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Año XI, vol 9, N°3, noviembre de 2000

Una experiencia de tratamiento tutelar
César Enrique Abudara1

Summary

We are working on the development of a psychotherapist treatment – trough order – request. The requirements wich would be needed to install this demand are the following ones.

Intersection between Law and Mental Health. Guiding power of the Freudian Nosology ... Neurosis, Psychosis, and Perversions. The legal time and the time of the treatment.

Introducción

Mi relato es sobre una experiencia... Una experiencia resiste su generalización, pero puede permitir la mostración de cierta lógica especial del caso en cuestión.

Las estadísticas, de gran utilidad en las Ciencias de la Salud, nos hablan de generalizaciones de síntomas o de la frecuencia de ciertas respuestas terapéuticas; las que aún así, deben adecuarse a cada caso. Abonando esta tesis, recuerdo un aforismo que formó parte de nuestro aprendizaje universitario "no hay enfermedades sino enfermos".

Entiendo que en las afecciones psíquicas la excepción y la contingencia adquieren un valor a desplegar. Denomino valor singular del caso, a la mostración por parte del terapeuta, de las operaciones que realizó, valor relativo que por eso mismo solicita el intercambio con colegas. Así como las intervenciones del analista se legitiman en los efectos que produce en el paciente, tiene nombre de sanción simbólica lo que le retorna de sus pares.

La singularidad que pretendo comentarles está referida a un tipo especial de demanda, cierto modo poco frecuente de llegar a un tratamiento. Voy a referirles algunas vicisitudes en el curso de una psicoterapia solicitada por la Justicia de mi Provincia.

Un tratamiento por encargo. Se trata de un paciente que no concurre voluntariamente. No existe al comienzo una alteración de la relación simbólica del sujeto con su mundo, que reclama un nuevo saber. Quien solicita mis servicios es un juez, no el paciente; el paciente está en principio, en suspenso.

Hace tiempo que me intereso por el lugar del analista en tanto produce el espacio necesario para que un sujeto se instale en un tratamiento. Se trata de operaciones que debe asumir el terapeuta. Maniobras discursivas que son requeridas como en el caso que les relataré, para que una demanda efectiva, demanda de saber, se instale.

El otro tema es el papel de la angustia dentro de un tratamiento. La angustia neurótica, no su dimensión catastrófica. El enfrentamiento con la angustia, es un paso obligado en distintos momentos de una cura. Paso estrecho, como el canal del parto, de donde la angustia recibe su nombre, pero ineludible para arribar a un momento de fugaz libertad.

Quiero recordar y agradecer a mis compañeros del Servicio de Salud Mental del Hospital "Gobernador Centeno" de General Pico, con quienes desde hace dos años comparto un Seminario sobre la función de los afectos en la cura de pacientes neuróticos.

Sergio, tal es el nombre que le daré, concurre a su tratamiento tutelar desde hace aproximadamente dos años. Es oriundo de un pueblo pequeño del oeste de la provincia de La Pampa. Realiza su terapia en General Pico, donde también cursa una carrera terciaria. Estudios que está próximo a finalizar, y en los que ha avanzado con excelentes calificaciones.

Tratamiento tutelar en el caso de menores, es el modo de nombrar un abordaje destinado a producir una toma de conciencia plena del hecho ilegal cometido. Esta conciencia del acto realizado prefiero traducirla, por un desnudamiento progresivo del deseo en juego, en el mencionado acto.

Siempre y cuando se trate de estructuras neuróticas, esta rectificación del sujeto respecto de su deseo es posible y éticamente sostenible; tratándose de estructuras perversas otra sería la estrategia en la dirección de la cura.

Sergio acudió a su primer entrevista sin saber mucho sobre mi persona, apenas la dirección y el nombre. Se sorprendió al entrar a mi consultorio cuando vio la chapa de Médico. ¿Si lo habían mandado a que me viera para un tratamiento psíquico, cómo no era psicólogo?... Esta confusión inicial la enmendará de prisa, y a partir de entonces se referirá a quien les habla como "mi psicólogo".

Partiendo la demanda de un Juez y del Consejo de la Minoridad -que son mis interlocutores en general Pico- ¿con quién hacer el contrato de tratamiento? Con ellos y con el menor, convine en pautas mínimas. La frecuencia de nuestros encuentros y un pago simbólico de honorarios por parte del paciente.

Un tema aparte son los informes que debía hacer llegar al tribunal. Este es un detalle espinoso, porque hace a la relación con el Juez, con el paciente e inciden en nuestro trabajo.

La delegación de Minoridad de General Pico -que es el lugar donde realizo mi práctica- me presentó sucintamente el caso. Era un joven que había sido declarado culpable de un homicidio. Cuando tenía 17 años había matado a su abuelo paterno. Sería un joven delincuente más, si no fuera porque Sergio se destacaba por sus modales y una conducta irreprochable desde que estaba a cargo del Tribunal. Me dijeron que era sumamente correcto y educado, no habiendo presentado ningún problema de relación desde que vivía en Pico.

Homicida de su abuelo a los 17 años, el hecho había ocurrido en un pueblito de no más de 500 habitantes. En esa comunidad pequeña, su acto tuvo una enorme repercusión social como escasa fue su resonancia subjetiva.

Desde el homicidio a la fecha, había estado unos días preso, luego en un reformatorio y posteriormente con una familia sustituta. Actualmente vive sólo. Durante todo ese lapso, no había evidenciado ningún tipo de trastorno psíquico, ni psiquiátrico, ni tampoco inconveniente alguno en sus estudios. Después del hecho: Silencio.

La corrección tan evidente de sus modales y su presentación, eran el reverso del clima imperante hasta entonces en su hogar. Allí, un abuelo violento, grosero y descuidado, que vivía castigando a la abuela y maltratando a todo el mundo; acosaba de todas las formas posibles, incluso sexualmente, a su madre.

Este clima familiar de violencia, excesos e incesto, es frecuentemente observable en localidades muy pequeñas, y en el pueblo de Sergio había otros antecedentes, además de su familia.

Este joven es el segundo hijo de un matrimonio de clase media rural. Con una madre docente y un padre que por todo título, era hijo de un chacarero de raíz inmigrante. El padre, de quien no obtuve demasiada información, es el único retoño del matrimonio mal avenido de sus abuelos. Vago, mendaz, jugador, en última instancia haragán; no terminó sus estudios y no encontró lugar en ningún trabajo. Pasando por múltiples oficios, de productor rural a un curso de peluquero, sin comprometerse con nada; un día partió del hogar dejando a su mujer y sus dos hijos.

El hermano de Sergio, aprovecha la oportunidad que le brindan sus estudios para huir también. Es un estudiante que vuelve a su hogar sólo dos veces en el año.

Un comentario especial merecen el Juez y el Tribunal que entienden en la causa. Habiendo mostrado interés en el caso, no escatimaban esfuerzos para que este joven no se malograra más de lo que ya había hecho. Su señoría, es poseedor de una visión que llamaré, rehabilitadora, de los jóvenes que recibe; y siendo un estudioso de las cuestiones de Salud Mental, es muy permeable a mis sugerencias... "Es que estamos necesitados de pensar lugares de intersección entre el Derecho y el campo de la Salud Mental...", me refirió en cierta ocasión.

Sergio, había concurrido previamente a un colega durante el año anterior a consultarme. De ese tratamiento no obtuve mayor información, excepto que la posición defensiva del joven no permitió bucear en su interior. Él refería que el profesional se había cansado de él... "me dijo que no alcancé los objetivos porque no había hecho insight..." Por ello, me preguntó a mí, qué tenía que hacer para alcanzarlos conmigo; mi respuesta fue: que hablara, que me contara todo lo que quisiera.

Frente a esta historia de violencia y desamparo me pregunté: ¿Cómo sería hacer insight de una novela familiar que horada lo que en nuestra cultura conocemos como familia? ¿Cómo hacer para situar allí un espacio de tratamiento? Con éste conocimiento y ante su pregunta ¿Usted me quiere atender? Mi respuesta fue sí. Yo quería atenderlo, quería saber más de él; y le aclaré que no me sentía obligado, que era una elección mía. Creo, que sin saberlo, era una forma de apostar por él. Poniendo en suspenso mi saber previo.

Mi devolución... "quería saber más de él" pudo ser entendida más tarde como "quería más de él" que la historia sórdida que precedía nuestro encuentro.

La historia que empieza a desplegarse es muy triste. El abuelo, que en la época en que sus padres se casaron tenía una fortuna en tierras, había ido "enloqueciendo de a poco" (ese es el término que usa). Primero se había peleado con sus hermanos y luego con el resto de la familia.

El campo era un desorden total, ni el abuelo ni el padre atendían los trabajos, perdían cosechas, no controlaban nada y su padre acumulaba deudas de juego. La declinación se profundizaba y el abuelo vendía cada vez más hectáreas de campo... El padre -como ya referí- un buen día y sin dar aviso, se va. Sergio lo justifica "qué se iba a quedar haciendo ahí". El abuelo al final, malvende todo excepto la casa del campo.

Pérdidas, más pérdidas, que traducen sólo desamor por los bienes y por las personas... "a lo último el abuelo tenía tan mal carácter que nadie venía a visitarnos, vivíamos solos y aislados del resto...". En ese clima, se gesta y progresa el acoso del abuelo.

En el tribunal pensaban que Sergio se había hecho responsable de un problema de los otros. Eran su abuela y su madre quienes más sufrían la violencia endogámica del abuelo, sin embargo no se fueron, ni actuaron por ellas; él tuvo que hacerlo.

Una fuerte resistencia se alzaba toda vez que intentábamos explorar y sacar a la luz la intimidad de su familia. El alegaba que ellos no tenían culpa alguna.

Estas y otras frases con las que se autoinculpaba, indicaban algo, ¿ pero qué? ¿era un silencio defensivo, o de otro tipo? Era imposible exculparlo del acto homicida, pero él parecía hacerse cargo de algo más ¿de qué?... ¿de la familia que tuvo? En el tratamiento anterior, la madre hacía frecuentes intromisiones, verdaderas invasiones, que habían interrumpido la marcha de la terapia.

Además, por su conducta desordenada y adhesiva, se había peleado con el juez... Elijo entonces un estilo de mayor receptividad para ella, pero acotado por el tratamiento mismo de Sergio. Le digo que me puede llamar cuando quiera, pero toda vez que pretende hacer alianza conmigo en contra de Sergio o del tribunal, la corto con un "venga que lo hablamos con Sergio".

El tribunal pensaba que había que separar al joven de su madre, la madre sostenía que incidían para deteriorar la relación con su hijo -que por entonces se peleaba bastante con ella-, y Sergio creía que no era la solución; ni separarlo de su madre ni de su pueblo. ¿Por qué? Porque eso era lo que él quería. Le habían dicho que justamente él quería lo que le hacía mal, y por su bien se lo prohibían.

¿Estar con su madre, en su pueblo, cómo lo iban a limitar en eso? Era un desatino suponer que él pudiera sufrir la influencia del deseo de los otros en aquello que quería.

Frente a esa temática estábamos, cuando en una entrevista conjunta, se produce el siguiente diálogo. La madre comentaba el suceso fatal en estos términos... "Era lo que había que hacer..." Introduzco:- ¿Matar al abuelo? - y ella contesta: "hay que ponerse en mi lugar... ya no se podía vivir así" -y luego de un silencio- ... "estará mal, quizás lo que él hizo, pero...". Sergio salta repitiendo "¿estará mal?, todavía lo pone en duda" y luego con angustia se dirige a mí en estos términos "ve, ve como piensa ella ...estará mal... esto también se lo dijo al juez... ve por qué nunca nos entendimos con ella...". Cuando la pasión gobierna, no nos podemos separar de aquel que no nos entiende. Quedamos pegados y esperando que el otro decida. Ve... ve,... alude al mirar. Las escenas de violencia en su casa implicaban mucho de mirada. Lo que se da a ver, aquello que no se oculta, lo que no encuentra velo ni para la mirada ni para la escucha...No hay barreras para esa intrusión. Es un trauma vivido pasivamente. La falta de sanción impide hablar de ello, ¿pero un tercero que sólo escucha -mi caso- podrá hacer oir lo que a gritos se insinúa? También entendí esta intervención de Sergio como el primer pedido de ayuda dirigido a mí... "Ve... ¿Qué puedo yo hacer con esto? Todavía pone en duda, que lo que hice está mal". Si ella persiste en la duda, ¿cómo avanzo yo? Si para el Otro primordial no hay registro de falta: ¿en qué lugar se ubica el sujeto? ¿Desde qué lugar, esta madre invoca la presencia de su hijo? Para el tribunal, no había dudas sobre la culpabilidad de la madre. Por mi parte pienso que es una mujer que tiene una relación especial con la Ley, ya que le permite hacer cosas frente a las cuales un neurótico común se detiene. Lo afilió -sin que él lo supiera- a un partido político, cuando el hijo se enteró, sólo contestó "tal vez cuando te recibas, te sirva de algo". Durante la niñez de Sergio vivían todos juntos en el campo, pero un día, aprovechando un traslado por su trabajo, la madre y sus dos hijos se mudan al pueblo. Alquilan una casa y aparentemente viven así unos meses tranquilos. El abuelo los sigue, se muda también al pueblo y antes de que finalice el año están viviendo todos juntos de nuevo. ¿Por qué la madre lo acepta nuevamente al abuelo? ¿Por qué tolera el acoso hasta en público, consintiendo escenas de celos cada que vez un hombre se acerca a su casa?

El tribunal sostenía que el pueblo era un factor perjudicial para Sergio y por eso regulaba sus visitas estrictamente cada dos o tres meses.

Por el material de sus entrevistas, le planteo al juez la inutilidad de una restricción tan extrema y le propongo una mayor flexibilidad. El joven debe avisar a Minoridad, de acuerdo con la marcha de sus estudios y contar con el permiso de la madre para viajar... O sea: todas las veces que quiera, aunque no como él quiera. Pensaba, cuando un sujeto está atrapado en las redes del Otro, punto de fijación posible de llamar melancólico, la confrontación con una legalidad dura le retorna como mandato superyoico, tornándola imposible de aceptar. A la crueldad de la posición melancólica, propongo no sumarle la crueldad de la ley; sino la pacificación de la Ley -esa fue la idea.

Sergio decía que sólo en su pueblo se sentía bien. Que cuando se recibiera, allí iría a buscar trabajo. Claro que también me refería que siendo un pueblo pequeño y habiendo ya varios competidores en su profesión, si él fuera inteligente debería pensar en otro lugar.

¿Qué deuda lo convocaba a volver?. El debe una vida, pero me parecía que se refería a otra deuda. El deseo de reconocimiento se situaba en el mismo lugar -su pueblo- donde primaba el rechazo. Un deseo de resarcir se manifestaba en el placer que sentía llevando regalos a los hijos de una familia humilde, lo cual irritaba bastante a su madre. Había algo de su familia que intentaba reencontrar en estos viajes a su pueblo... "Sólo me siento tranquilo, allí", repetía.

Me preguntaba si esto no era un punto de detención y entonces ¿cómo avanzar? Cuando cesa de quejarse porque no lo dejan viajar, dos entrevistas, separadas por pocos meses, producen un cambio esperado. En la primavera hace una referencia al padre, como al pasar. Había llegado su abuela y ésta le comenta algo del padre, que no muestra interés en relatarme. Movido por la curiosidad lo interrogo. Como insiste en su reticencia, interrumpo con un provocador -"¿y si citamos a tu papá?"-, a lo cual me responde... "ni siquiera sé donde vive". Le contesto "lo hacemos buscar por la Policía". Se intranquiliza y me responde demudado "¿cómo se le ocurre que yo puedo juntarme con ése acá?... ¿Qué tiene él que ver conmigo?... Él tiene su vida, sentados acá, ¿de qué podríamos hablar?... Es casi un desconocido.. ese tipo se fué...". Le señalo como lo nombró: ese tipo. Sergio angustiado, sólo repite "qué tiene él que hacer por mí... que haría yo con él acá ".

Del padre que no tuvo, al que aparece como perdido y con posibilidad de restitución. El reencuentro con lo perdido, su padre, su familia; ¿se produce solamente en un viaje al pasado? O si hay alguna chance, es sumándole a esta recuperación del pasado el deseo de reconstruir su vida en otro lado.

Para Sergio ésta es otra situación, de aparente sin salida. La angustia, sin embargo, anuncia que en esta repetición un corte sería posible. A partir de aquí se abre un período de desinterés y apatía.

El estudio, el fútbol, las mujeres; no significan nada ya para él. Sus anteriores pasiones, ya no lo hacen, ser.

Un dicho popular viene a su memoria "cuando no hay familia hay que reconstruirla". ¿Pero cómo hacerlo sin vulnerar el deseo del joven? Una nueva confesión, en este caso de su madre y de su abuela; anticipan un vuelco en su posición transferencial. Un día me cuenta, "mi mamá y mi abuela, viven ahora más tranquilas, ambas opinan que si yo no lo hubiera hecho -matar al abuelo- ellas sí"...Le digo -"¿y por qué no lo hicieron?"-, pregunta que no responde, pero, esta vez, tampoco rechaza.

Entiendo que en el discurso renegatorio de estas mujeres asienta parte del núcleo de la problemática de Sergio. Frases como éstas "nosotras lo podríamos haber hecho" aparecen cuando madura en él la posibilidad de abandonar el "nido", y lo hacen vacilar.

Con algunas preguntas voy a ir terminando. ¿Cuándo una familia falla, en su tarea socializante de unir sexualidad y Ley para promover así un nuevo actor de nuestra cultura... Qué remedio tenemos a mano?

Por parte. ¿En este caso, cómo hacer el duelo de lo que no se tuvo? En la actualidad, en otro tiempo de su terapia, que visualizo como una nueva vuelta, Sergio teme perder tiempo en sus estudios. Piensa recibirse el año próximo y sueña con juntar antecedentes para engrosar su currículum. Otros antecedentes serían... Quiere que una chapa diga su nombre. Otro reconocimiento está buscando.

Pienso que este chico, al llevar a cabo el acto de matar al abuelo, si bien se hizo cargo de una tarea de otros; quizás, es duro decirlo porque nada lo desresponsabiliza de su acto, pero de esa manera y por su intermedio buscó ubicarse de otro modo en la vida. Es después de ello, que el juez dice, hay que alejarlo de esas mujeres, alejarlo de ese pueblo y brindarle una salida.

La salida hoy aparece por sus estudios. Recibirse, hacerse de un trabajo, conquistar fama profesionalmente. Más allá de la ilusión ¿Será ésta la vía que ha encontrado para hacerse un nombre? Todos buscamos hacernos un nombre, más allá del patronímico que nos liga a una filiación, todos queremos ser conocidos por algo. Sergio no pudo hacerlo antes. Como habilidoso jugador de fútbol vino a probarse a Boca. Al tercer día de estar aquí, decidió olvidar todo y volverse con su familia. Ahora, en esta vuelta, ¿podrá distanciarse de aquella historia y fundar su apellido en otro campo, que el de su infortunio anterior? Creo que el tiempo fijo del tratamiento tutelar no alcanza -se necesitaría más- para poder reorientar su vida, buscando que pueda hacer de ella un objeto valioso para sí y para los demás. En esa tarea, me encuentro acompañándolo.

Nota al pie:

1 Médico Psiquiatra. Gral. Pico, La Pampa. Tel: 02302 – 421845. E-mail: abudara@topmail.com.ar

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