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Año XI, vol. 9, Nº1, julio de 2000De la justificación de la muerte
Darío Raúl Rojas1
No es propio de sabio médico entonar cantos
mágicos ante dolencia que necesita el bisturí.Ayax. Sófocles.
"Así se me tendía hoy el mundo: - no bastante enigma para espantar de él el amor de los hombres, no bastante solución para adormecer la sabiduría de los hombres"2. Este es un intento de mantener lo diáfano (Heiterkeit) y alertar nuevamente sobre la introducción de la mentira en el testimonio de los órganos de los sentidos. La elección del suicidio y del homicidio como ejemplos radica en que cuando surgen sin motivación comprehensible, en forma patológica, se les confiere una justificación, una motivación y una comprehensibilidad. La revelación como mecanismo para el conocimiento del mundo nos permite descubrir los hechos, en una conexión directa a lo sensorial, sin la incrustación previa de una idea en la realidad. "El concepto de revelación, en el sentido de que de repente, con indecible seguridad y finura, se deja ver, se deja oír algo, algo que lo conmueve y trastorna a uno en lo más hondo, describe sencillamente la realidad de los hechos"3. Sin embargo, convencido como me encuentro que la decadencia cede sólo ante un sacro misterio natural, la diosa se adivina entre las brumas.
I
Si vivir es crear, la muerte retira toda posibilidad creadora. Un conocimiento innato de esto es, desde todo punto de vista, incompatible con la vida. La necesidad de una idea de permanencia, como sustancia, como espíritu, como materia, es imprescindible para el transcurrir vital.
El individuo evita o neglige la muerte, sea esta inmediata o mediata, sólo existe el presente, el futuro con el fin del devenir no es tenido en cuenta. Una de las más poderosas influencias sobre esta creencia, proviene del triunfo de las religiones que sostienen no sólo la persistencia de un espíritu tras la desaparición de la vida "animada", sino que hablan incluso de resurrección y reencarnación. En los dioses antiguos coexistían el bien y el mal, el nacimiento y la muerte. El tiempo en aquella cosmovisión era cíclico, es cíclico, es repetición, es la misma copa que regresa con un vino de nueva cepa; dependiendo de nosotros el embriagarnos. Ese tiempo en la actualidad no es tenido en cuenta4. Una "flecha del tiempo" es una idea que no espera el regreso de la primavera, es una idea donde la muerte siempre es lejana y el pasado aún es presente.
El suicidio y el homicidio, como manifestaciones instintivas individuales, generan situaciones de gran conmoción en la sociedad, la cual responde con tiempo de dedicación a su comprehensión y control. Ahora bien, si son conductas instintivas, ¿porqué son vedadas? Si fueran comprehensibles se considerarían posibles, por lo tanto permitidas y entonces inocuas. Así sucede, por ejemplo, con el asesinato en situaciones de guerra. Cuando no se establece la correlación comprehensibilidad-motivación, partiendo del presupuesto del yo como causa, igualmente surge el instinto de juzgar y castigar con el "no" como consecuencia, con la finalidad de alcanzar el "hombre ideal", pero manteniendo erróneamente una causalidad, además de estar referida a un hecho interno indemostrable. La conducta cotidiana se desarrolla sobre un esqueleto de significados causalistas, ya que vemos al mundo de acuerdo a las formas de nuestras apetencias. Existen entonces, conductas explicativas que son comunes a todos los individuos. De esta manera aparecen como respuestas instintivas explicativo-causales frente a determinados desencadenantes. El hombre no quiere perder su tranquilidad y considera insólita la muerte sin los presupuestos de enfermedad, envejecimiento o conflictos bélicos. La verdad es el error que nos tranquiliza.
En un sentido lo más amplio posible, la humanidad ha creado el concepto de inmortalidad, la permanencia, física o no, más allá de los límites palpables, concretos, de la vida. Dos parecen haber sido los mecanismos que, de una u otra manera, las distintas teorías filosófico-religiosas han empleado. Una, la exageración de los cuidados sobre el cuerpo físico; otra, el acortamiento de la distancia que separa el nacimiento de la muerte mediante actos heroicos que le den un significado trascendente a la interrupción de la vida, alcanzando el otro concepto primordial, la inmortalidad como premio.
La muerte necesita una justificación social sólo cuando sucede a través de mecanismos "no naturales", esto es el suicidio y el homicidio (no natural implica un conocimiento evidente de la causa, ha sido sujeto a una creación, a diferencia de la enfermedad que se manifiesta ocultando su origen). El cosmos, y todo lo que es posible individualizar en él, se nos presenta "dotado" de teleonomía. Así cada personalidad, cada tipo humano, manifiesta una teleonomía propia, monádica. Su fracaso justifica el suicidio. El fracaso teleonómico de una sociedad justifica el homicidio. El dolor adquiere en la actualidad características míticas, en una reducción taquigráfica de rituales públicos. El dolor físico agudo con sus emociones, el dolor crónico con sus sentimientos acompañantes, no nos incumben aquí. Sí el llamado dolor moral, aquél que surge del fracaso teleonómico de la personalidad, individual con su melancolía y su suicidio, de la sociedad, con su cólera y su homicidio.
El acto que genera culpa es individual e irrepetible. Culpa y dolor moral se acontecen mutuamente. El acto que genera cólera no es privativo de un individuo, sucede a uno pero puede suceder a otro. Se desarrolla entonces, dentro del ámbito posible de la sociedad.
El dolor es manifestado pero también ocultado. De niños hemos leído cómo Ulises oculta su rostro cubierto por el llanto. ¿Es el héroe cubriendo su debilidad por orgullo o vanidad? Sólo en una interpretación sumamente superficial e ingenua. El origen de esta conducta y su permanencia evolutiva vital, debe buscarse en el beneficio propio intra e interespecífico de ocultar una debilidad. ¿Ante quién? Ante el predador posible. Ulises también lo es, pero en ese momento no es más que un animal herido. La humanización se ha acompañado de civilización, pero el predador continúa. El berrinche del niño en la calle molesta a la madre obligada a acallarlo, inquieta por la observación de los transeúntes ante un cuadro de manifiesta fragilidad de ambos. Dice Lessing, "la urbanidad y la decencia nos vedan gritos y lágrimas" 5.
Sin embargo, muchas veces, nos sorprende la conducta totalmente opuesta, mostrar y enfatizar una debilidad. En este caso se genera un sentimiento comunitario, la compasión ("mitleiden"), y su conducta correspondiente, el altruismo. Este pedido ha llegado a ritualizarse en las "plañideras", y cristalizarse en el reclamo hipocondríaco. La condición preventiva de este acto lo limita intraespecíficamente, generando indemnidad a través del proteccionismo comunitario. Todo ser viviente tiende a perseverar en su ser, como dice Spinoza, sólo el humano, que conoce su fin como irremediable, puede perseverar una vez más, hipocondríacamente.
II 6
Si bien la historia es espíritu, de acuerdo a sus características, nuestra imaginación puede brindarnos la posibilidad de la aplicación metafórica de idearla como materia, como un ladrillo de barro cocido, por ejemplo, como arcilla que ha vivido a la cual podemos aplicarnos en disecar anatómicamente para su estudio analítico.
Un extremo, entonces, de la materia que en esta idea sería la historia, representaría el presente; el extremo contrario sería el hecho más antiguo conocido. Como elemento de un pasado viviente, también sería pasible de un análisis ontogenético, del estudio de su embriología. Un corte sagital nos mostraría las culturas en su estructura a lo largo del tiempo. Así, desde nuestra cultura occidental presentaríamos una proyección que llegaría tan lejos como las culturas mesopotámicas y quizás, más borrosamente, hasta las del Indo. La discusión anatómica que aquí se generaría es la de continuidad-discontinuidad, a la manera de la planteada en el estudio del sistema nervioso con el dilema neuronismo-reticularismo.
El extremo más alejado del presente se halla deteriorado, fragmentario y en un corte tranversal no pueden observarse con nitidez sus estructuras y las relaciones entre sus distintos componentes. Los hechos no se distinguen claramente y se encuentran junto a las ideas sobre estos, coexisten. Los mitos son las ideas sobre los hechos, es un hablar por signos.
La ciudad esconde un carácter bimembre de la conducta social en la diferenciación entre lo propio y lo ajeno, lo individual y lo colectivo. "Una tabla de valores está suspendida sobre cada pueblo"7. Los sistemas políticos y religiosos surgen de una conducta social homogénea, basada en pautas de comportamiento previas a la constitución de las normas que, a la distancia, parecen fragmentarias ya que se fundamentan en distintas amplitudes de su campo de acción (número de personas y situaciones involucradas, actos individuales y sociales) y que han sufrido un proceso de desdiferenciación instintiva. Las normas que la preservan se convierten en leyes que obligan al reconocimiento de lo mundano como propio y no individual. Las leyes responden al instinto del querer juzgar y castigar, y no a la finalidad de inhibir el crimen. El criminal delinque pese a las normas.
Sería un error utilizar aquí el término psicología, ya que este intento tratará de respetar elementos visibles. Luego del estudio anatómico de las conductas, se plantea su fisiología. La negligencia en este sentido es el origen de la psicología. La ignorancia de la fisiología la transforma a través del idealismo, en materia no palpable, en conducta sin espacio, sin encéfalo. El espacio es un apriori para las cosas, una necesidad de las cosas, sin él se cae en la metafísica. ¡Dejad la psicología para los filósofos!
III
La saga heroica helena, impregnada de componentes míticos, ha sido el manantial del dionisíaco Sófocles y el socrático Eurípides, cuyas aguas escanciaron para el entendimiento y la afectación social. Se debe recorrer necesariamente el camino inverso, de lo apolíneo a lo dionisíaco, para comprender los fundamentos de las conductas bajo la imposición de aquellas leyes que señalara Lessing; aún sin una forma manifiestamente concreta, como se intenta aquí.
El héroe aqueo Ayax, dió argumento tanto a las maniobras políticas de Pisístrato y Solón8, como a la tragedia sofóclea. Deben distinguirse en éste el origen del mito, su posible interpretación histórica y la interpretación literaria, en cuya adaptación encontramos el único mecanismo posible para el entendimiento de una conducta instintiva ininteligible.
La trama del Ayax de Sófocles, la más antigua de sus siete tragedias, inicia tras los sucesos derivados del episodio psicótico sufrido por este personaje9. Como castigo divino toma origen en el menosprecio del auxilio de la divinidad cuando se despide de su padre, Telamón, en su viaje hacia Troya, y en la respuesta altiva que dio a Minerva cuando ésta le estimulaba a la lucha en los campos troyanos. Habiendo recuperado, junto a Ulises, el cuerpo de Aquiles de las murallas de Ilión, los atridas deciden entregar las divinas armas a este último, dictamen considerado injusto por nuestro héroe.
El monólogo fundamental de la obra, para las ideas aquí sostenidas, es donde Ayax se plantea la única solución posible. Permítaseme transcribirlo a pesar de ser, por todos, bien conocido."¡Ay, ay! ¡Quién hubiera creído jamás que mi nombre llevara implícito en sí el propio de mi desgracia!10. Ahora, pues, soy dos y tres veces ay; tal es la ignominia en que me hallo. ¡Mi padre, después de haber sobresalido realizando las más brillantes hazañas de la expedición, regresó a su patria, desde esta misma tierra, cargado de laureles!11. ¡Y yo, su hijo, habiendo venido al mismo lugar de Troya con no menos energías, y sin haber dejado de realizar con mi propio brazo más relevantes hazañas, muero tan ignominiosamente deshonrado por los argivos! Y, sin embargo, creo firmemente que, si viviera Aquiles, hubiera tenido que juzgar él mismo del mérito de cada cual para la adjudicación de sus armas, a nadie las habría dado más que a mí12. Pero los atridas se han decidido en favor de un hombre sin escrúpulos13, privando del premio a un valiente como yo. Bien que si la visión y torcidas imágenes que me alucinaron no les hubieran puesto fuera del alcance de mi intención, ya nunca jamás habrían tenido que administrar justicia a nadie. Pero la hija de Júpiter, diosa indómita y de horrible aspecto, cuando iba yo a descargar mi mano sobre los mismos, me desvió, infundiéndome rabiosa enfermedad, que me llevó a ensangrentar mis manos en bestias mansas. Ellos, pues, ríen ahora, libres ya de mi furor; pero no por mi voluntad, porque si se interpone un dios, puede muy bien el cobarde huir a salvo ante el valiente. Y ahora, ¿qué hacer, si tan manifiestamente me odian los dioses, me aborrece todo el ejército heleno y abominan de mí toda Troya y todos estos lugares? ¿Me iré a casa a través del piélago Egeo, dejando este campamento y abandonando a los atridas? Pero, ¿con qué cara me presentaré ante Telamón, mi padre? ¿Cómo sufrirá mirarme, al verme privado de los premios del valor, de los cuales obtuvo él brillante corona de gloria? Esto no puedo consentirlo. ¿Me iré solo, yo solo, y cayendo sobre los fuertes de Troya, realizaré memorable hazaña que ponga fin a mi vida? Pero esto sería cosa que llenaría de gozo a los atridas. No puede ser. Es preciso decidir alguna empresa con la cual manifieste a mi anciano padre que no tiene en mí un hijo indigno de su corazón. Vergonzoso es que alcance larga vida el hombre que no se esfuerza en salir de la desgracia. ¿Qué placer puede dar un día que viene tras otro día sumándosele y agregándosele, que no sea el de morir? Yo en nada puedo estimar al hombre que se alimenta de vanas esperanzas; porque o vivir con gloria o morir heroicamente, es lo que debe hacer el noble. Ya has oído mi resolución"14.
El hombre de genio tiene un desarrollo inarmónico de su personalidad. Desarrollo en un sentido determinado, en detrimento del resto de sus rendimientos, lo que no significa que descuide éstos últimos, sino que para ellos carece de talento y debe delegarlos.
El destino individual es impredecible, no así para la filosofía de la historia, que se refiere a un macrocosmos, sujeto a grandes leyes naturales. Parece suceder algo similar a lo que enfrentan los físicos cuando pasan de referirse del mundo palpable al mundo cuántico, donde reina la indeterminación. Un recién nacido posee la predeterminación para ser un genio de la música, un genio militar o un genio científico, pero una rama causal externa, de propia determinación, se enhebra y favorece o trunca su desarrollo. Esta hilación se produce al ser ambas, generaciones de la misma sustancia. La naturaleza es responsable así, de lo que denominamos causalidad y casualidad.
Ayax posee en su constitución, la necesidad teleonómica de héroe militar, donde la enfermedad mental con sus consecuencias actúa interrumpiendo su posibilidad de consecución, ("¡Mi padre, después de haber sobresalido realizando las más brillantes hazañas de la expedición, regresó a su patria, desde esta misma tierra, cargado de laureles! ¡Y yo, su hijo, habiendo venido al mismo lugar de Troya con no menos energías, y sin haber dejado de realizar con mi propio brazo más relevantes hazañas, muero tan ignominiosamente deshonrado!..."). No sólo su talento ("...el más valiente de cuantos argivos a Troya llegamos, excepto Aquiles". Dice Ulises), sino también su linaje ("¿con qué cara me presentaré ante Telamón, mi padre?"), su herencia biológica y cultural, no le permiten alejarse de su destino. Pero aún más, no es capaz de imaginar para sí una meta distinta, a la cual el resto de los instintos están subordinados. De ahí que los argumentos de Tecmesa le son vanos, ("...si mueres y quedo privada de tu amparo, piensa que desde ese mismo día, arrebatada violentamente por los argivos, he de arrastrar vida esclava con tu hijo", "...ten consideración a tu padre, que queda en achacosa vejez; tenla a tu madre, anciana de muchos años, que tanto ruega a los dioses que te vuelvan sano a casa"), pero no deja de ocuparse del cuidado de su hijo ("Ninguno de los aqueos, bien lo sé, se atreverá a insultarte con afrentosas injurias, aunque estés lejos de mí. Tal protector dejaré para que te defienda en Teucro, que con diligencia cuidará de tu educación..."), y del de sus padres ("...para que, llevándose a casa este hijo mío, se lo presente a Telamón y a mi madre Eribea, para que él sea quien los alimente en la vejez..."), cuidados que todo hombre de genio, y obviamente sin la necesidad de la decisión del suicidio, no descuida pero delega. Repetidamente Cajal enaltece el espíritu de su esposa en el cuidado del hogar y los hijos, sin la cual no podría haberse dedicado a su labor anatómica. A esto llamo yo teleonomía de la personalidad, personalidad teleonómica.
El caso en sí, es una reafirmación de las opiniones de Schopenhauer: "El suicidio, lejos de negar la voluntad de vivir, la afirma enérgicamente..." "Quiere vivir, aceptaría una vida sin sufrimientos y la afirmación de su cuerpo pero sufre indeciblemente porque las circunstancias no le permiten gozar de la vida". Como médicos vemos que el suicidio es menos frecuente en los enfermos melancólicos que en las personalidades impulsivas, sujetos dados a la acción y notablemente agresivos. Son aquellos psicópatas impulsivos, explosivos o irritables, los que escuchamos a diario, tras sus tentativas de autoeliminación, reafirmar su deseo de vivir y que las pastillas, el gas, el tránsito o las venas, como injurias, se motivan en tal situación, con esta reacción, que una vez culminada desaparece. La separación más neta aún, entre suicidio y melancolía o depresión, la manifiesta la locura impulsiva que tortura al enfermo en lucha permanente desde su voluntad de vivir.
IV
La genialidad, tal cual la entiende nuestra cultura, se manifiesta mayoritariamente en figuras masculinas, y las pocas mujeres que ha dado la historia en este aspecto, o tienen rasgos viriles o resultan del desarrollo del amor hacia el hogar y la familia. Esta última es una dirección causal predeterminada propia de la mujer.
Un hecho particular es la modificación del mito original que hace Eurípides en su Medea. Tanto sorprendió esto en su época que fundamentó el rumor que los corintios habían sobornado al autor, con quince talentos de plata, para borrar la culpabilidad de los habitantes en la participación del homicidio. Sea como fuere, lo más probable es que para Eurípides, alejado ya en el tiempo de dichas costumbres y poseído por el "demon de Sócrates", le resulte el destino ininteligible e injustificado.
Medea era la única hija que le sobrevivía a Eetes, el legítimo rey de Corinto, antes de emigrar a la Cólquide. Con la muerte sin sucesor del usurpador del trono, llamado también Corinto, lo reclama para sí aceptando gustosos los habitantes como rey a Jasón. Con el tiempo comenzó éste a sospechar que Medea habría envenenado a Corinto, y se propone divorciarse para casarse con Glauce, hija del rey Creonte de Tebas. Medea, sin negar su crimen, quiso que Jasón se atuviera al juramento hecho en Eea, de que le sería eternamente fiel, si ella le ayudaba a uncir los toros que exhalaban fuego y a recuperar el vellocino de oro15. Jasón, por su parte, sostiene que un juramento hecho bajo coacción no tiene valor, a lo que responde Medea recordándole que también a ella le debe el trono de Corinto. "Es cierto, pero los corintios han aprendido a sentir más respeto por mí que por ti", replica el esposo. Medea finge sometimiento y envía a Glauce una corona de oro y una túnica blanca (regalos ambos de Helios), a través de dos de sus hijos. Tan pronto como ésta se coloca la diadema y cubre su cuerpo con la túnica, surgen de éstas, llamas inextinguibles, aunque intenta arrojarse en la piscina, y su padre Creonte retirar las prendas, fallecen en el incendio junto a invitados tebanos. Jasón logra escapar por una alta ventana.
Zeus, admirador del ánimo de Medea, se enamora de ella, pero es rechazado en sus requerimientos. Hera, agradecida, promete hacer inmortales a sus hijos "si los dejas en el altar de los sacrificios de mi templo". Así lo hizo y huyó en un carro tirado por serpientes aladas. Los corintios, encolerizados por el asesinato de Glauce y Creonte, dieron muerte al resto de sus hijos, apedreándolos (en total eran catorce hijos, siete varones y siete mujeres, dos son los que deja en el templo de Hera; el mayor, Medeo, salvó su vida al encontrarse en el monte Pelión, bajo la educación del centauro Quirón, y es quien posteriormente gobernaría Media). Desde entonces han expiado este crimen, siete muchachos y siete muchachas, vestidos de blanco, con las cabezas rapadas pasan un año en el templo de Hera en la colina donde se cometió el asesinato. Por orden del oráculo de Delfos, los cadáveres de los niños fueron sepultados en el templo, pero sus almas se hicieron inmortales como había prometido Hera16.
Melicertes, el dios cretense que presidía los juegos ístmicos en Corinto, recibía originalmente como ofrendas, víctimas humanas. Melicertes es Melkarth o Moloch, el "protector de la ciudad", el Heracles fenicio, en cuyo nombre se quemaban niños vivos en Corinto, Ténedos y hasta en Jerusalén17. Como el fuego era un elemento sagrado, inmortalizaba a las víctimas, como hizo Heracles mismo cuando subió a su pira, se tendió en ella y solicitó se la encienda, para morir consumido. El sacrificio de niños en Corinto se convirtió en algo importante cuando Medea dejó de ser identificada con Ino, la madre de Melicertes, y el sacrificio humano era rechazado como acto de barbarie y abominación.
Como cualquier tragedia que ganaba un premio en el festival ateniense en honor de Dioniso adquiría inmediatamente autoridad religiosa, es muy probable que los corintios recompensaran a Eurípides por su manipulación del mito, ya de por sí ignominioso. Era inadmisible presentar el sacrílego rito inmortalizador como solución del drama planteado en la trama de la obra. Así se pretende que Medea mató a dos de sus hijos y que los demás perecieron en el palacio que ella incendió18. Sería erróneo pensar que Medea, en la interpretación de Eurípides, llega al asesinato por sus celos, éstos sólo son un paso intermedio y no lo determinante. El celoso teme perder lo que posee, Medea ya lo ha perdido. Perdió su esposo, proteger a sus hijos implica perderlos, perdió su lugar de origen, su hogar, su tradición. El regreso a la casa paterna le está vedado debido a su traición hecha por amor a Jasón. Su destino se pierde, pero no por ella misma sino por lo que los otros le han hecho. El rito inmortalizador del fuego se transforma en un crimen contra sus hijos a través de la espada, y este no es un castigo para sí sino para su ofensor. En el argumento aparecen los sentimientos normativos del deber y la justicia. La conducta de Jasón no ha tenido en cuenta lo que debería ser, tanto en el aspecto moral general como en el cumplimiento de su juramento. Surgen así, en Medea, la protesta teórica de la contrariedad y la sublevación de la indignación.
En las configuraciones mocionales planteadas19 en la obra se encuentra, luego, una súbita sucesión de la cólera a la ira. Sólamente en la cólera se interviene mediante el ataque, contra la instancia que ultrajó la ley de lo que debería ser, según las normas de validez general, ("y tú, el peor de los hombres, tras ese tratamiento mío quieres dejarme y a un nuevo lecho vas teniendo hijos de mí; pues, si ellos te faltaran, disculpable el buscar nuevas nupcias sería. Se esfumó de tal guisa la fe del juramento o crees que no imperan ya los dioses de entonces o que nueva es la ley de los hombres de ahora pues para mí convicto resultas de perjurio. ¡Ay, mi mano derecha, que tanto me tomaste! ¡Mis rodillas, que fuisteis falsamente abrazadas por un vil que al hacerlo mi esperanza engañó!"20). En virtud de las conveniencias del yo individual se es presa de la ira, perdiendo el horizonte noético que conserva el encolerizado. Sólo ésta carencia explicaría el asesinato de los propios hijos, que implica una violación de las leyes que en la cólera se defendían. En el estallido instintivo, que conlleva un estado similar al crepuscular, el horizonte noético de la conciencia se encuentra totalmente confuso; obsérvese que se habla de la cólera de los dioses, pero no se les permite a éstos, la ira. En la cólera no se reacciona ciegamente sino en nombre de lo que, por tener validez general, nos aparece como razonable y justo también para nosotros. Son distintos los actos del colérico y del iracundo, son distintos así sus homicidios. También son distintos sus movimientos expresivos, como ya describiera magistralmente Darwin. Del "enfurecimiento" escribe el genial inglés: "...la cara se enrojece o se pone púrpura... la acción del corazón se hace a veces tan difícil ante un gran enfurecimiento que el semblante se pone pálido o lívido... el pecho se alza y las ventanas de la nariz se dilatan y tiemblan... La boca suele estar cerrada con firmeza... los dientes se aprietan y rechinan... Se produce en muchos casos un frunce muy marcado de la frente... Pero a veces el ceño, en vez de aparecer muy contraido y hacia abajo, se mantiene liso, con los ojos fulgurentes y muy abiertos... Los ojos estan siempre abiertos y muy brillantes o, según lo expresa Homero, resplandecen con fuego... es mucho más frecuente que los labios estén retraídos en una mueca que deja a la vista los dientes apretados... La mueca de enseñar los dientes y sacar los labios hacia fuera..."; para referirse luego a la cólera y a la indignación: "La boca suele estar apretada y hay casi siempre arrugas en el ceño...actitud de disposición para atacar o golpear a su enemigo". Un claro ejemplo de los fundamentos intelectuales que despliega el colérico nos lo muestra también Goethe, en el primer acto de su Prometeo.
V
El libro X y último de la República de Platón, amigo y compañero de viajes de Eurípides, trata en su primer parte, de la poesía. Allí presenta una opinión de la tragedia totalmente contraria a la de Aristóteles, quien es el que conforma generalmente a la modernidad. Sin embargo, es interesante y útil no olvidar la gradación que establece entre fúsin21 y el imitador, como llama a los poetas. "Pues eso será también el autor de tragedias, por ser imitador: un tercero en la sucesión que empieza en el rey y en la verdad; y lo mismo todos los demás imitadores". El ejemplo es el de la idea de la cama, una cama determinada, producida por el carpintero y la cama imitada en la pintura. "Así decimos que el pintor nos pintará un zapatero, un carpintero y los demás artesanos sin entender nada de las artes de estos hombres; y no obstante, si es buen pintor podrá, pintando un carpintero y mostrándolo desde lejos, engañar a niños y hombres necios con la ilusión de que es un carpintero de verdad". Entonces, "el imitador no sabrá ni podrá opinar debidamente de las cosas que imita...". Tal es el caso de los autores de tragedias respecto a las conductas formadoras de mitos. La advertencia platónica es "si admites también la musa placentera en cantos o en poemas, reinarán en tu ciudad el placer y el dolor en vez de la ley y de aquel razonamiento que en cada caso parezca mejor a la comunidad". Aquí no se han estudiado los mitos a través de lo que los poetas dicen de ellos, sino a los poetas mismos, como modelo de los interpretadores de la realidad.
La fisiopatología en cuanto psicopatología debiera limitarse entonces a lo que la enfermedad nos revela de aquello primariamente oculto22. Si el cosmos es naturaleza preestablecida, el enfermo mental inmerso en él no escapa a esa armonía. Si algo así ocurriera, no podría sostenerse la naturaleza por sí. Con una arquitectura monádica, lazos secretos se extienden entre la conducta normal y la patológica. Una señala la otra. Revelación y secreto, no nos parecen propiedades exclusivas del dominio religioso. Revelación y secreto integran una densidad donde se mueve lo cotidiano, develando y ocultando desarrollos y envolvimientos. La desinhibición, lo manifestante en una enfermedad mental, es revelación; pero incompleta, reservando el "mystes", el lazo secreto, para nuestro anhelo, un deseo plácido: el develar urgente. La inhibición es, entonces, ocultamiento. Este ocultamiento se realiza a través del orden de los fenómenos, y este ordenamiento es entrópico. Es, así, preparatoria, generadora del espacio donde el acto será revelado. La desinhibición es modificadora del ambiente, es revelación.
Reconocimientos
Al Dr. Juan Carlos Goldar, quien siempre me ha impulsado al trabajo e intentado guiar por el camino correcto. De sus conversaciones surgen las ideas, muchas de las cuales se han desarrollado aquí.
Al Dr. Mariano Outes, ya que sin su tolerancia en el trabajo diario no me hubiera sido posible colocarle alas al ocio.
A mis hijos. A Javier, quien con sus preguntas despierta el ansia de conocer más aún, a Agustín, quien me presta una ayuda invalorable en la corrección y revisión de los textos, y a Ignacio, quien con sus dos años es capaz de mantenerme despierto hasta altas horas de la noche, horarios propicios para trabajar en estos temas.
Notas al pie:
1 Médico del Hospital Braulio A. Moyano. Brandsen 2570 (1287). Buenos Aires. Argentina. E-Mail: drojas@reme.com.ar
2 F. Nietzsche. Así habló Zaratustra, pág. 263. Alianza Editorial. Madrid. 1988.
3 F. Nietzsche. Ecce homo, pág. 107. Alianza editorial. Madrid. 1979.
4 Poco tiempo después de escribir esto, tengo oportunidad de leer las "Epístolas morales a Lucilio", donde en la primera epístola del libro I Séneca desarrolla una idea similar: "¿A quién me nombrarás que conceda algún valor al tiempo, que ponga precio al día, que comprenda que va muriendo cada momento? Realmente nos engañamos en esto: que consideramos lejana la muerte, siendo así que gran parte de ella ya ha pasado. Todo cuanto de nuestra vida queda atrás, la muerte lo posee".
5 Gotthold Efraim Lessing. Laocoonte o sobre los límites en la pintura y la poesía; I, pág. 41. Ver también IV, pág. 65. Ediciones Orbis S. A., Madrid. 1985 (primera edición de 1766). A. Schopenhauer. El mundo como voluntad y representación. Libro III, XLVI, pág. 182. Editorial Porrúa S. A., México. 1992. ("...la naturaleza se desahoga con gemidos, los cuales, al mismo tiempo, expresan el dolor y la angustia, que sirven de medio para atraer al salvador y para espantar al agresor". Un concepto diferente al presentado aquí. El gemido, o genera compasión o atrae predadores. El grito, con prosodia adecuada, auyenta ofensores).
6 "...die Unwissenheit in physiologicis -" F. Nietzsche. Ecce Homo, pág. 111. Goldmann Verlag. München. 1986.
7 F. Nietzche. Así habló Zaratustra. Ed. citada.
8 Con la extensión en el tiempo de la lucha entre atenienses y megarenses por la posesión de Salamina, buscaron por mediadores y árbitros a los lacedemonios. Se dice que Solón intercaló un verso en el catálogo de naves que da Homero en la Ilíada (Ayax de Salamina traía doce naves, "y las puso donde estaban las falanges atenienses"), pero los atenienses sostuvieron que el argumento expuesto fue que los hijos de Ayax, Fileo y Eurisaces, les cedieron la isla y se establecieron en cantones áticos. En esa época era a la sazón, polemarca el primo segundo de Solón, Pisístrato, que luego conquistaría Salamina, y más tarde se convertiría en tirano de Atenas. Plutarco. Vidas paralelas. Editorial Planeta, S.A. Barcelona. 1990. Diógenes Laercio. Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres. Librería Perlado. Buenos Aires. 1940.
9 Hacen ya casi más de seis años, mi hijo mayor me impulsó a intentar el diagnóstico de la enfernedad de Ayax, remedando a Podalirio, (el famoso clínico, hermano del cirujano Macaón). De esta infructuosa tarea, pueden hacerse algunas consideraciones. Se trata de un hombre de contextura atlética, casi gigantesca, impulsivo e irritable, que sufre un episodio confuso-onírico, donde intercambia lugares y personas, a quienes aferra y da muerte, finalmente ata dos corderos a postes tomándolos por Ulises y Agamenón, increpándolos y sentenciando. Sería ingenuo pensar en un estado crepuscular de naturaleza epiléptica. Sujeto de un episodio semejante es Heracles. Por fuera de su realidad histórica, es evidente que existió este cuadro sintomático en forma frecuente y bien conocida. Podalirio realiza el diagnóstico fundamentándose en la expresión de la mirada y lo vincula a un origen divino. Este lazo genético señala el uso habitual de hongos alucinógenos, no sólo en los ritos religiosos, también en toda conducta dionisíaca, como sugiere el episodio de los centauros con los lapitas, y la figura del centauro con el hongo creciendo a sus pies, (existe un hongo alucinógeno que crece en el estiércol de caballo y era, probablemente, usado en los ritos de Eubea). El icor, el néctar y la ambrosía, restringidos a los dioses, seguramente contenían las mismas propiedades. Ulises, Ayax y Aquiles, son nombres que aparecen en tablillas prehelénicas minoicas, es decir de una época anterior a los sucesos de Troya que nos ocupan. Un vaso chipriota muestra a Ayax, con su espada desenvainada frente a dos corderos maniatados. Esto es más probable que represente una forma antigua y posteriormente olvidada, de sacrificio ritual, que un episodio de alienación.
10 Los habitantes de Salamina dicen que cuando Ayax murió apareció una flor nueva en su isla, blanca, de matices rojos, que en la base de sus pétalos lleva las marcas de las letras AI ("¡Ay, ay!"). Se trata del hyacinthos grapta, o espuela de caballero azul. La gramática jónica posee dos plurales, uno para los elementos pares, otro para los de mayor número. AIAS es un plural de paridad.
11 Se refiere al saqueo de Troya V alrededor del 1260 A.C., por eolios, a los que un terremoto ayudó con la destrucción de las murallas y es atribuido míticamente a Heracles y a Telamón.
12 Aquiles lo quería entrañablemente. Patroclo, Aquiles y Ayax eran primos hermanos.
13 Esta es la opinión de un noble, que prefiere el valor a la astucia y al engaño. Muy distinto es lo planteado en la Odisea, donde la valentía en el combate no se distancia de "el profuso en ardides".
14 Sófocles. Tragedias. Edaf. Madrid. 1985.
15 Ovidio. Metamorfosis. Libro VII, pág. 197. Bruguera. Barcelona. 1983. "Jura él por los sagrados ritos de la diosa triforme y por la divinidad que habitase en aquel bosque, y por el padre, que todo lo vé, de su futuro suegro, y por el éxito de su empresa y sus enormes peligros". Helios, padre de Circe, es abuelo entonces, de Medea, lo que la vincula a la antigua religión solar, de la cual se apropiaría luego Apolo. La diosa triforme es Hécate, en su manifestación león-perro-yegua, deidad de las hechiceras y habitante del hades, de quien Medea era sacerdotisa.
16 Graves, R. Los mitos griegos. Alianza editorial, S. A., Buenos Aires, 1993.
17 Levítico, 18.21: "No darás ningún hijo tuyo para hacerlo pasar ante Mólek". Estos ritos en que los niños eran pasados por el fuego, es decir quemados, son de origen cananeo. La palabra Mólek es de origen fenicio; designa un tipo de sacrificio; pero fue divinizada en Ugarit, donde aparece en la lista de los dioses. En Israel se la entendió como nombre de un dios, y algunos textos hablan de sacrificios ofrecidos al dios Mólek. Levítico, 20.2: "Dirás a los israelitas: Si un hombre cualquiera de entre los israelitas o de los forasteros que residen en Israel entrega uno de sus hijos a Mólek, morirá sin remedio; el pueblo de la tierra lo lapidará". 1 Reyes, 11.7: "Entonces edificó Salomón un altar a Kemós, monstruo abominable de Moab, sobre el monte que está frente a Jerusalén, y a Milkom, monstruo abominable de los ammonitas". Milkom, en griego; Mólek, en hebreo. 2 Reyes, 23.10: "Profanó el Tofet del valle de Ben Hinnom, para que nadie hiciera pasar por el fuego a su hijo o a su hija en honor de Mólek". El término Tofet probablemente signifique quemadero, y designa el lugar de sacrificio. Jeremías, 32.35: "y fraguaron los altos del Baal que hay en el valle de Ben Hinnom para hacer pasar por el fuego a sus hijos e hijas en honor del Moloc".
18 Con excepción de Tésalo, que reinó en Yolco y dio su nombre a Tesalia; y Feres, cuyo hijo Mérmero heredó la habilidad de Medea como envenenadora.
19 Lersch, P.; La estructura de la personalidad. Ed. Scientia, Barcelona, 1971.
20 Eurípides. Tragedias áticas y tebanas. Planeta. Barcelona. 1991.
21Physis, naturaleza.
22"Gusta la naturaleza de ocultarse, según Heráclito". (Tem. Discursos V 69).