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ALCMEON 30
Las elegías de Duino
en traducción y prólogo de Diego L. Outes
Darío Raúl Rojas1Alcmeon, Revista Argentina de Clínica Neuropsiquiátrica, vol. 8, Nº 2, octubre de 1999, págs. 205 a 208.
Humildad y orgullo son virtudes que convivían en las deidades de los antiguos. Humildad, orgullo y sabiduría son virtudes que conviven en el Ángel de Rilke y en Diego Luis Outes. Sólo ellos, eternamente como la higuera, sin florecer fructifican.
La diferencia entre lo efímero y lo eterno de las cosas depende de los hombres, y es en esta eternidad de lo cotidiano donde Outes dialoga con la naturaleza. A sus ochenta años, obligado ya hace tiempo a alejarse del laboratorio, el estudioso del cerebro humano continúa adelantándose a toda despedida y se manifiesta en lo que el poeta dice a propósito de la leidendste Erfahrung: "Ist dir Trinken bitter, werde Wein"2
En esta obra respeta la profundidad de la poesía rilkeana, sin hacerle perder su musicalidad ni su grandeza. Evita con maestría la disolución del espíritu del poeta a favor de una lectura menos penosa. Y cuando se duda de una correcta traducción, ¿De qué manera podría decirse mejor?
El castillo de Duino fue el escenario sólo del inicio de la obra en 1912, su final tempestuoso se entrelaza en Muzot, con los Sonetos a Orfeo publicados conjuntamente en 1923.
Las ya conocidas "notas" de Outes, nunca inferiores al texto al cual se refieren y al que siempre enriquecen, nos llevan de la mano por la geografía elegíaca y el universo del poeta. Tampoco faltan alguna consideración psicopatológica y un merecido homenaje a Ángel Battistessa.
Es por todos conocida la influencia de Rilke en la filosofía de este siglo. El traductor se enfrenta como comentarista con los grandes temas que surgen en toda la obra del poeta. El problema de Dios, en progresivo cambio desde las primeras poesías y el notablemente religioso primer "Libro de las horas", "El libro de la vida monástica". La incorporación de la muerte en la vida con el nutriente concepto de la metamorfosis (tema capital de los Sonetos). Es el tiempo órfico de la sucesión y de la existencia imperecedera, el ciclo del flujo eterno, donde el presente está en contacto con el pasado y el futuro. La aproximación permanente del hombre a la muerte desde su nacimiento, el continuo disgregarse, en contacto con el Ángel y su eternidad, ese ángel que nada tiene que ver con el de la Cristiandad y que sólo se comprende a través del hombre. Si el hombre mira hacia la vida, el Ángel es una continuidad entre la vida y la muerte, es el representante de lo eterno. Concluye el poeta en la afirmación de la vida y la afirmación de la muerte.
"Ein jeder Engel ist schrecklich", Todo Ángel es terrible. El ángel de las Elegías es la criatura que completa la transformación iniciada por el hombre, de lo visible en lo invisible. Es "terrible" para nosotros, amantes del Ángel, continuos transformadores, dependientes aún de lo visible. La calificación de terrible al ángel tiene similitud con la expresión homérica de "diosa de horrible aspecto". Por supuesto, ni terrible ni horrible tienen el significado que en la actualidad le otorgamos. Los maestros, griego y germano, quieren indicar lo que el hombre percibe ante la posible manifestación de la deidad, cuyo aspecto real no puede presenciarse sin recibir la muerte. En ambos casos se quiere indicar una magnitud no humana.
En lo personal, Rilke me ha marcado los extremos del camino, entre el "A noir, E blanc, I rouge, U vert, O bleu: voyelles / je dirai quelque jour vous naissances latentes"3 y el "Ich leben mein Leben, in wachsenden Ringen, / die sich über die Dinge ziehn."4.
Durante mi esfuerzo en escribir estas palabras, el Dr. Juan Carlos Goldar me señaló con su agudeza habitual, unos versos que Rilke coloca a manera de conclusión del requiem dedicado a Clara Westhoff y que resumen el pensamiento del poeta:
Schlusztück
Der Tod ist gro
Wir sind die Seinen
lachenden Munds.
Wenn wir uns mitten im Leben meinen,
wagt er zu weinen
mitten in uns.
Conclusión
La muerte es grande.
Nosotros somos Sus5
bocas rientes.
Cuando nos creemos
en medio de la vida
se atreve a llorar
en medio de nosotros.
De su estancia junto a Rodin, Rilke recibe lo que él mismo declara como "altísimo ejemplo". A su pregunta de ¿Cómo vivir?, Rodin le había contestado "trabajando". Y así es como encontramos a Diego Outes. Su maestro, Braulio A. Moyano, recibió de Christfried Jakob idéntico legado. Con Hesíodo decía: "Delante de la verdad los dioses pusieron el sudor". El notable psiquiatra argentino nos relata: "El trabajo fue para Jakob como una religión. El último recuerdo que tengo de mi maestro es de una vez que lo visité en su modesta casa en Belgrano. Lo hallé en el patio, a la sombra de los viejos árboles que el mismo había plantado, y, en el silencio de la tarde, me pareció que estaba rezando en su viejo latín: Vivere est laborare et laborare creare".
El doctor Goldar me ha pedido unir, a estos comentarios, un poema dedicado a su maestro:
Rilkeana
A Diego Outes, por las "Duineser".
¿Quién te impulsó a tan filoso borde?
¿Fue un astro oscuro, y tal vez vencido,
que buscó sepultarse en tus entrañas?
¿O tu eterno silencio inadvertido?
¿Decirme quieres lo que así me dices?
¿O se asomó en el puente de tus versos
esa chinesca niña aventajada
- bucle y pitón en el sendero inverso?
¿Témpano o duna ve, querido Rainer,
quien avistar ya lo vulgar no puede?
¿O eres la ciega mariposa humana
que procrear con lo inefable debe?
¿Son aldeanas en Pascua tus estrofas?
¿Es el filoso borde penitencia?
He dicho astro, mariposa, niña:
¿puedo llamarte Divina Inocencia?
Goldar.
15 de julio de 1999.
El maestro en el viejo laboratorio del Hospital Borda. Junto a él, los objetos instrumentos de su dicha; y cual ángeles desde la altura, los retratos de su madre y de Johannes Müller que lo protegen.