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Año XI, vol 9, N°3, noviembre de 2000

La creación del objeto1

Juan Carlos Goldar2

El tema que he elegido para esta conferencia no es un ‘tema’ en realidad; son algunas reflexiones sobre el pensamiento, con el objeto de entender la génesis del pensamiento anormal.

En realidad a lo que apunta la charla que les voy a dar hoy es a demostrar que el fundamento de lo racional es irracional. Para realizar el camino que nos conduzca hacia ésto, es conveniente pasar por el ciclo griego y recordar los dos grandes mundos que nos enseñaron los griegos, que son el mundo sensible y el mundo inteligible.

Nosotros vemos dos mundos, como si estuviésemos envueltos en una especie de borrachera crónica donde vemos doble: un mundo lo vemos desde una perspectiva y al otro mundo desde otra perspectiva. Hay una perspectiva de los sentidos y una perspectiva de la razón.

Desde la perspectiva de los sentidos lo que vemos son fenómenos; cosas que se aparecen. De ahí la palabra fenómeno, en griego Phainómena, en alemán Erscheinung. Lo que se aparece. Es la realidad. La realitas, como la nominaba Duns Scoto. Lo que se aparece individualmente. Aparece una cosa. Es la cosa. El fenómeno, la materia, la realidad, es la cosa. Es ‘cómo es’ la cosa individual, pero no ‘qué es’ la cosa.

El conocimiento de ‘qué es’ la cosa, es la perspectiva de la razón. La razón nos muestra la quidditas, como decían los traductores de Aristóteles.

Desde la perspectiva del sentido conozco ‘cómo es’ la cosa; desde la perspectiva de la razón conozco ‘qué es’ esa cosa.

Como usualmente sabemos qué es todo lo que vemos, no nos damos cuenta de que los dos mundos coexisten.

Además no nos damos cuenta de que permanentemente estamos produciendo qué es lo que estamos viendo. Si estoy hablando con una persona tengo que, constantemente, producir qué es. Transformarlo permanentemente de fenómeno en objeto. Es éste el término. La perspectiva de la razón muestra objetos, la perspectiva de los sentidos muestra fenómenos. La cuestión es el paso del fenómeno, de lo que se aparece, de cómo es una cosa, al objeto, a qué es la cosa.

La pregunta por el ‘qué es’ una cosa, es una de las más difíciles de la historia de la filosofía. Es la pregunta por la quidditas.

La tesis que voy a presentar aquí es la siguiente:

La pregunta por el ‘qué es’ una cosa, es en realidad una pregunta por el ‘qué hacer’ con esa cosa. Para qué sirve esa cosa. La pregunta la realiza una entidad que está en nosotros y que se interesa por el qué hacer con algo. La pregunta quiere eliminar el misterio del fenómeno con la revelación del para qué.

En realidad, ustedes saben qué es una cosa sólo cuando saben qué hacer con esa cosa. No tanto cómo hacerlo, porque eso depende del talento, sino qué hacer.

El gran problema ha sido siempre ¿cómo pasa una cosa de fenómeno a objeto? Este problema filosófico es eterno y lleva dos mil seiscientos años; y no ha sido resuelto hasta la fecha y no creo que lo podamos resolver hoy aquí. Pero vamos a intentar algunas de las vías posibles que tengan métodos de verificación. Que lo que yo diga pueda tener sentido en el sentido de Wittgenstein: el sentido de una proposición es su método de verificación. No importa que lo que yo diga esté bien o mal. Lo que importa es que tenga sentido, que se pueda verificar o refutar.

Se trata, entonces, de los caminos que conducen desde cómo es una cosa hasta qué es una cosa; desde una mera figura sensorial hasta el valor funcional de una cosa. Una cosa, por ejemplo M, que no sé lo que es, mi mente la transforma en el objeto martillo.

¿Cómo se realiza el camino de una cosa que es anónima, que navega anónimamente en la perspectiva de los sentidos, y, desde la razón, es un martillo? ¿qué hace la razón para ‘verla’ como un martillo? Los sentidos no pueden, sólo nos dicen qué forma tiene, cómo es; la razón nos dice qué es, para qué sirve, qué hacer con la cosa.

Hay dos tesis fundamentales. Una es la vieja tesis griega; digamos, siguiendo a Spengler, la tesis apolínea; y otra es la tesis nuestra, más occidental, que llamamos la tesis fáustica.

¿Qué dicen los griegos? Dicen que las cosas tienen una cáscara, que es el fenómeno; pero la cáscara no nos dice qué es la cosa, sólo nos dice cómo es la cosa. El griego piensa que hay que perforar la cáscara del fenómeno y meterse en el núcleo, porque en el núcleo está la idea, y la idea es lo que nos va a decir qué es la cosa. Por eso es que el griego, finalmente, en su culminación, en Aristóteles, es un intelectualista. Lee adentro: intus legere, intelecto. Para el griego, entonces, la idea está en la cosa. Si yo perforo la cosa y me meto en la idea, y leo la idea, se qué es y no sólo cómo es. La veo como fenómeno y además como objeto. Por eso el mundo del griego es un mundo lleno de ideas. El filósofo griego se siente rodeado de cosas impregnadas de ideas. Ideas de un ser inteligente. Por eso el griego es, forzosamente, teólogo, ve siempre la obra de Dios. Nuestra teología ‘oficial’, que es la de Santo Tomás, ha sido tomada de Aristóteles.

Pero el verdadero occidental, que no tomó nada de Grecia, piensa que la idea está adentro, en la cabeza, en la mente. Comienza con Descartes: lo principal es lo que yo pienso ¿Qué soy? Una cosa que piensa, una interioridad. Y remata en Kant. ¿Qué son las cosas afuera? No sé, dice Kant. Elaboro fenómenos de las cosas, intuiciones sensoriales de las cosas y las tengo que mandar a las ideas. Que Kant llama ‘conceptos puros del entendimiento’.

Tengo que referir el fenómeno a la idea dentro de la mente. Cuando el fenómeno, el cómo es, cae en la malla de los conceptos puros, que son las viejas ideas, se transforma en la pregunta ‘¿qué es?’ y se responde esa pregunta.

La idea del occidental está adentro, por eso todas nuestras teologías, que no sean tomistas (que son griegas al final), son teologías de la duda, de la angustia. El occidental cree, pero al mismo tiempo se pregunta ¿ y no será Dios una idea nuestra? Para un griego como Aristóteles eso es impensable.

Nuestra cultura tiende al ateísmo. Si las ideas están en la cabeza, ¿no será Dios una de mis ideas?

La pregunta ahora es ¿qué es la idea?

Algunos dicen que la idea es la esencia, otros el eidos, otros el concepto, o la forma última que puede tener algo. Aristóteles dice: es la forma, no geométrica, de una mesa ¿La mesa cuadrada? No, no importa si es cuadrada o redonda, es la mesa. La forma de Aristóteles es: una mesa es para comer. Es en este sentido que yo trato las ideas en esta conferencia, el sentido de la forma aristotélica: para qué sirve algo.

Hay que tener cuidado con los términos ‘concepto’ o ‘idea’ en general. Nietzsche, en "El crepúsculo de los ídolos", lo señala: cuidado, los filósofos, siempre que se han ocupado de la idea, lo que han producido es nada más que Begriffs-Mumien: momias de conceptos. De los filósofos nunca ha salido nada realmente viviente, siempre ha salido una cosa muerta; un concepto es un espectro. Y tiene razón, yo nunca vi un concepto.

Lo que tenemos que hacer es transformar la idea, el concepto, en algo vivo, viviente.

Voy a dar un ejemplo. Imagínense una persona en medio de la noche, en medio del campo. Noche despejada. No hay luna. Ese hombre está desorientado, perdido. Yo digo: ese hombre contempla la constelación de la cruz desde la perspectiva de los sentidos, la ve como fenómeno, como realitas, como materia, pero no la contempla desde la perspectiva de la razón, como objeto, y como no la contempla como objeto, no la puede usar para seguirla. No la puede utilizar para solucionar su problema, que es: estoy desorientado. Y pensar es utilizar.

Hemos dicho: contemplar el objeto y utilizar el objeto ¿Hace eso la vieja idea? No. Solamente puede hacer eso, contemplar su objeto para seguirlo y utilizarlo, un programa de la motilidad. Una regla de acción. Un acto.

Tengo la impresión de que lo que pide Nietzsche, discípulo de Schopenhauer, es que el concepto sea algo vivo; lo que pide es que transformemos al concepto en acto, en movimiento, sea éste emitido tanto como reprimido.

Hay dos grandes modos de explicar el entender una cosa. Me enfrento a un fenómeno visual M ¿cómo hago para transformarlo en martillo? Hay dos teorías. Una sería la teoría de la elevación. Tomo el fenómeno y lo elevo hacia el reino de los conceptos, y el concepto, como si fuera el dedo de Dios, le dice "tu eres martillo". Esta es la idea clásica. El reino kantiano de los conceptos. Momias de conceptos, dice Nietzsche; no están vivos, los han producido los filósofos; son espectros, son fantasmas.

Otra es la teoría del descenso, que es la que yo quiero presentar a ustedes.

Desde la perspectiva de la razón baja, hacia la perspectiva de los sentidos, donde está la cosa esperando que le digan lo que es, un acto. Si lo que baja es el acto de martillar, el fenómeno se transforma en el objeto martillo.

He llegado a concebir esto: escucho un fenómeno sonoro P, no sé lo que es ¿Qué hago? ¿Lo elevo al reino y lo conecto con el concepto de pregunta y así se transforma en una pregunta, o bajo el acto de responder preguntas y con el acto de responder inauguro el objeto? Un objeto sólo puede ser objeto de un acto. Una cosa se transforma en objeto cuando la coloco en las manos de un acto, cuando la coloco al servicio de mi vida.

Una cosa navega anónima en el mundo de los sentidos; si se apodera de ella un acto, pasa a ser un objeto, pasa a ser algo al servicio de la vida.

Pero no sólo objetivamos con actos las cosas extracorporales, también objetivamos nuestro cuerpo. Esta es la gran cuestión.

La mano que uso sirve para acariciar, escribir, alisarme el pelo o ajustarme los anteojos. También la mano es objeto de actos.

La pregunta ahora es ¿si los actos son los objetivadores, se ha podido objetivar al objetivador? ¿Se ha podido transformar al acto mismo, que sería el concepto viviente, en un objeto? Creo que sí. Creo que al creador de la perspectiva de la razón, que es el acto, lo hemos colocado en una singular perspectiva de la razón desde la cual vemos al sistema de actos como objeto, y esta es la ciencia del cerebro. El cerebro es el acto que se ha objetivado a sí mismo. Y por eso lo pensamos. Pero primordialmente ‘el cerebro’ no era un objeto; era un fenómeno, material, irracional. No estaba visto desde la perspectiva de la razón.

Así he llegado a la siguiente conclusión. Sea o no ‘el cerebro’ el sistema de los actos objetivantes, éste ha sido objetivado como cerebro. Y si pudo ser objetivado, antes era sólo un fenómeno que debió objetivarse. Y si fue sólo un fenómeno, su esencia era irracional, porque no estaba visto desde la perspectiva de la razón; y, segundo, material. Por el primer lado mi conclusión es que el fundamento de la perspectiva de la razón es irracional. Y por el segundo lado es que ese fundamento es material, pertenece a la res extensa, no es una sustancia pensante, es una sustancia extensa, es materia, realitas, es fenómeno, es cuerpo.

Por eso, para concluir esto, les traje una frase de Nietzsche que suelo recitar delante de cada joven que encuentro para ver si puedo despertarle el amor al estudio del cuerpo. En el "Zaratustra", en la primera parte, hay un parágrafo que se titula ‘De los despreciadores del cuerpo’ y dice:

"Hinter deinen Gedanken und Gefühlen,

(Detrás de tus pensamientos y sentimientos,)

mein Bruder,

(hermano mío,)

steht ein mächtiger Gebieter,

(hay un amo poderoso,)

ein unbekannter Weiser-

(un sabio desconocido-)

der heisst Selbst.

(se llama sí mismo.)

In deinem Leibe wohnt er,

(Vive en tu cuerpo,)

dein Leib ist er".

(es tu cuerpo.)

Notas al pie:

1 Conferencia inaugural del 7º Congreso Internacional de Psiquiatría. Buenos Aires, 18 al 21 de octubre de 2000.

2 Médico Psiquiatra. Suipacha 771. Buenos Aires.

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