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Año VIII - Vol 6 - Nº 1 - Junio 1997
ALCMEON 21
La obra de Jean Etienne Dominique Esquirol (17721840)
Dr. Alfonso Carofile
Esquirol desmembró el dominio de la melancolía, uno de los términos más antiguos del vocabulario médico, en monomanías y lypemanías. Se trata de lo que actualmente llamamos "psicosis delirantes crónicas" y "depresiones". El trastorno del humor se separa finalmente del juicio. Nace la psiquiatría nosográfica francesa que perdurará hasta nuestros días. Las "pasiones" de sus pacientes, dibujados por Ambrosio Tardieu, son patentes a la visión actual. Inaugura junto a Pinel la "Mirada Médica" (Saurí), primer paso de la descripción fenoménica. Por primera vez "se elevan los alineados a la categoría de hombres" (Falret). El tratado De las enfermedades mentales es un resumen de textos, observaciones y detalles completadas con el famoso Atlas que reúne 25 retratos de pacientes, un "histograma" de aspecto muy moderno y un plano de Charenton (M. Gourevitch). Comenzaremos por la iconografía de la manía-lypemanía que Esquirol no pudo unir en una sola entidad nosográfica, pero que sí lo hicieron sus discípulos (Falret).
Lámina 1: Agitación maníaca (1838)
Escribe Esquirol: "A pesar de la camisa de fuerza con la cual se tiene la pretensión de inmovilizarla, la enferma se arrastra por tierra, se enmaraña los cabellos, contorsiona la fisonomía y tiene el aspecto de una furia no desprovista de inteligencia". La manía "delirio general con exaltación" es aquella "locura de la cual nadie duda" (Magnan). Típico síndrome de excitación psicomotriz donde difícilmente se estructuran ideas delirantes o aparecen alucinaciones. Sólo un cascabeleo de ideas juguetonas, a veces cáusticas y agresivas, donde la movilidad de la atención, acumulando percepciones, hace sugerir el pensamiento ideofugal en una suerte de caos tumultuoso. El sentimiento que embarga a esta paciente no es la alegría ni aun el "entusiasmo inmotivado" (Weitbrecht), sino la furia más ligada a la omnipotencia y la destrucción. No es la manía una alteración del afecto (Goldar), sino del "thumos", del temperamento, es una "Temperaments-Krankheit" (Ewald). La furia implica acción, irritación, siendo la hiperactividad el centro de su accionar. Más que fuga del pensamiento hay una "fuga de los actos", como bien lo había señalado Osvaldo Loudet. Podríamos pensarla como una manera de resolver la caída en términos de una verticalidad ascendente. Hacia arriba. "In ascensu" frente a la realidad insoportable. Este "volar" del pensamiento y de los actos está ligado a una fina observación de Pascal. Dice que el hombre se afana en una actividad sin fin no porque quiera alcanzar algo. Lo único que pretende es no encontrarse sólo de cara a él mismo. En el momento que detiene su hiperactividad, la fiesta se hace fúnebre. Obliguemos al maníaco a parar su actividad durante unos segundos y se deprimirá, aunque luego vuelva a su juego. De Jean Etienne Dominique Esquirol (1772-1840), el discípulo predilecto de Pinel, y de su obra de 1838, Des maladies mentales considerés sous les rapports médical, higiénique et médico-legal, extraemos este grabado debido al buril de Ambroise Tardieu. Su exposición (Esquirol) recuerda según Ackerknecht a Stendhal. Al igual que este último pensaba que el "científico escritor" debe ser como un espejo que refleje la maldad y la ignorancia del mundo, pero sin mancharse con el barro del camino que va recorriendo.
"La misma enferma luego de la curación de su acceso maníaco. Aspecto de calma, actitud sencilla, modesta", con una ligera nubecilla de melancolía. Es una inmovilidad patética, una suspensión de la existencia, un síncope del tiempo. Para Esquirol la melancolía es un término que debe ser dejado a poetas y moralistas. Este cuadro que aquí vemos es la "lypemanía" que expresa "un estado anormal de la sensibilidad física o moral, con delirio circunscrito y fijo". Aquí domina la pasión triste y opresiva. Toda la actividad psíquica está absorbida en "rumiar su tristeza", con una "reconcentración dolorosa del espíritu", producto de una cenestesia alterada. De allí que se haya dicho que "el melancólico es ante todo un enfermo de la cenestesia". El dolor moral, grado supremo de la tristeza, de una tonalidad sobrehumana, inviste toda la personalidad y da un gran atractivo a la muerte. Según Esquirol, "la lipemanía es una enfermedad cerebral, caracterizada por un delirio parcial, crónico, sin fiebre, sostenido por una pasión triste, debilitante u opresiva". Refiriéndose a una paciente joven escribe: "¡Es la muerte psicofísica a los veintinueve años!" Sin embargo y a pesar de la inmovilidad del cuerpo, la fijeza de los rasgos de la cara, el silencio obstinado, algunas quejas y lamentos, revelan el debate doloroso entre la inteligencia y el afecto. Romano Guardini afirma que "la melancolía no puede abandonarse a los psiquiatras". Se refiere a la que adquiere valor ontológico, constituyendo el ser del hombre en una misma configuración existencial con la manía: "Lo terrible es que la conciencia del hombre desde la infancia haya sufrido una presión que no puede suprimir toda la elasticidad del alma, toda la energía de la libertad... Aquel que desde joven edad sufre una tal presión, recuerda a un niño que se retira con los hierros del cuerpo maternal y que guarda constantemente el recuerdo de los dolores de la madre" (S. Kierkergard).