológicas. Es así que los amigos entablaron discusiones excitadas, en parte exageradamente tensas y sin término sobre el arte y la filosofía. Gauguin informó también que una vez se despertó de noche y encontró a Vincent en silencio parado ante su cama. El mismo Vincent escribió desde el hospital de Arles: “Tenía miedo de quedarme solo por la noche, estaba intranquilo y no podía dormir” (19/1/88, 556, 571). Por eso parece haberse producido un prodromo en sentido estricto de días o pocas semanas antes de la irrupción de la enfermedad.
Una semana después de la irrupción de la enfermedad, el 31 de diciembre de 1888, el párroco Salles escribió a Johanna Bonger que el estado de Vincent había mejorado. El 2 de enero el médico a cargo, Dr. Rey, informó a Theo: “Me siento feliz porque el estado de excitación fue pasajero” (2/1/89, 551, 567), y a los once días, el 3 de enero de 1889, Vincent había mejorado hasta un punto tal, que su amigo Joseph Roulin escribió: “Nuestro amigo Vincent ha sanado completamente. Se siente mejor que antes, cuando sufrió ese desgraciado ataque”.(6) El 7 de enero fue dado de alta en el hospital. También da testimonio de una remisión total el juicio completo de la enfermedad que podemos observar en las cartas de Vincent. En enero escribió a Theo: “Espero que sólo haya sido una extravagancia de artista” (1/89, 555, 569), y “Sabía que uno se puede romper los brazos o las piernas y repararlas, pero no sabía que uno se puede romper la cabeza y sanar” (28/1/89, 560, 574).
Hay un único indicio de una terapia que pudo haber ejercido influencia en el curso de la fase aguda: “Las insoportables imágenes de la locura han desaparecido hasta en las pesadillas, creo que porque estoy tomando bromo” (28/1/89, 560, 574). También dice que combate exitosamente la perturbación del sueño “con una fuerte dosis de alcanfor” (9/1/89, 556, 570). Desde ya que no podemos suponer que la medicación haya modificado esencialmente el curso espontáneo del episodio agudo. En ningún documento histórico se habla del digitalis, que en esa época se utilizaba en el tratamiento de las epilepsias.(17)
Exactamente un mes después del alta, el 7 de febrero de 1889, Vincent fue internado de nuevo en el hospital a causa de una recaída. Poco antes escribió: “Cuando salí con el bueno de Roulin del hospital, me imaginé que no me había enfermado para nada; sólo más tarde comprendí cuán enfermo estaba y sigo estando” (3/2/89, 562, 576). También después de este episodio Vincent se recuperó rápidamente y fue dado de alta a los pocos días. A fines de febrero se produjo una reinternación forzada por gestión de los vecinos, sin una recaída hasta donde se la pudo reconstruir. Sin embargo, en ese período Vincent estaba angustiado y depresivo. En ese estado de ánimo aceptó el consejo de su hermano de internarse en Saint Remy, donde fue admitido en mayo de 1889. En esa época Vincent estuvo libre de síntomas productivos, y su estado de ánimo aprovechó esa nueva situación: “Mi angustia, el terror que le tenía antes a la locura, se ha suavizado mucho” (9/5/89, 578, 591). De todos modos el síndrome de agotamiento postremisivo de tonalidad angustiosa y deprimida se mantuvo con falta de voluntad hasta principios de 1889: “Ahora el temor a la vida es menor y la melancolía menos acentuada. Pero no tengo voluntad. Fui y sido siendo terriblemente melancólico” (25/5/89, 579, 592). A pesar de que todavía sufría una “angustia terrible” cuando pensaba en su ataque, vincent escribió el 9 de junio de 1889, con más confianza: “Siento deseos de trabajar” (9/6/89, 581, 594), y refiriéndose a la enfermedad: “Tal vez haya sido útil en el sentido de que ahora pinto mejor que antes” (9/6/89, 581, 594), y diez días más tarde: “Me va muy bien y el trabajo me ocupa y me distrae” (19/6/89, 582, 595).
Durante su internación en Saint Remy, Vincent sufrió nuevas recaídas. Es muy improbable que haya tenido relación con el abuso de una sustancia en esa época: “Me va muy bien. Te puedes imaginar que después de medio año de un extremo cuidado en la comida, en la bebida y en el tabaco, debo encontrarme mucho más tranquilo” (19/6/89, 582, 595), escribe en junio de 1889. La primera recaída puede fecharse en agosto de 1889: “Debes saber que me resulta muy difícil escribir, pues estoy totalmente confundido” (8/89, 587, 601). Los episodios mantuvieron el modelo característico con un comienzo abrupto: “Sabes que estoy sufriendo mucho porque se han vuelto a producir los ataques, justo cuando comenzaba a tener la esperanza de que no volverían más. El último ataque, querido hermano, se produjo afuera, en el campo, cuando pintaba en un día tormentoso” (8/89, 587, 601). Sin embargo, Vincent se recuperó rápidamente, pues ya a principios de septiembre de 1889 escribió: “Trabajo sin parar en mi habitación. Eso me hace bien y aleja mis ataques, esas ideas anormales” (9/89, 590, 604); de la siguiente observación surge una prudente confianza: “Cuento con que la enfermedad vuelva después de mucho tiempo, por lo menos algunos años” (9/89, 590, 604).
Hasta fines de diciembre de 1889 Vincent se mantuvo bien; sus cartas tratan sobre todo de pintura, pero luego se produce una nueva crisis: “Es notable: había estado trabajando con total tranquilidad en mis cuadros, y como verás, de manera totalmente inesperada, sin ninguna razón, tuve un nuevo ataque” (12/89, 602, 620). Después de esa crisis, que parece haberse caracterizado más bien por sentimientos de felicidad, se restableció rápidamente: “Nunca he trabajado con más tranquilidad en mis cuadros que en los últimos días. Se había apoderado de mí pasajeramente un gran desaliento. Pero puesto que ese ataque fue superado en una semana, ¿por qué voy a decirme que puede volver?” (1/90, 604, 622), y: “Por el momento me siento muy bien y espero mantenerme así” (1/90, 605, 623). No se encuentran allí indicios de un estado afectivo anormal. Vincent describía su trabajo más bien como eficiente y cuidadoso: “El resultado de esto es una serie de seis cuadros. Te aseguro que estoy trabajando en las últimas tres «Horas del día» con madura reflexión para calcular el efecto de los colores” (1/90, 605, 623). La valoración que Vincent hace de sí mismo es discreta y modesta: “Quiero y puedo ganar algo de dinero con mi pintura. Habría que organizarlo de manera tal que mis gastos no superen las cifras de los ingresos y que el dinero gastado se recupere” (1/90, 605, 623). Incluso el Dr. Peyron lo animó: “Contra la melancolía, en la medida en que me es posible luchar contra ella” (1/90, 605, 623).
Hasta una carta del 15 de febrero no encontramos nuevos indicios de un empeoramiento de la salud. Después de esa fecha Vincent no escribió ninguna carta hasta mediados de abril de 1890. Al parecer se trató de ese episodio de dos meses del que habló el Dr. Peyron, pues Vincent escribió seguidamente: “Hace dos meses que no puedo trabajar y estoy muy atrasado” (5/90, 610, 629). Sobre el ataque renovado manifestó retrospectivamente: “El último cuadro antes del ataque es bueno y fue pintando con mayor tranquilidad y seguridad que nunca. Y al día siguiente tuve que empujarlo de la cabeza como si fuera ganado. Son cosas difíciles de entender, pero lamentablemente es así” (4/90, 609, 628). También de esa crisis se recuperó rápidamente. A principios de mayo escribió todavía: “Puesto que en estos días me va mejor”, pero: “Han llegado cartas de mi familia, que no tengo ánimo de leer, tan melancólico estoy”, y “pero estoy triste” (1/5/90, 610, 629). Sin embargo, pocos días después observó: “He recuperado toda mi claridad para el trabajo; tengo más ideas de las que puedo realizar, sin que eso me confunda” (5/90, 611, 630), y “De acuerdo con mi experiencia, después de esas crisis, de las que tuve una ahora, siguen siempre tres o cuatro meses de completa tranquilidad” (5/90, 612, 631).
Después del alta de Saint Remy, su cuñada quedó sorprendida por la fuerte constitución y los colores sanos de Vincent, lo que no sólo sería indicio de una buena salud física, sino también del estado anímico. El estado de ánimo confiado se mantuvo y Vincent pasó un tiempo tranquilo en Anvers, bajo la protección del Dr. Gachet: “A pesar de todo vivo al día: es tan bello aquí. Mi salud está bien” (4/6/90, 619, 638). Sólo a fines de julio de 1890 volvió a escribir sobre la tristeza: “Estos tres cuadros son campos extendidos en el infinito bajo un cielo cubierto de nubes, y no es difícil expresar en ellos toda mi tristeza, la extrema soledad” (7/90, 630, 649), y dos días antes de su suicidio: “En realidad tengo muchas cosas que escribirte, pero no tengo ganas, me parece que es inútil” (25/7/90, 631, 652), de manera que se puede suponer un estado anímico oprimido, que tal vez haya sido interpretado por el mismo Vincent como prodromo de una nueva crisis, tal como supuso su cuñada: “La angustia frente a una recaída en su enfermedad, que lo amenazaba, o la crisis misma, lo llevaron a la muerte”. Después de haber emprendido en Saint Remy dos intentos de suicidio por medio de la ingestión de colores al óleo, el 27 de julio de 1890 se disparó un tiro en el pecho y murió dos días después.

El cuadro transversal de los episodios agudos

Sin duda alguna el 23 de diciembre de 1888, el día en que Vincent se cortó la oreja, señala el comienzo de la crisis aguda. Las únicas asociaciones psicológicas que se pueden reconstruir respecto de ese acto es su posición interior respecto de las prostitutas; Vincent escribió por ejemplo en otro lugar, en una carta a Bernard: “Rechazada por la sociedad, tal como somos rechazados nosotros por ser artistas, la prostituta es por cierto nuestra amiga y hermana” (B 14).(28) Por otra parte en Arles había visto corridas de toros, en las que era usual que el matador ofreciera la oreja del animal vencido a la dama de su elección.(21) Fuera de alusiones indeterminadas, en las que se señalaba como confuso o loco, Vincent no se manifestó ni en sus cartas ni en las conversaciones que nos han sido transmitidas respecto de ese gesto, de manera que toda interpretación debe ser especulativa. Sin embargo, es de suponer que Vincent actuó en un estado de vivencia anormal de su significación, de manera que más tarde él mismo no se pudo explicar su gesto.
Son valiosos para la sintomatología de la psicosis aguda los informes de los miembros de la familia, pues Theo encontró a Vincent durante el episodio agudo. La cuñada de Vincent, Johanna Bonger, informó: “Theo lo encontró en medio de una crisis nerviosa de oscilante violencia”, y el mismo Theo escribió: “Había momentos, mientras estaba con él, en los cuales estaba normal”.(6) Por lo tanto no se trataba de un estado de excitación continuo, sino de una sintomatología fluctuante.
Vincent no escribió durante el primer episodio agudo; sin embargo, en cartas posteriores se expresó acerca de los síntomas subjetivos de la fase aguda en diciembre de 1888 y durante la recaída de febrero de 1889. No sabemos si Vincent, al decir “insoportables imágenes de la locura” (28/1/89, 560, 574) se refería a ideas delirantes en sentido psicopatológico o alucinaciones. Sin embargo, en otros lugares se encuentran alusiones a ambos fenómenos. Theo continuó así en su informe citado más arriba: “Pero luego, después de un corto tiempo, volvió a caer en su fantaseo sobre filosofía y teología”,(6) y sobre el episodio de la primera semana de febrero de 1889 el párroco Salles escribió a Theo que Vincent sufría de perturbaciones del sueño, temor a haberse envenenado y alucinaciones.(30) El mismo Vincent escribió más tarde: “Durante las crisis creo siempre que lo que me imagino es real” (21/4/89, 571, 585), lo que igualmente permite suponer ideas delirantes. Vincent se refirió a las alucinaciones (Trugwahrnehmungen) sólo meses después, desde Saint Remy: “El temor a la locura se reduce considerablemente cuando veo desde cerca a los hombres que sufren la enfermedad y puedo estar con ellos sin mayores dificultades. Es algo por lo que estoy muy agradecido. Observo en los otros que también ellos durante los ataques oyen ruidos y voces extrañas y que también ante sus ojos parecen transformarse las cosas. Aquí hay uno que grita y habla continuamente, como yo, desde hace 15 días. Cree escuchar voces y palabras en el eco de los corredores, probablemente porque los nervios del oído están enfermos y sobreexcitados. En mi caso eran los ojos y los oídos simultáneamente” (25/5/89, 579, 592). Van Gogh describe aquí inequívocamente alucinaciones acústicas bajo la forma de voces (y no por ejemplo el ruido en el oído bajo la forma de un tinnitus), pero también alucinaciones ópticas, y limita esos fenómenos a los períodos agudos de la enfermedad. Evidentemente, esos síntomas eran para él tan inquietantes, que sólo se animó a expresarse acerca de ellos cuando conoció a otros hombres que tenían vivencias semejantes.
Otro síntoma importante comprobable son las perturbaciones del sueño: “Lo más grave es la falta de sueño” (9/1/89, 556, 570), y “estaba intranquilo porque no podía conciliar el sueño” (9/1/89, 556, 570). Encontramos también alusiones a una desorientación: “Durante muchos días estuve completamente desorientado, como en Arles” (8/89, 587, 601); “estaba totalmente desorientado” (12/89, 602, 620). A pesar de que no queda claro qué es lo que quiere decir Vincent con esa expresión, la observación del Dr. Peyron, en el sentido de que van Gogh sólo tenía un recuerdo muy vago de los episodios agudos, entre ellos también el de la oreja cortada, apoya la suposición de una ligera perturbación de la conciencia (véase más abajo).
Sin embargo, como síntoma conductor, mencionado en muchas descripciones de los “ataques”, debemos considerar la perturbación del afecto. Es así que Vincent habló de una gran angustia durante los episodios de la enfermedad. “Tenía una gran angustia al estar solo en la casa durante la noche” (9/1/89, 556, 570), “Es extraño: cada vez que intento reflexionar se apodera de mí una terrible angustia y me pongo a temblar” (9/6/89, 581, 594), y refiriéndose a una sentencia de un poeta holandés: “Estoy ligado a la tierra con lazos más que terrenales: debí sentirlo para mi mayor angustia, sobre todo durante mi así llamada enfermedad mental” (24/3/89, 567, 581). También la siguiente cita se refiere a la angustia: “Creo que ésa es la razón por la que gritaba tanto durante los ataques: quería defenderme” (30/4/89, 574, 588). Se refería allí a un “poder de la naturaleza o más bien a una debilidad de mi carácter”, que amenazaba su obra, la fundación de algo “sencillo, pero duradero” (30/4/89, 574, 588). También esta característica de la amenaza y la necesidad de defenderse puede relacionarse con un estado de excitación angustioso, pero no con uno alegre, y es difícil de relacionar con uno maníaco irritable.
Sin embargo, también el polo afectivo opuesto de la angustia, la felicidad o el éxtasis se manifestó durante las fases de la enfermedad. Es así que van Gogh escribió el 3 de febrero de 1889 sobre el primer período de su enfermedad: “¿Pero qué puedo hacer? Tengo momentos en que el entusiasmo llega hasta la locura o hasta la profecía: entonces me siento como un oráculo griego sobre su trípode” (3/2/89, 562, 576), y respecto de la crisis de diciembre de 1889: “¡Ay!, durante mi enfermedad cayó nieve, y me levanté a la noche para contemplar el paisaje. Nunca antes el paisaje me había aparecido tan conmovedor y delicado” (12/89, 602, 620). Esto es indicio de un estado afectivo solemne-feliz, pero no maníaco-excitado o depresivo. Encontramos una indicación valiosa también en una carta del párroco Salles, que se ocupó de Vincent durante sus crisis, y que informó a Theo acerca de un mejoramiento: “Es imposible rendir cuenta de los cambios bruscos y totales de ánimo que se producen en él”.(6)
En los momentos de la excitación psicótica aparecían ideas religiosas que el mismo Vincent consideraba exageradas: “Observo también que mis arrebatos toman un camino religioso absurdo” (10/9/89, 591, 606), y “Si vuelvo a tener un arrebato religioso, ¡trátenme sin piedad!” (10/89, 592, 607). Leonhard atribuye esa característica de la formación de ideas al rápido cambio de los afectos en la psicosis de angustia-felicidad. Los pacientes luchan todavía contra las ideas que surgen en un estado afectivo cuando ya se encuentran en el polo afectivo contrario. El intento de armonizar esa oposición conduce “a una formulación que les otorga un doble rostro típico. Para este tipo de ideas la religión ofrece con su enseñanza del castigo y la redención el contenido adecuado”.(19)
Es posible asegurar aun más las características sintomáticas presentadas hasta ahora, reconstruidas a partir de los informes de van Gogh, de su hermano y de sus amigos, por medio de las relevantes informaciones que surgen de los juicios del Dr. Peyron:(7)
1) La enfermedad (manie aigue) apareció abruptamente (survenue brusquement).
2) Estaba acompañada de alucinaciones acústicas y ópticas que angustiaban fuertemente al paciente (qui le terrifiaient).
3) El paciente sólo tenía un recuerdo muy vago de los episodios agudos (ne conserve de tout cela qu’un souvenir très vague), lo que apoya el síntoma de una perturbación de la conciencia en el sentido de una desorientación que el mismo Vincent observó y describió.
4) Durante su estadía en Saint Remy, Vincent sufrió varios nuevos episodios de su enfermedad, con una duración de una semana a dos meses, caracterizados por una angustia terrible (terreurs terrifiants) y que llevaban a repetidos intentos de suicidio con colores o petróleo.
5) Durante los intervalos de la enfermedad Vincent estaba totalmente sano (parfaitament tranquille et lucide) y con capacidad de trabajo (il se livre alors avec ardeur à la peinture).
6) El diagnóstico del alta decía “sanación” (guérison).
Resumen de la sintomatología y del curso
El curso señala de manera inequívoca una enfermedad fásica. En cada uno de los cinco episodios comprobables (diciembre de 1888, febrero de 1889, agosto de 1889, diciembre de 1889 y marzo/abril de 1890) es posible demostrar, en base a las cartas de Vincent, que el modelo del curso con comienzo peragudo y remisión total rápida no cambiaba. En todos los casos había estadíos prodrómicos caracterizados por perturbación del sueño y angustia. Después de las fases de la enfermedad seguían estados de agotamiento postremisivos, angustioso-depresivos, que remitían subjetiva y objetivamente, en su totalidad, en el término de pocos días (por ejemplo enero de 1890) hasta tres meses (marzo-mayo de 1889). Como prueba de la falta de síntomas negativos entre los episodios, se pueden ofrecer además de los propios informes de Vincent la producción de cuadros rica y en constante maduración, así como las cartas altamente diferenciadas en cuanto al lenguaje y de una gran profundidad en los sentimientos y los juicios. Todos los intentos de suicidio se produjeron en relación temporal con los episodios psicóticos, y es posible que el suicidio propiamente dicho haya ocurrido en un estadío prodrómico.
La sintomatología de la enfermedad de Vincent era multiforme y cambiante. En el primer plano de las fases agudas había estados de excitación afectiva que aparecían y desaparecían rápidamente, en instantes, a los que se unían pensamientos delirantes religiosos y filosóficos, alucinaciones acústicas bajo la forma de voces, alucinaciones ópticas y probablemente también temores a haberse envenenado. Vincent sufría de perturbaciones del sueño, y el síntoma conductor que aparecía continuamente era la angustia, que también en los estados de agotamientos postremisionales se manifestaba como temor a una recaída. También hay indicios inequívocos que hablan a favor del polo contrario, la felicidad, o sea el entusiasmo durante las fases agudas. El mismo van Gogh se describió repetidas veces durante los estados de excitación como desorientado; el vago recuerdo de las psicosis agudas indica ligeras perturbaciones de la conciencia. En cambio la tristeza y la falta de voluntad se presentaban sólo fuera de las fases de excitación psicótica.

Análisis crítico de la bibliografía

Después de la lectura de la patografía de Vincent van Gogh con la clave de una psicosis cicloide, presentaremos y discutiremos críticamente los diagnósticos más importantes que han sido propuestos para su enfermedad.
El primer diagnóstico y probablemente el más importante es el de una epilepsia, propuesto por el director de la clínica en Saint Remy, el Dr. Peyron, al recibir al artista. Otros autores apoyaron más tarde ese diagnóstico. Así, por ejemplo, Evenson observó que una manía con alucinaciones terroríficas coincidía plenamente con la definición de epilepsia como enfermedad fundamental de aquella época. A decir verdad, Evenson no ofreció ningún argumento en favor de ese diagnóstico, pero lo mantuvo porque una parálisis progresiva o una dementia praecox le pareció improbable. Señaló sin embargo que durante toda la internación en Saint Remy no se observó ningún ataque convulsivo epiléptico.(7)
Gastaut(10) sostuvo que la enfermedad era una epilepsia psicomotora; Morrant(23) afirmó que se trataba de una epilepsia temporal lobular, pero se apoyó en la afirmación, que no aclaró en ningún lado, de que los episodios en Saint Remy, al contrario de la primera manifestación en Arles, eran ataques. Sin embargo, el curso de los episodios permite suponer que la denominación de “ataque” fue utilizada por Vincent y el Dr. Peyron en razón del comienzo abrupto. Morrant indicó luego un cuadro clínico perturbado (clouded), lo que no se corresponde con las informaciones de los documentos históricos, pues los síntomas no eran equívocos, sino variados, como este mismo autor lo observó más adelante. Como argumento principal a favor de una epilepsia, Morrant ofreció una pérdida de la conciencia; sin embargo, ese síntoma no se encuentra ni en las cartas de van Gogh ni en las notas del Dr. Peyron; de la misma manera, la amnesia a que se refiere se presentó durante los episodios como recuerdo vago y confusión, pero no como pérdida completa de la conciencia.(7, 29) A Morrant le resultó difícil unificar la sintomatología bajo un único diagnóstico y en sus conclusiones debió presentar nada menos que cinco diagnósticos para explicar la enfermedad psíquica del pintor (epilepsia compleja-parcial, insolación, intoxicación con terpentina, perturbación de la personalidad, depresión y enfermedad maníaco-depresiva). Este autor sólo pudo ofrecer como evidencia de la enfermedad epiléptica el carácter de “ataque”, la sintomatología “poco clara” y la perturbación de la conciencia. No se discutió para nada el hecho de que los “ataques” de van Gogh en Saint Remy tuvieron una duración de hasta dos meses y estaban acompañados de perturbaciones del sueño, pesadillas y alucinaciones que Vincent recordaba más tarde, y que esos síntomas oscilaban de instante a instante entre la conciencia clara y los pensamientos delirantes excitados. Es imposible relacionar este modelo con una epilepsia ni con perturbaciones postictales de la conciencia. A la misma conclusión llegaron Lemke y Lemke, que analizaron el intercambio epistolar de Vincent con su hermano y la obra artística. Pudieron demostrar que después de la irrupción de la enfermedad la capacidad creadora de Vincent siguió desarrollándose no sólo cualitativamente, sino también cuantitativamente, lo que sería difícil de relacionar con una causa psicoorgánica. Sin embargo, estos autores no propusieron un diagnóstico final.(18)
Arnold explicó el abuso del ajenjo o un craving por el pineno, el alcánfor y la terpentina como una posible causa de la enfermedad de Vincent.(3) Como apoyo de su tesis alegó que van Gogh había ingerido colores y había sufrido excitaciones, así como ataques epilépticos. Contra esta tesis habla el hecho de que los Dres. Peyron y Rey nunca mencionaron el abuso del ajenjo como diagnóstico, a pesar de que en esa época ocurría en Arles cinco veces más que en el resto de Francia.(23) Muchos otros argumentos hablan en contra de la génesis tóxica: para suponer un craving y una enfermedad abrupta y psicoorgánica debería probarse un abuso consistente y continuo del ajenjo o de la terpentina. Semejante abuso, en el caso de ser posible, no hubiera pasado desapercibido en Saint Remy y habría causado un daño continuo de la fuerza creadora y un cambio de la personalidad. A decir verdad, el Dr. Peyron informó sobre la ingestión de colores, pero en relación con los episodios de la enfermedad.(7) En ningún lado se encuentran indicios de una conducta semejante al craving. Si Vincent hubiera continuado abusando, su constitución no hubiera sido sana y fuerte, como comprobó su cuñada al ser dado de alta en Saint Remy. Incluso la única explicación posible de un ocultamiento de la adicción con una deshabituación exitosa en Saint Remy, que ni siquiera los defensores de esta tesis consideraron, se debilita por las fases de la enfermedad que aparecieron poco tiempo antes de ser dado de alta.
Arenberg y col. interpretaron la automutilación de van Gogh como indicio de que había sufrido de tinnitus y probablemente de un morbus menière.(2) Los autores llegaron incluso a considerar como indicio de un Nystagmus las alucinaciones ópticas sobre las que informó van Gogh. Esa versión fue criticada porque descuidaba importantes aspectos de la enfermedad y se basaba en una valoración tendenciosa de síntomas aislados.(5, 8, 9) Además hay que tener en cuenta la interpretación parcial de Arenberg del término francés “vertige” como “mareo” (Schwindel), que se utilizó para los ataques del pintor en la traducción francesa de sus cartas escritas al principio en holandés. En francés “vertige” significa tanto “embriaguez” (Rausch) como “desorientación” (Verwirrung). Sobre todo habla en contra de un morbus menière el hecho de que van Gogh nunca mencionó en sus cartas ruidos auditivos que indicaran un tinnitus. Más bien informó sobre voces y visiones, es decir, sobre alucinaciones complejas y estructuradas que no se pueden armonizar con un morbus manière. Por último, quedan sin explicar por este diagnóstico las ideas delirantes, el afecto cambiante, los giros religiosos “absurdos”, las fases de felicidad y de entusiasmo.
El diagnóstico de una porfiria intermitente es más bien una curiosidad.(15) También esta interpretación, que presupone ataques de dolor de estómago, náusea, anorexia, angustia y alucinaciones, carece de base en los documentos sobre la enfermedad de van Gogh. La observación de que no pudo comer durante un ataque a causa de un malestar estomacal (el autor no ofrece el número de ninguna carta para esta cita, de manera que el pasaje no pudo ser encontrado para la presente investigación), seguramente no justifica esa interpretación. Los accesos de entusiasmo, los delirios, las alucinaciones y la perturbación del sueño con angustia así como el rápido cambio de la sintomatología en el término de instantes no se pueden explicar por medio de una porfiria. Tampoco en las notas del Dr. Peyron se encuentran indicios de los síntomas físicos de una porfiria.
A decir verdad, se explicó muchas veces una intoxicación con digitalis,(4, 16, 17, 25) pero el estímulo para esa interpretación surgió más bien a causa de las interesantes analogías entre los síntomas de una intoxicación con digitalis y aspectos parciales de la obra del artista. A pesar de que el digitalis era utilizado ocasionalmente en aquella época para el tratamiento de las epilepsias,(17) van Gogh mencionó un tratamiento con bromo y alcánfor, no con digitalis. Asimismo los apuntes del Dr. Peyron no contienen indicaciones para esa terapia. Aun cuando van Gogh haya sido tratado con digitalis después de la manifestación de su psicosis, eso no explica la irrupción de la enfermedad ni la sintomatología, y menos aun los cuadros correspondientes (por ejemplo el Café nocturno) que surgieron antes de la irrupción de la psicosis, es decir, en el verano de 1888. Por eso la mayoría de los autores llegaron a la conclusión de que la elección de los colores era una elección artística de van Gogh.(4, 17) Incluso se propuso utilizar los cuadros correspondientes de van Gogh sólo como sostén de la memoria, para recordar que el digitalis puede provocar xantocromatopsia.
La hipótesis de una esquizofrenia fue favorecida sobre todo en la década de 1920, pero más tarde se dejó de sostenerla seriamente. Propuesta por Jaspers en 1924, se basaba en informaciones incompletas sobre la vida de van Gogh;(14) otros sostenedores de esa teoría fueron Schilder,(27) Westermann-Holstijn(33) y Riese.(26) Jaspers supuso una esquizofrenia en base a un número, como él mismo se lamentó, limitado de documentos biográficos y de historia del arte que lo motivaron a ver en los cuadros de los últimos meses un engrosamiento de las líneas. De todas maneras, el mismo Jaspers escribió respecto de ese análisis personal de la obra: “Creo que mis observaciones son muy pobres porque me falta una formación artística, artesanal y científica; y me resulta doloroso no poder realizar por falta de material suficiente una investigación que me parece esencial”. En su consideración final reconoció que “el hecho de haber mantenido totalmente la capacidad crítica y la disciplina, a pesar de unos ataques psicóticos tan violentos, durante dos años, no era usual en la esquizofrenia, pero era posible”. Por “escrupulosidad psiquiátrica” señaló “el mínimo de inseguridad que había en el diagnóstico de van Gogh, al contrario de Hölderlin y Strindberg”.(14)
Seguramente que si utilizamos un concepto tan amplio de esquizofrenia como el que utilizó Jaspers, deberemos pensar en ese diagnóstico. Sin embargo, el curso y la sintomatología transversal siguen siendo no típicos, tal como debió comprobarlo el mismo Jaspers. En cambio es paradigmática para este dilema la consideración de Riese, que en su análisis llegó al juicio comprensivo de que van Gogh “sufrió una enfermedad mental que se manifestaba con ataques. Durante esos ataques el artista estaba desorientado, excitado-angustiado y tenía alucinaciones. El primer ataque se produjo en forma aguda y repentina. En el tiempo entre los ataques van Gogh estuvo mentalmente indemne y con una gran visión de la enfermedad”. A pesar de esta descripción de un curso fásico con excitaciones del afecto predominantes y remisión total, Riese se adhirió a la interpretación de Karl Jaspers y propuso una esquizofrenia como el diagnóstico más plausible. Como indicio ofreció entre otras cosas las dificultades de Vincent en la estructuración de la vida diaria con la búsqueda de un marco protector (“servicio militar u hospital”).(26) Sin embargo, ese marco no fue buscado por el mismo Vincent, sino que le fue aconsejado por sus amigos y su hermano Theo (“¡Dios mío, entonces voy a Saint Remy!” (3/5/89, 576, 590); los problemas en la vida diaria se referían sólo a los estados de agotamiento postremisivos.
En algunos posicionamientos se diagnosticó, desde el punto de vista psiquiátrico, más bien una enfermedad afectiva fásica. Así, Hemphill llegó a la conclusión de que van Gogh sufría de una enfermedad maníaco-depresiva. Sin embargo, este autor reconoció que las perturbaciones de la conciencia y las crisis súbitas no era típicas y postuló por lo tanto adicionalmente un abuso del ajenjo.(11) Otros sostenedores de la hipótesis de una enfermedad maníaco-depresiva fueron Perry(24) y Jamison.(13) Así, Jamison señaló que la anamnesis familiar había sido positiva (la hermana Wilhelmina pasó años en una clínica psiquiátrica y el hermano menor, Cor, se suicidó). A decir verdad, el autor discutió la duración breve no típica de las fases de la enfermedad, pero las relacionó con el diagnóstico de una enfermedad afectiva. Sin embargo, ese breve análisis no parece suficientemente detallado respecto del corte transversal y el curso de la enfermedad, como para asegurar el diagnóstico. En especial quedan sin considerar el comienzo abrupto, el carácter polimórfico y fluctuante con rápidos cambios del estado anímico, los síntomas psicóticos y las perturbaciones de la conciencia. Además no queda claro cuáles fases deben considerarse como depresiones y cuáles como manías. Tampoco es posible probar la acumulación de las fases según las estaciones del año propuesta por este autor (diciembre 1888, febrero 1889, agosto 1889, diciembre 1889, marzo/abril 1890, julio 1890). La anamnesis familiar es positiva sólo para las enfermedades nerviosas, pero no es inequívoca para las enfermedades maníaco-depresivas, y por lo tanto no puede se considerada como orientadora para la enfermedad de van Gogh, ya que también son posibles las acumulaciones familiares en las psicosis cicloides.
Para el diagnóstico de una enfermedad maníaco-depresiva vale lo mismo que para una esquizofrenia: si utilizamos una definición amplia, tendríamos en el DSM-IV una grave perturbación bipolar de tipo I con episodios mixtos, rasgos psicóticos del estado de ánimo incongruentes y cambio rápido de las fases (cuatro o más fases por año, 296.64). De todos modos también aquí se trataría de una casuística inusual en muchos aspectos, con ideas delirantes incongruentes con el estado de ánimo, alucinaciones, angustia, comienzo abrupto y cambio rápido en el término de instantes, así como de un autoperjuicio extravagante no suicidal.
Monroe(22) propuso el diagnóstico de una reacción psicótica episódica en base a la sintomatología y al curso. Sin embargo, en los documentos supérstites la suposición implícita de una perturbación reactiva no encuentra ningún apoyo. Además este autor defendió la hipótesis (incompatible con nuestra comprensión actual de la relación entre psicosis y epilepsias) de que para la psicosis podrían ser responsables descargas epilépticas en el sistema límbico.

Conclusión

Si tenemos en cuenta todas las informaciones a nuestro alcance, sólo una psicosis puede explicar los síntomas de la enfermedad de Vincent van Gogh. Para suponer una enfermedad orgánica con la inclusión de una epilepsia psicomotora deberíamos dejar de lado o valorar en forma parcializada numerosos aspectos de la patografía del artista. La explicación de la psicosis como esquizofrenia, sobre todo en la década de 1920, como enfermedad maníaco-depresiva en los trabajos más recientes responde a las corrientes de las convenciones de clasificación actuales. A pesar de eso, la psicosis de van Gogh no es típica ni para una esquizofrenia ni para una enfermedad afectiva, como lo reconocen además los sostenedores de esos diagnósticos. La ventaja de la propuesta de Karl Leonhard consiste en cambio en el hecho de que la enfermedad de van Gogh representa una casuística típica para una psicosis cicloide de angustia-felicidad y que este diagnóstico se puede relacionar con todas las informaciones psicopatológicas que se encuentran en los documentos históricos. A ello responde también el tipo excesivo observado por Leonhard en el campo de las psicosis cicloides. Además de los pasajes textuales citados por otros autores y por el mismo Leonhard, se pudieron encontrar nuevos indicios en las cartas y en las obras de van Gogh que apoyan la interpretación de Leonhard; también es igualmente importante el hecho de que no se hayan encontrado en las fuentes indicios que contradijeran esa interpretación. En primer plano encontramos particularmente tristeza y melancolía en los estadíos prodrómicos y en los síndromes de agotamiento postremisivos, pero no durante los episodios psicóticos agudos.
Otro elemento que debemos agregar como prueba a favor de una psicosis cicloide consiste en que se cumplen, en base a los datos investigados y para todos los episodios de la enfermedad, los criterios del diagnóstico correspondiente del ICD-10, es decir, de una perturbación psicótica polimórifca aguda sin sintomas esquizofrénicos (F23.0). Incluso el largo episodio de marzo/abril de 1890 no contradice ese diagnóstico (véase la Tabla 3, a pesar de que aquí faltan datos más cercanos y específicos. Sobre todo coinciden los síntomas “típicos” del ICD-10, es decir, el cuadro de manifestación polimórfico así como el comienzo abrupto, considerado importante. Los criterios de una esquizofrenia no se cumplen en ningún episodio. En base al criterio de un tiempo mínimo de dos semanas no entra en consideración una perturbación afectiva bipolar mixta: contra ese diagnóstico habla igualmente el carácter polimórfico de la sintomatología con síntomas psicóticos. De todas maneras debemos señalar que en los sistemas cuyos criterios para las psicosis cicloides son esencialmente más restrictivos (por ejemplo DSM-IV: breve perturbación psicótica, cf. 298.8), muchas psicosis de angustia-felicidad o perturbaciones psicóticas polimórifcas (según el ICD-10) deben incluirse en la categoría de las perturbaciones bipolares como casos no típicos.
Aun cuando en la vida de este artista extraordinario se encuentren regularidades y elementos comunes con otros enfermos mentales bajo la forma de síntomas psiquiátricos, tal como hemos intentado demostrar aquí, su obra, en razón de sus características únicas, escapa a todo análisis científico-psicológico. Puesto que Vincent van Gogh invitó ocasionalmente en sus cartas a contemplar determinadas obras también como espejo de su vida espiritual, permítasenos como conclusión de este trabajo proponer un cuadro poco tenido en cuenta por la historia del arte, como indicio de que van Gogh sintió en su enfermedad, como dos sentimientos estrechamente emparentados, los dos polos opuestos de angustia y felicidad, que se encuentran en los rostros de los niños retratados.3

Bibliografía

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32. Weltgesundheitorganisation (1991), Kapitel V (F), in: Dilling H, Dilling K, Dittmann V, Freyberger J, Schulte-Markwort E (eds.), Internationale Klassifikation psychischer Störungen. Huber Bern, Göttingen, Toronto.
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